La biblia señala que todo nuestro
ser está compuesto por espíritu, alma y cuerpo. No solo por uno, o dos
elementos como señalan algunas religiones y cosmovisiones, sino por tres
importantes elementos. El hacernos tripartitos es un diseño con el cual Dios decidió
crearnos, similar al diseño del tabernáculo, o inclusive a la misma trinidad de
Dios, quien es Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Como señalase Watchman Nee, quien
escribiese profusamente sobre el espíritu, nuestro espíritu nos sirve para
relacionarnos y hacernos conscientes del mundo espiritual, nuestra alma para
relacionarnos o hacernos conscientes de nosotros mismos, y nuestro cuerpo para
relacionarnos y ser conscientes del mundo natural.
Ahora bien, el espíritu es
aquella parte de nuestro ser que resulta ser de mayor relevancia por encima de
las otras dos. Especialmente porque, aunque nuestro cuerpo es el templo del
Espíritu y nuestra alma es la manifestación misma de nuestro carácter y
personalidad, es nuestro espíritu la parte que proviene exclusivamente de Dios.
Es esa parte que, como señala efesios,
estuvo con él antes de la fundación del mundo, momento en el que evidentemente
aún no existían nuestros cuerpos. Es esa parte que estaba con Dios y salió de
Dios para vivificar nuestros cuerpos, tal como ocurrió con Adán en Génesis. Adán
no fue tal cuando ya estaba formado su cuerpo con tierra o materia física, sino
hasta cuando Dios sopló de su propio aliento de vida en él.
Y que el mismo Dios de paz os santifique por completo; y que todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo,
sea preservado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo.
1 Tesalonicenses 5:23
“Según nos escogió en él antes
de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de
él, en amor”.
Efesios 1:4
“Antes que te formase en el
vientre, te conocí; y antes que nacieses, te santifiqué; te di por profeta
a las naciones”.
Jeremías 1:5
“Formó, pues, Jehová Dios al hombre del polvo de la tierra y sopló en su nariz el aliento de vida; y
fue el hombre alma viviente”.
Génesis 2:7
Es por ello que resulta
importante entender cada vez con mayor profundidad esta parte esencial de
nuestro ser. Whatchman Nee considera que, así como todo nuestro ser está
compuesto por espíritu, alma y cuerpo, a su vez nuestro espíritu está compuesto
por tres partes o funciones principales pero no únicas: la intuición, la
comunión y la consciencia.
La intuición es aquella función
de nuestro espíritu que nos permite saber, conocer o comprender sobre algo, alguien
o alguna situación, sin que medie el raciocinio humano y natural. Por ejemplo,
conocer a una persona y “sentir o percibir” que tiene malas intenciones aun
cuando se muestre amable ni muestre ninguna señal de dañarnos, pero finamente
terminamos viendo que esa persona efectivamente tenía esas malas intenciones. O
ir por una determinada ruta, y sin conocer el lugar, saber que camino es el
correcto para tomar. En tales casos la habilidad para llegar al resultado
correcto no se obtiene de nuestro razonamiento, sino de la intuición. No es que
conociéramos el camino porque ya habíamos transitado anteriormente por ahí, ni
que conociéramos o supiésemos de antes que esa persona no tenía buenas
intenciones, fue simplemente un saber del espíritu, que no se explica
naturalmente.
La comunión es aquella función de
nuestro espíritu que nos permite conectarnos y relacionarnos con Dios. Por medio
de esta función podemos relacionarnos con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo,
por ejemplo, a través de las oraciones que elevamos, la adoración y al alabanza
que le entregamos al Señor y las distintas instancias que tenemos en nuestra
intimidad con Dios.
La consciencia es aquella función
de nuestro espíritu que nos permite discernir entre lo bueno y lo malo, para
que podamos optar por hacer lo correcto en vez de lo incorrecto. Nos produce
una sensación de incomodidad cuando estamos por hacer lo malo, de modo que
desistamos. Es una especie de alerta interna y espiritual que trata de
impedirnos que pequemos o equivoquemos aun cuando no tengamos delante un policía
o autoridad que nos impida o nos castigue por hacer lo malo. Por ejemplo,
cuando nos disponemos a cometer un pecado como robar o mentir e internamente
nos sentimos mal, sentimos que no debemos hacerlo, que no está bien.
Sin embargo, el espíritu del ser
humano es un organismo muchísimo más complejo que tres funciones. En la biblia,
cuando vemos la participación del espíritu del hombre, vemos también la utilización
de una serie de sentidos espirituales. Pues, así como nuestro cuerpo posee de órganos
que nos permiten tener determinados sentidos por medio de los cuales captamos y
percibimos el mundo natural, así mismo nuestro espíritu tiene una serie de órganos
y sentidos espirituales que nos permiten percibir el mundo espiritual.
En nuestro cuerpo físico tenemos
el órgano del oído, responsable del sentido de la audición, por medio del cual
percibimos los sonidos que están a nuestro alrededor. O los ojos, cuyos órganos
nos dan el sentido de la vista para ver y observar. O el órgano de la piel, que
nos permite tener el sentido del tacto con el cual sentimos la temperatura y la
textura de las cosas que tocamos. La nariz con la cual tenemos el sentido del
olfato para percibir los olores y diferenciar aromas y el sentido del gusto con
la lengua, para percibir los distintos sabores de lo que comemos.
De igual manera, nuestro espíritu
tiene un tacto espiritual, que nos permite percibir y sentir la presencia de
Dios como un viento, como un abrazo, una electricidad, un calor o fuego. Nuestro
espíritu tiene también una visión espiritual que nos permite ver lo que ocurre
en el mundo espiritual, como ver las acciones de ángeles y demonios. Al igual
que el sentido de la audición que nos permite escuchar la voz de Dios, pero también
la voz de satanás. También hay un olfato espiritual que permite distinguir
buenos aromas como por ejemplo “el aroma de Cristo”, pero también aromas
desagradables, como por ejemplo aquellos que son producto del pecado. También está
el sentido del gusto, que permite percibir el sabor de algo en el espíritu. Sin
duda el sentido más extendido es el tacto espiritual, pues casi todos los
cristianos han sentido alguna vez “un cambio de temperatura” por causa de la
presencia de Dios, y no por una variación de la temperatura ambiental y
natural. Los sentidos de la vista y la audición serían los siguientes más
ocupados, aunque no con mucha frecuencia, y el sentido del gusto y el olfato quizás
son los menos ocupados.
“Entonces el rey envió allá gente de a caballo, y carros de guerra y un
gran ejército, los cuales llegaron de noche y rodearon la ciudad. Y
levantándose de mañana para salir el que servía al hombre de Dios, he aquí que
el ejército tenía rodeada la ciudad con gente de a caballo y carros. Entonces
su criado le dijo: ¡Ah, señor mío! ¿Qué haremos? Y él le dijo: No tengas miedo,
porque son más los que están con nosotros que los que están con ellos. Y oró Eliseo y dijo: Te ruego, oh Jehová,
que abras sus ojos para que vea. Entonces Jehová abrió los ojos del joven,
y miró; y he aquí que el monte estaba
lleno de gente de a caballo y de carros de fuego alrededor de Eliseo”
2 reyes 6:14-17
Yo estaba en el Espíritu en el
día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz como de
trompeta, que decía: Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último.
Escribe en un libro lo que ves y envíalo a las siete iglesias que están en
Asia: a Éfeso, y a Esmirna, y a Pérgamo, y a Tiatira, y a Sardis, y a
Filadelfia y a Laodicea. Y me volví para
ver la voz que hablaba conmigo; y al volverme, vi siete candeleros de oro; y
en medio de los siete candeleros, a uno semejante al Hijo del Hombre, vestido
con una ropa que le llegaba hasta los pies, y ceñido por el pecho con un cinto
de oro. Y su cabeza y sus cabellos eran blancos como la lana blanca, como la
nieve; y sus ojos como llama de fuego; y sus pies semejantes al bronce bruñido,
ardiente como si estuviera en un horno;
y su voz como el estruendo de muchas aguas. Y tenía en su diestra siete estrellas;
y de su boca salía una espada aguda de dos filos. Y su rostro era como el sol cuando
resplandece en su fuerza. Y cuando le
vi, caí como muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome:
No temas; yo soy el primero y el último, y el que vive; y estuve muerto, y he
aquí que vivo por los siglos de los siglos. Amén. Y tengo las llaves del infierno
y de la muerte. Escribe las cosas que has visto, y las que son, y las que han
de ser después de éstas.
Apocalipsis 1:10-19
Después de esto miré, y he
aquí, una puerta abierta en el cielo; y la
primera voz que oí era como de trompeta que hablaba conmigo, diciendo: Sube acá, y yo te mostraré las cosas que han de suceder después de éstas. Y de
inmediato estaba yo en el Espíritu,
y he aquí, un trono que estaba puesto en el cielo, y uno sentado en él. Y el
que estaba sentado era de aspecto semejante a una piedra de jaspe y de
cornalina; y alrededor del trono había un arco iris semejante en aspecto a la
esmeralda. Y alrededor del trono había veinticuatro tronos; y vi en los tronos
a veinticuatro ancianos sentados, vestidos de ropas blancas, y tenían sobre sus
cabezas coronas de oro. Y del trono salían relámpagos, y truenos y voces; y
siete lámparas de fuego ardían delante del trono, las cuales son los siete espíritus
de Dios.
Apocalipsis 4:1-5
“Entonces fui al ángel y le dije que me diera el librito. Y él me dijo:
Tóma lo y devóralo; te amargará las entrañas, pero en tu boca será dulce como
la miel. Tomé el librito de la mano del
ángel y lo devoré, y fue en mi boca dulce como la miel; y cuando lo comí, me
amargó las entrañas”.
Apocalipsis 10:9-10
“Pero gracias a Dios, que en Cristo siempre nos lleva en triunfo, y que
por medio de nosotros manifiesta en todo lugar la fragancia de su conocimiento. Porque fragante aroma de Cristo somos para Dios entre los que se salvan y
entre los que se pierden”.
2 Corintios 2:14-15
“Como aroma agradable os
aceptaré, cuando os haya sacado de entre los pueblos y os haya recogido de
las tierras donde estáis dispersos; y mostraré mi santidad entre vosotros a la
vista de las naciones”
Ezequiel 20:41
“Pero lo he recibido todo y tengo abundancia; estoy bien abastecido,
habiendo recibido de Epafrodito lo que habéis enviado: fragante aroma, sacrificio aceptable, agradable a Dios”.
Filipenses 4:18
Gracias a la oración de Eliseo,
Dios abrió los ojos espirituales de su siervo, para percibir que, si bien en el
plano natural el veía un gran ejército que los rodeaba, en el plano espiritual había
un ejército de ángeles de Dios cuidándolos. Que tremendo es el cambio de
percepción cuando percibimos con nuestro espíritu y no solo con nuestra carne. Eliseo
estaba confiado ante el problema, mientras su siervo estaba desesperado. ¿Cuándo
nos enfrentamos a un problema o dificultad, apreciamos las cosas solo desde un
punto de vista natural y racional o más bien desde una perspectiva espiritual? Hacerlo
desde esta última forma puede cambiar radicalmente la manera en como percibimos
la realidad, y como nos sentimos y actuamos ante ella.
Fue el funcionamiento de estos sentidos
espirituales, al estar en el espíritu, los que permitieron a muchos profetas ver y moverse en
medio de las visiones que Dios les mostraba. Así Ezequiel vio a los cuatro
seres vivientes y el pecado de los sacerdotes y los demonios ocultos en medio
del antiguo templo. Así también Juan vio en Apocalipsis, estando en el
espíritu. De este modo, estos 5 sentidos básicos que poseemos en nuestro cuerpo,
también están presentes en nuestro espíritu. Pero así como estos son solo sentidos básicos, pues
hay muchos más, en nuestro espíritu también existen muchos más sentidos y
funciones.
La mayoría de las personas no
logramos hacer un uso pleno, o incluso mínimo de estas funciones y sentidos,
porque nuestro espíritu está dormido. Es por ello que, tal como señala la
palabra, Dios debe despertar nuestro espíritu. Es por esa razón que no
percibimos ni vivimos las experiencias espirituales que nos permitirían tener
las funciones y sentidos de nuestro
espíritu. No es que no estén, sino que están dormidas, están en una situación
de reposo. Es como cuando estamos durmiendo y alguien nos trata de despertar y
nos habla y da instrucciones, y nosotros atendemos medios dormidos y medios
despiertos. Sin embargo, luego cuando nos despertamos, no recordamos lo que nos
dijeron o pidieron. De cierta forma, así también está nuestro espíritu. Algo percibe
pero no muy claramente.
“Y despertó el SEÑOR el espíritu
de Zorobabel, hijo de Salatiel, gobernador de Judá, y el espíritu del sumo sacerdote Josué, hijo de Josadac, y el espíritu de todo el remanente del
pueblo. Y vinieron y comenzaron la obra en la casa del SEÑOR de los
ejércitos, su Dios”.
Hageo 1:14
“En el primer año de Ciro, rey de Persia, para que se cumpliera la
palabra del SEÑOR por boca de Jeremías, el
SEÑOR movió el espíritu de Ciro, rey de Persia, y éste hizo proclamar por
todo su reino y también por escrito, diciendo: Así dice Ciro, rey de Persia:
``El SEÑOR, el Dios de los cielos, me ha dado todos los reinos de la tierra, y
Él me ha designado para que le edifique una casa en Jerusalén, que está en
Judá”.
Esdras 1:1-2
En una situación de lejanía de
Dios por causa de nuestro pecado, gran parte de las funciones y sentidos del
espíritu están inactivas, no percibimos la voz de Dios, ni su presencia, no
vemos su mover a favor de nosotros, no hay comunión con Dios, ni intuición, y
al parecer la única luz del espíritu que está medianamente activa es nuestra
consciencia pues nos sentimos mal internamente o avergonzados cuando hacemos
algo incorrecto, aun sin conocer naturalmente la ley de Dios. Pero cuando nos
convertimos y entregamos a Cristo, nuestro espíritu empieza a despertar, a
ponerse en funcionamiento por causa de la luz de Dios. Y en la medida en que más
nos acercamos a Dios, que es Espíritu, mucho más nuestro espíritu con sus
funciones y sentidos despiertan.
Quizás el recurso de comunión con
Dios de mayor efectividad para despertar nuestro espíritu, es como señala el pastor Fernando Orihuela, la adoración. Puesto
que, a diferencia de la oración y el aprendizaje de la biblia, que involucran en
buena medida nuestro entendimiento, y por lo tanto nuestra mente y alma, la
adoración en cambio involucra mucho más nuestro espíritu.
Más la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en
verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en
espíritu y en verdad es necesario que adoren.
Juan 4:23-24
Necesitamos ir despertando nuestro
espíritu, pues es fundamental para el cumplimiento de los propósitos de Dios
con nuestra vida. Cuando Dios despertó el espíritu de Ciro él entendió y ejecutó
el deseo de Dios de construirle un templo. Cuando Dios despertó el espíritu de
Zorobabel, del sumo sacerdote y del remanente del pueblo de Israel, ellos comenzaron
la obra en “la casa de Dios”. No necesitamos despertar nuestro espíritu simplemente
por curiosidad o por lo llamativo de ver el mundo espiritual, de ver ángeles y
demonios, sino para volver al diseño correcto con el que Dios nos creó y sobre
todo, para estar mejor equipados en el cumplimiento de los deseos de Dios.
Hay quienes intentan “meterse” en
el mundo espiritual o activar su espíritu sin tener intenciones correctas, ni
medios correctos, y sirviendo al reino incorrecto. Por ejemplo, buscando obtener
dinero con la adivinación y brujería, haciendo uso de drogas alucinógenas o
probando lo que se ha denominado como “viajes astrales”, involucrándose por
tanto, directamente con el reino de las tinieblas. En el reino de Dios, Juan
entra en el espíritu porque Dios lo llama porque Dios decide mostrarle algo. Entrar en el espíritu y hacer uso de las
potencialidades de nuestro espíritu resultan ser un medio, y no un fin en sí
mismo.
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