martes, 7 de noviembre de 2017

La identidad ministerial y los problemas del alma asociados



Así como cada persona tiene una identidad, un propósito y un diseño, también tiene ministerios y dones asociados  que le permiten avanzar hacia el cumplimiento de aquellas cosas que Dios ha dispuesto para nosotros. En efecto, Dios ha dispuesto diferentes ministerios y dones sobre cada persona que compone su pueblo para bendecir al resto. 

Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo,
Efesios 4:11-12

Tenemos dones diferentes, según la gracia que se nos ha dado. Si el don de alguien es el de profecía, que lo use en proporción con su fe; si es el de prestar un servicio, que lo preste; si es el de enseñar, que enseñe; si es el de animar a otros, que los anime; si es el de socorrer a los necesitados, que dé con generosidad; si es el de dirigir, que dirija con esmero; si es el de mostrar compasión, que lo haga con alegría.
Romanos 12:6–8

Ahora bien, hay diversos dones, pero un mismo Espíritu. Hay diversas maneras de servir, pero un mismo Señor. Hay diversas funciones, pero es un mismo Dios el que hace todas las cosas en todos. A cada uno se le da una manifestación especial del Espíritu para el bien de los demás. A unos Dios les da por el Espíritu palabra de sabiduría; a otros, por el mismo Espíritu, palabra de conocimiento; a otros, fe por medio del mismo Espíritu; a otros, y por ese mismo Espíritu, dones para sanar enfermos; a otros, poderes milagrosos; a otros, profecía; a otros, el discernir espíritus; a otros, el hablar en diversas lenguas; y a otros, el interpretar lenguas. Todo esto lo hace un mismo y único Espíritu, quien reparte a cada uno según él lo determina.
1 Corintios 12:4–11

Es común que quienes tienen un determinado ministerio, tienen dones asociados a ese ministerio. Por ejemplo, es evidente que un profeta tendrá el don de profecía, y es usual que tenga el don de discernimiento de espíritus, tanto como un evangelista tenga el don de sanidad o milagros, o que un maestro tenga el don de sabiduría. Sin embargo, es también muy común, que esos ministerios tengan problemas o características de su alma que sean muy comunes entre quienes comparten dicho ministerio.

Profetas y evangelistas

Quienes son llamados por el Señor a ministerios proféticos, intercesores y evangelisteros, o tienen dones asociados a estos llamados ministeriales, generalmente tienen problemas relacionados con el carácter o con problemas almáticos. Por ejemplo, muchos son enojones, impulsivos, desordenados, atrevidos, egocéntricos, e incluso a veces demasiados apasionados o aguerridos en sus actitudes y acciones.

El mejor ejemplo de esto es el profeta Elías, que era muy pasional según señala Santiago. Y esto queda claramente graficado en algunos episodios de su vida. Por ejemplo, cuando se enfrenta a los profetas de baal (1 reyes 18:20-40). Él se burlaba y actuaba irónicamente frente a estos profetas que gritaban y se cortaban hasta chorrear sangre para que su dios hiciera descender fuego para consumir su holocausto. Cuando Elías hizo descender fuego del cielo, de parte de Dios y delante de toda una multitud, además de mostrarse profundamente violento mandando a capturar y matando a todos los falsos profetas.  

Santiago 5:17 Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses.

Sin embargo, al capítulo siguiente (en 1 reyes 19) lo vemos huyendo asustado por el mensaje de Jezabel. Se va a esconder al desierto de Horeb, donde lo embarga una profunda depresión, queriendo morirse y solo dormir. Y cuando Dios trata de sacarlo de ese estado, él contesta dos veces que está así porque piensa es el único profeta de Dios que queda en Israel.

Otro interesante episodio de la vida de este profeta está en el primer capítulo de 2 de reyes, donde termina aniquilando a cerca de 100 personas, pues el rey de Israel de aquel momento envía primero a 50 soldados para ir a buscar al profeta. Sin embargo, el hace descender fuego del cielo que los consume a todos, lo mismo ocurre con los siguientes 50 soldados que van con la misma misión. Y podría haber ocurrido con el tercer grupo de 50 soldados si no es porque el jefe de ellos le pide misericordia y un ángel le dice a Elías que vaya con ellos ante el rey.

Estos episodios muestran al “profeta del fuego”, que es tremendamente almático, que un día se comporta valientemente frente a los profetas de baal y también violentamente matándolos, pero al momento siguiente se comporta con miedo y sale huyendo frente a un mensaje negativo. Un día está en victoria, al otro día con depresión y ganas de morirse. Parece que también tiene problemas de egocentrismo, pues piensa que es el único profeta verdadero en todo Israel, el único que tiene razón o que está en lo correcto, parece que cree que a nadie más Dios le habla: “él es el profeta”.

Creo que muchos profetas son así, enojones, de mal carácter e impulsivos. Si ahora pudieran hacer descender fuego del cielo sobre algunas personas quizás lo harían. He notado que muchos que tienen un llamado al evangelismo también son así: muy atrevidos, impetuosos, impacientes, apasionados. Quienes tienen llamados al área profética, intercesora y evangelística suelen tener esos problemas en su identidad, personalidad y carácter. Son personas poco estales emocionalmente: un día quieren levantar un altar de adoración a Dios, y al día siguiente no son capaces de levantarse de la cama, prefieren dormir y quedarse en depresión como Elías. Un día dan todo por Dios para servirle y al otro día solo quieren renunciar. Les cuesta ser ordenados, equilibrados y rectos en distintos aspectos de su vida.

Pastores y maestros

Pero por otro lado, están también los otros ministerios: los pastores y maestros. Ellos suelen tener problemas diametralmente opuestos a los problemas de los anteriores. Y esto porque cada ministerio tiene su función y su manera particular de bendecir al cuerpo de Cristo y alcanzar y bendecir al mundo. Como señala el pastor Fernando Orihuela: un profeta está hecho para tratar con serpientes, tanto como  un pastor está hecho para tratar con ovejas. El profeta o intercesor generalmente está llamado a aplastar la cabeza de la serpiente, mientras que el pastor está llamado a guiar y cuidar de las ovejas. Si usted pone al profeta a cuidar las ovejas, o al pastor a tratar con serpientes es probable que las cosas resulten mal. Un profeta difícilmente tratará con misericordia a una oveja, a menos que además de ser profeta tenga corazón de pastor o sea tratado por Dios. Un pastor difícilmente reconocerá la maldad y el engaño en lo profundo del corazón de una persona si no tiene el discernimiento propio de un profeta o es enseñado por Dios en esa área.

Así como las personas que tienen un llamado a ser profetas, intercesores y evangelistas generalmente tienen problemas en su alma como los ya mencionados. Así mismo, he notado que quienes son llamados a ser pastores y maestros suelen tener también determinados problemas que les son propios, tales como estancamiento, falta de un mayor atrevimiento, desenvoltura e incluso quizás falta de pasión. Esto ocurre justamente porque los pastores, pero sobre todo los maestros tienen a ser demasiado prudentes, centrados, cautelosos, sensatos, moderados. Se detienen a pensar y meditar las cosas mucho, lo que por cierto es bueno, eso los puede hacer muy sabios y buenos dando consejos necesarios para guiar la vida de las personas. Pero a veces en el Reino se necesita de atrevimiento, de una mezcla de valentía y violencia, de un arrojo de fe. Es en esos momentos donde el ser demasiado cauteloso se vuelve un problema.

Por ejemplo, en momentos en que se requiere evangelizar, se necesita ser rápido, ágil y astuto, no pensarlo dos o tres veces, simplemente atreverse a acercarse a las personas, más que cuestionarse y detenerse a meditar acerca de si será de Dios que me acerque a tal o cual persona. O por ejemplo, en momentos en los que hay que juzgar algo con firmeza y valentía, se puede requerir muchas veces más atrevimiento que sensatez. Sin embargo, para dirigir de forma constante, en un extendido periodo de tiempo a las personas, se requiere de mucha sabiduría para aconsejar, guiar y ministrar el corazón de las personas. 

En definitiva, es común que, en virtud de los llamados de Dios sobre ciertas personas, existan ciertas características que ellas posean, y que dichas características sean positivas para ejercer y fungir en aquello para lo cual Dios los planeó, pero también puedan ser negativas por estar bajo ciertas situaciones y contextos o por no saber sujetarlas a la guía del Señor. Por eso, sea que estemos en uno u otro extremo ministerial y de actitudes o comportamiento, debemos postrar nuestro corazón y alma, y disponernos a que aún nuestras emociones sean guiadas por el Espíritu Santo, además de aprender a respetarnos (por causa de nuestras diferencias) y trabajar unidos para aprovechar las fortalezas del otro y reconociendo las debilidades propias.




 Ángelo Palomino 

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