Uno de los principales y de las
primeras temáticas que deben ser abordadas en un proceso de sanidad interior lo
constituye el tema del rechazo. El
rechazo ha sido definido como “el acto de arrojar, desechar o descartar a alguien o algo”[1],
lo que implica una falta de valoración con respecto a aquella que sufre y
recibe el rechazo.
Este nivel de importancia se debe
a que, a pesar de lo que en general se pueda creer, el rechazo es un problema
transversal a toda la raza humana, pues
ha sido traspasado a todas las personas desde el pecado de Adán y Eva en el Edén.
En efecto, es justamente la expulsión
del Edén el primer evento de rechazo que vivió la humanidad. Imagínese por un
momento como se sentiría usted si luego de vivir en un hogar y lugar perfecto
donde no carece de nada y se encuentra en absoluta plenitud, de pronto es
expulsado de ahí, encontrándose desnudo, con vergüenza y temor. Sin duda un
evento así sería un poderoso suceso de rechazo.
Es desde ese entonces que todas las personas portan este problema,
aunque sea en márgenes muy acotados. Porque todos nacemos inmersos en esa
realidad: fuera del Edén, y con la genética caída de Adán.
De este modo, todos debemos estar
siempre dispuestos a examinar nuestro corazón a la luz del entendimiento de
este problema, puesto que “el rechazo justamente genera rechazo respecto a la
idea de que uno tiene rechazo”, porque quien tiene ese problema, consciente o
inconscientemente, busca alejarse de la posibilidad de exponerse, pues el
rechazo no es solo un problema del alma, el rechazo es también un espíritu.
Frente a este trascendente tema
de sanidad interior, lo primero que debe comprenderse es que, por cuanto Dios
(que es amor) formó al ser humano desde su propio aliento, toda persona
necesita de tres elementos fundamentales para su crecimiento y formación: el
amor, la aceptación y la aprobación. Sin duda el amor es lo más importante,
pues de hecho los otros dos elementos proceden del amor, sin embargo de igual
manera es importante mencionarlas. Dios, desde su propia naturaleza, creó al
ser humano en un ambiente de amor, y desde su carácter de padre, le dio aceptación
y aprobación. Por lo tanto, el ser humano requiere de estos tres elementos para
crecer con su espíritu y su alma sanos.
Muchas personas pueden colaborar
en la provisión de esto. No obstante, son los padres los principales
responsables de brindar aquello. Si esto no es provisto, se genera el problema
del rechazo. Es decir, la carencia del amor, la aceptación y la aprobación producen
rechazo. Y a su vez, una persona con rechazo, generalmente concibe como
consecuencia una cierta incapacidad para dar y recibir amor, aprobación y
aceptación.
Lo mencionado anteriormente
constituye el principal origen y la consecuencia más básica del rechazo. Sin
embargo, este problema trasciende lo señalado hacia otros aspectos, pues puede
producirse por diversas circunstancias (relacionadas por supuesto con el origen
principal), y manifestarse también en muy diversas formas. Es por ello que una
de las formas más didácticas de comprender más a fondo este problema es, como
se verá a continuación, a través del denominado “árbol del rechazo”.
Dicho árbol[2],
permite visualizar el sistema completo del rechazo. Éste está compuesto primero
por sus raíces, referidas a aquellas causas que produjeron el rechazo en una
persona, habitualmente por traumas; en segundo lugar por el tronco, como
aquella parte vinculada a las manifestaciones generales del rechazo, vistas en
la personalidad y el comportamiento habitual de una persona; y en tercer lugar
por las ramas y frutos del rechazo, como aquellas manifestaciones externas y
más explicitas del rechazo vistas en sus actitudes y conductas. Esto último
constituye los síntomas del rechazo, es decir las consecuencias más evidentes
de que se tiene este problema de sanidad interior.
Raíces
El rechazo puede originarse en
las personas de las más diversas maneras posibles en que una persona pueda
experimentar falta de amor, aceptación u aprobación. A continuación se ofrece
un conjunto de sucesos (que en ocasiones pueden ser traumas) clasificados en
las distintas etapas de vida de una persona[3]:
I.
Raíces antes de nacer: el rechazo puede
producirse aun cuando el niño está en gestación dentro de su madre, pues aunque
no hay tenido la oportunidad aun de vivir directamente una experiencia de
rechazo, si puede recibirlo porque el ser humano no solo es cuerpo, también es
alma y espíritu, y por lo tanto puede percibir el rechazo en situaciones tales
como:
- El deseo de los padres de que él
bebe tuviese otro sexo, por ejemplo si querían que fuese niño y es niña, o viceversa.
- - Puede ser también por un rechazo de su madre
frente a un embarazo complicado y un parto riesgoso o en extremo doloroso.
- El deseo de abortar al bebe, el que sin duda
constituye el peor escenario de rechazo para un persona durante la etapa
prenatal.
II.
Raíces en la niñez: la etapa de la niñez es
crucial porque se va conformando la identidad de la persona, es donde se está
conociendo y absorbiendo todo lo que le entrega su entorno. De modo que el
comportamiento y al presencia de los padres para con los hijos en fundamental
en dicha etapa. De no producirse esto se genera el rechazo en situaciones como:
-
La falta de atención de los padres y familiares
más cercanos.
-
El abandono directo y la falta de interés
-
Las adopciones
-
Las comparaciones entre los hermanos
-
La sobreprotección o exceso de control
-
Palabras hirientes y crítica constante
-
Falta de caricias, de juegos y de conversación o
de relación
-
Separación o destrucción de la familia y
divorcios
-
Abuso sexual, físico o emocional
III.
Raíces en la juventud:
-
Exceso de disciplina o padres controladores
-
Avergonzarle delante de otros
-
Exceso de presiones, por ejemplo en su
rendimiento escolar.
-
Sobrecarga de trabajos o responsabilidades en su
hogar o fuera
-
Pobreza en la familia
-
Abuso sexual, físico o emocional
IV.
Raíces en la adultez
-
Culpabilidad por un embarazo no deseado
-
Un aborto planificado o no planificado
-
Desastres financieros
-
Complejo físico
-
Ser aislado o separado de la familia
-
Divorcio
-
Infidelidad por parte del otro cónyuge
-
Incapacidad para tener hijos
Tronco
Ésta parte del árbol está
referida a aquellas manifestaciones generales del rechazo en una persona, como
las características de su personalidad. Esto se muestra en dos formas básicas.
Por un lado, el rechazo produce una personalidad aislada, tímida, retraída o
distante al resto de las personas, y que le cuesta expresar sus emociones
frente a los demás, o con frecuencia prefiere evitar hacerlo. Es alguien que
tiende a estar alejado de los grupos humanos o de las personas en general,
especialmente si no las conoce, y para poder conocerlas y abrir su corazón o
confiar en ellos, se toma más tiempo, de modo que es más lento en su sociabilización
con los demás. Esto se debe a que la persona rechazada, consciente o
inconscientemente, busca estar lejos de la posibilidad de ser rechaza, porque
tiene temor al rechazo del resto. Por esa razón se aísla. Por ejemplo, evitando
hablar en público, o atreverse a hacer algo riesgoso, por miedo al ridículo, porque
tiene mucho temor a equivocarse y ser avergonzado frente a otros. Es decir, no
quiere volver a sentir rechazo de nuevo.
Y por otro lado, está el punto
contrario. Aquella persona que también tiene rechazo, pero manifiesta
generalmente un tipo de personalidad extrovertida, muy comunicativo y quizás
hasta histriónico. Es aquella persona que le gusta llamar la atención del
resto, que busca ser el centro de atención y a veces ser el hazmerreír de los
demás. De este modo puede ser una persona muy sociable, que le gusta
generalmente conocer y rodearse de gente. Esto se debe a que la persona
rechazada, al carecer de amor, aprobación y aceptación, intenta suplir aquellos
elementos buscándolos en otras personas. Es decir, genera una personalidad y
comportamiento habitual que manifiesta una búsqueda de amor, aceptación y
aprobación en el resto de las personas. Por esta razón le gusta llamar la
atención del resto y se preocupan de proyectar una imagen atrayente. Por
ejemplo, jóvenes o adultos que son excesivamente enamoradizos o que les atraen
muchas personas en poco tiempo, que se involucran en relaciones y buscan
tenerlas, puesto que desde ahí obtienen el amor que no recibieron de un padre o
de una madre. O por ejemplo jóvenes que utilizan sus redes sociales, subiendo
fotografías suyas o publicaciones para obtener los mayores “me gusta” que se
puedan, al punto de ser de suma interés lograr varios, porque de esa forma
reciben la aprobación y aceptación que no tuvieron.
Entonces, el rechazo genera dos
tipos de personas. Uno tipo de persona que ha sido rechaza y que se aísla del
resto para no volver a vivir aquello, rindiéndose a la posibilidad de recibir
amor, aceptación y aprobación. Y el
segundo tipo de persona que también ha sido rechazada, pero que justamente por
la carencia busca equivocadamente el amor, la aprobación y aceptación del
resto, e incluso puede llegar a hacerse adicto de algunos de estos elementos
haciendo lo que sea para obtenerlos. En ambos casos, este asunto es
problemático, porque como puede desprenderse de las líneas anteriores, el
rechazo tiene como consecuencia directa la afectación de la identidad de las
personas y de las percepciones de amor
que estas puedan tener. Otra consecuencia compleja, es que, como ya se señaló
anteriormente, cuando a la persona se le da amor, ella no sabe cómo reaccionar
correctamente, porque no está habituado a ello. Por ejemplo, pueden ser fríos
ante las demostraciones de cariño y afecto de los demás (incluso pueden no
saber recibir o sentir el amor de Dios), o por el contrario, pueden ser
posesivos con la atención y amor que les brinda alguien (como una pareja o
amigo).
Ramas y frutos
Puesto que una persona con
rechazo puede asumir dos formas de comportamiento básico, o incluso dos tipos
de personalidades, las consecuencias o síntomas del rechazo pueden ser, como se
ve a continuación, aún más variada[4]:
-
Rechazo a ser confrontado o disciplinado
-
Orgullo y testarudez
-
Incredulidad a Dios y las personas
-
Agresividad
-
Vengativo
-
Contestatario
-
Necedad y rebeldía
-
Baja autoestima
-
Inseguridad y temor
-
Auto condenación
-
Inhabilidad para comunicarse
-
Ansiedad y preocupación
-
Negatividad y pesimismo
-
Falta de identidad
-
Tendencia a la independencia y el aislamiento
-
Egocentrismo
-
Competitividad
-
Perfeccionismo
-
Personas posesivas y manipuladoras
Por medio de este árbol, que nos
presenta un panorama general del sistema de rechazo, una persona puede
identificar que tiene rechazo y el nivel de este en su vida. Especialmente
observando si ha vivido algunas de las causas descritas en las raíces, o si su
personalidad se asemeja a lo visto en el tronco, o si quizás presenta actitudes
o comportamientos asociados a las ramas y frutos del rechazo.
En vista a lo anterior,
¿consideras que hay algún aspecto que hayas vivido o que te identifique? Piensa
tanto en los elementos mencionados en las raíces, como aquellos del tronco, y
los síntomas presentados en las ramas y frutos. En todos los seres humanos está
este problema de sanidad interior. No obstante, de acuerdo a lo que cada
persona ha vivido, puede presentar distintos grados de rechazo. Los elementos
señalados pueden servir de guía para ayudarte a descubrir el nivel de rechazo
que hay en ti.
¿Cómo ser libre del rechazo?
Para ser libres de este problema
que aqueja a la humanidad debemos comprender aún más la obra de Jesucristo en
la Cruz. Tanto como el Padre en Edén se compadeció del error del hombre y lo
vistió, así también Cristo se compadece de nuestros errores y del rechazo que
habita en nuestro corazón. Él también vivió el rechazo para darnos poder para
vencer sobre este problema. Es así como Jesús fue rechazado por su propio
pueblo, que incluso aceptó salvar a Barrabás por encima de él, y por si fuera
poco el mismo pueblo pidió la crucifixión. Él también vivió el rechazo de
aquellos que sin ser su pueblo de igual forma vino a salvar, pues fue golpeado
y escupido por los romanos. Incluso fue desnudado por ellos antes de subir a la
cruz, mostrándonos un panorama profético
del estado del hombre desde su caída en génesis. Y aún más, el mismo llevó la
lejanía de Dios cuando expresó “Dios mío, Dios mío, porque me has desamparado”.
“A los suyos vino, y los suyos no
le recibieron”. Juan 1.11
“Fue despreciado y desechado de
los hombres, varón de dolores y experimentado en aflicción; y como uno de quien
los hombres esconden el rostro, fue despreciado, y no le estimamos. Ciertamente
El llevó nuestras enfermedades, y cargó con nuestros dolores; con todo,
nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y afligido. Más Él fue
herido por nuestras transgresiones, molido por nuestras iniquidades. El castigo, por nuestra paz, cayó sobre El, y
por sus heridas hemos sido sanados”. Isaías 53:3-5
Por lo tanto Jesús sufrió el
rechazo, todo ello con la finalidad de vencer en la cruz el poder de este
problema y hacernos libres a nosotros por medio de su sangre, tanto del pecado,
como de las cadenas del rechazo arraigadas en nuestra alma, en nuestra
personalidad, actitudes y comportamientos. Él fue rechazado para hacernos
libres de aquello.
Finalmente nuestra alma debe ser
expuesta a la luz del amor de Dios. Como el rechazo es básicamente la carencia
del amor, la aceptación y aprobación, es la presencia del amor de Dios lo que
puede destruir el rechazo en nuestra vida. Debemos aprender a vivir sumergidos
en su amor que es pleno y que todo lo llena en nosotros, siendo libres de la
necesidad de tener que buscar el amor, la aprobación y aceptación en otras
personas o situaciones, pero también libres del miedo a ser rechazados, porque
ya hemos sido aceptados y aprobados por él. Por lo tanto, la verdad es que ya no
tenemos la necesidad de buscar otra cosa aparte de él, ni miedo a arriesgarnos
y vivir en fe, porque teniéndolo a él tenemos lo todo. Debemos entender que
estamos completos y plenos en su amor. Esa es una verdad que debe arraigarse y
cimentarse en nuestro corazón.
“Porque toda la plenitud de la
Deidad reside corporalmente en El, y vosotros estáis completos en él, que es la
cabeza de todo principado y potestad”. Colosenses 2:9-10 (RVR1960).
[1] Hayward,
Chris. “Venciendo el rechazo”, En: Cómo ministrar liberación, Peniel, 2005. p.
124.
[2] Propuesto
por Noel y Phyl Gibson en su libro “envicting demonic intruders” de 1998. Aquí
se plantea de forma diferente, pero sobre la base de criterios similares.
[3]
Tomado de: Maldonado, Guillermo. “Sanidad interior y liberación”. ERJ
Publicaciones, 2010. p. 74-76.
[4] Tomado
de: Maldonado, Guillermo. “Sanidad interior y liberación”. ERJ Publicaciones,
2010. p. 77-81.
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