martes, 2 de julio de 2013

El tiempo de la canción




Sin duda uno de los temas de mayor relevancia en la biblia es el amor. Como se expresó en una de las entradas anteriores, el amor opera como fundamento, como fundamento de todo lo que somos, y de todo lo que hacemos. Para eso su estrategia es cantarnos su amor, es rodearnos con cánticos de liberación, es decir cantar su verdad, cantar a Jesús, porque solo la verdad nos hace libres para entonces escogerlo a él.
Salmos 32:7  “Tú eres mi refugio; me guardarás de la angustia; Con cánticos de liberación me rodearás. Selah”.

El nos atrajo cantándonos, llamando nuestra atención, enamorándonos. La escritura dice que nosotros le amamos a él porque él nos amó primero, así mismo, nosotros le cantamos a él, porque él cantó primero, y su cantó fue Jesús. Porque es la verdad y conociendo la verdad somos libres, Dios canta a toda su creación para volverla hacia él por medio de Cristo, pero es solo cuando nos percatamos, cuando tenemos oídos para oír lo que él dice, en que empezamos a buscarlo hasta volvernos al Padre.
Juan 8:32  “y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”.

Pablo entendió esta relación entre la canción, la verdad, y la libertad. Como hijo de Dios Pablo hizo lo que hacía su Padre, en su cautividad cantó y entonces vino su libertad, y la libertad de quienes estaban en la cárcel con él. Luego de su alabanza vino un terremoto, la verdad modifica la realidad del hombre, la verdad cantada cambió y estremeció lo natural.

Cantares 2:12-14
  Se han mostrado las flores en la tierra, El tiempo de la canción ha venido,  Y en nuestro país se ha oído la voz de la tórtola. La higuera ha echado sus higos, Y las vides en cierne dieron olor; Levántate, oh amiga mía, hermosa mía, y ven. Paloma mía, que estás en los agujeros de la peña, en lo escondido de escarpados parajes, Muéstrame tu rostro, hazme oír tu voz; Porque dulce es la voz tuya, y hermoso tu aspecto”.


Hoy vivimos en una sociedad profundamente ruidosa que nos saca de foco continuamente, y Dios no está para competir con la distracción. En general, como bien experimentó el profeta, él habla desde el silbido apacible, no necesariamente debe estar en el fuego, ni en un tornado o un terremoto. Él prefiere el silencio, y muy comúnmente la soledad es un buen ingrediente para buscar de él, buscarlo en lo secreto tiene una recompensa en lo público porque es algo que agrada su corazón. De hecho los grandes encuentros de personas con Dios han sido íntimos, Dios no quiere distracciones, el susurro y el latir de su corazón no pueden ni quieren competir con la distracción.
1Reyes 19:12 13 (NTV)  “Pasado el terremoto hubo un incendio, pero el SEÑOR no estaba en el incendio. Y después del incendio hubo un suave susurro. Cuando Elías lo oyó, se cubrió la cara con su capa, salió y se paró a la entrada de la cueva. Entonces una voz le dijo: —¿Qué haces aquí, Elías?”.

El salmista en adoración aprendió esto al ordenarle a su alma que se aquietara, hoy más que nunca debemos aprender a oír su canción de amor sobre nosotros. Es tiempo de oír lo que el espíritu dice, si oír lo natural a veces es difícil con ruido, ¿cuánto más oír lo espiritual?


Salmo 62:1
(RVR) “Al músico principal; a Jedutún. Salmo de David. En Dios solamente está acallada mi alma;  De él viene mi salvación”.
Salmo 62:1 (NTV) “Para Jedutún, director del coro: salmo de David. Espero en silencio delante de Dios, porque de él proviene mi victoria”.

Estando en silencia para oírlo a él es fundamental: oír nos cambia, nos transforma. Su sonido, su voz nos reforma, nos vuelve a su propósito, es oyendo su palabra que comenzamos el camino hacia el cambio, después de todo oír es una de las primeras funciones que se activa en el ser humano aún antes de nacer. También, para nacer de nuevo primero necesitamos oír, también, para seguir creciendo y parecernos al hijo necesitamos oír.