La iglesia reúne a una gran variedad de personas, pues aunque la iglesia sea un solo cuerpo, tiene muchos miembros. Siendo así, los conflictos o diferencias entre los miembros puede volverse algo bastante común, porque cada persona tiene sus propias debilidades, preferencias y opiniones. He incluso, distintas formas de entender lo que ocurre en su entorno, y por tanto, distintas formas de proceder frente a determinadas situaciones.
De esta forma, es casi ineludible
que llegue algún momento en que tengamos problemas en nuestras relaciones
sociales, especialmente al interior de nuestras congregaciones. En
consecuencia, es necesario que cada persona en la iglesia sepa que debe hacer
cuando un hermano, líder, o Pastor lo ofende o “peca contra él”.
Conocedor de estas tendencias en
las personas para entrar en pleitos y diferencias, Dios ha dispuesto la solución de ellas. Dios ha
dispuesto un diseño que puede exponerse en una serie de pasos. Son pasos para
alcanzar el perdón, son pasos que debemos hacer vida cuando estemos enojados
con alguien a causa de alguna actitud que nos haya molestado.
De acuerdo a Jesucristo hay 3
pasos que debemos seguir cuando nos han ofendido o cuando consideramos que
alguien ha hecho algo incorrecto:
“Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y
él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano. Más si no te oyere, toma aún
contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda
palabra. Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la
iglesia, tenle por gentil y publicano.” (Mateo 18:15-17)
El primer paso es hablar con la
persona en privado, el segundo paso es hablar con la persona junto con otros
hermanos que deben ser maduros en la fe, y el tercer paso es decirle a la
Iglesia. Por lo tanto, cuando consideres que alguien se ha equivocado, o pecado,
o te ha ofendido, todo lo que hable tu boca sobre el tema debe ir desde lo
privado hacia lo público.
Lamentablemente las personas en
las congregaciones generalmente recorren estos pasos al revés, tienden a ir de
lo público a lo privado. Entonces, ¿QUÉ PASOS NO DEBEMOS SEGUIR?
- Comentar y difundir el asunto a otros hermanos
sin haber hablado primero con el afectado (pecado de murmuración. Véase 1
Corintios 10:10, Santiago 4:11-12, y Filipenses 2:14).
- - Hablar con la persona pero hacerlo enojado, y
sin la intención de llegar al perdón (Dios tampoco te perdonará cuando te
equivoques. Véase Mateo 6:14-15, y Santiago 1: 19-20).
- No decir nada y guardarse el asunto (pecado de
omisión. Véase Santiago 4:17).
Por lo tanto, una persona puede
cometer un error o pecar, pero si lo contamos a otros simplemente estamos
haciendo lo mismo, es decir, cometiendo un error también, y además pecando de
murmuración. Ese camino no tiene ningún sustento celestial, ni muestra en nada
la imagen de Cristo.
Es necesario evitar el exponer a
nuestros hermanos, dejar de contarles a los amigos u otros, dejar de publicar
en Facebook u otras redes sociales nuestros problemas con las personas, y tomar
la decisión valiente, y a la vez humilde, de hablar directamente con quien
tenemos el problema, dejando de lado el enojo y la ira, porque debemos ser
capaces de tener la paciencia que Dios ha tenido con nosotros, y perdonar como él
nos ha perdonado.
“Soportándoos unos a otros y
perdonándoos unos a otros, si alguno tiene queja contra otro; como Cristo os
perdonó, así también hacedlo vosotros” (Colosenses 3:13)
Cuando contamos el error del
hermano a otros (o lo publicamos en Facebook como comúnmente ocurre) solo
estamos mostrándole a Dios nuestra inmadurez, mostrándole lo carnal que somos.
Porque si fuésemos espirituales buscaríamos perdonar y ser perdonados para
manifestar restauración. Esta es la ley de Cristo: ser manso pidiendo y
entregando perdón.
“Hermanos, aun si alguno es
sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradlo en un
espíritu de mansedumbre, mirándote a ti mismo, no sea que tú también seas
tentado. Llevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo.
(Gálatas 6: 1–2).
Es menester que sobre el cuerpo
de Cristo se desate un manto de amor, para ser vestidos de ese manto. El amor
nos solo puede, sino que debe vestirnos, porque por separado podemos ser muy
diferentes e imperfectos, pero bajo un manto de amor podemos llegar a ser
perfectos. Vestidos de amor podremos cumplir la ley de Cristo.
“Soportándoos los unos a los
otros y perdonándoos los unos a los otros, cuando alguien tenga queja del otro.
De la manera que el Señor os perdonó, así también hacedlo vosotros. Pero sobre todas
estas cosas, vestíos de amor, que es el
vínculo perfecto. Y la paz de Cristo gobierne en vuestros corazones, pues a
ella fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos” (Colosenses 3:
13-15)
“Sobre todas estas cosas, vístanse de amor, que es el vínculo de la
unidad (de la perfección)” (Colosenses 3:13 NBLH).
Angelo Palomino