Dios creó al ser humano como un
espíritu dentro de un cuerpo, pero también dotándolo con un alma en su
interior. Cada persona es responsable por esa alma, pero no solo cuando se
trata de la salvación. Es decir, debemos ser responsables por el estado
integral en que se encuentran nuestras almas. Puede usted ser salvo, pero ¿qué
habita dentro de su corazón?, ¿Qué sentimientos o emociones circulan
habitualmente en él? ¿Sus pensamientos se corresponden a los pensamientos de
Dios acerca de usted?
Por esta razón resulta en extremo
valioso aprender acerca de cómo funciona nuestro ser interior, especialmente
nuestra alma, pues de esa forma tendremos herramientas para trabajar en ella y
restaurarla. Es por ello que a continuación, a la luz de la palabra,
revisaremos la función del alma, y luego la sanidad interior.
El alma de todo ser humano, está
compuesta por tres órganos básicos (cada cual con una función en particular).
Estos órganos son; el corazón, que funciona como el centro de las creencias y
emociones; la mente, que funciona como el centro de los pensamientos y el
intelecto; y la voluntad, que funciona como el centro de las decisiones y
determinaciones. En su conjunto, evidentemente esto funciona como un todo que
se denomina alma.
El alma, como el sistema que
agrupa e interrelaciona al corazón, la mente y la voluntad, funciona como un
sistema de interpretación de la realidad[1].
El alma está encargada de darle forma a las cosas que percibimos. Nuestro
cuerpo, que es la parte de nuestro ser que nos permite relacionarnos con el
mundo físico o material, recibe determinada información a través de los
sentidos naturales, tales como la visión, la audición, el gusto, el olfato y el
tacto, pero luego es el alma quién interpreta y genera determinadas
percepciones de lo que captamos a través de dichos sentidos del cuerpo. Es por
lo tanto, el alma quien genera una determinada comprensión o entendimiento de
lo que vive y rodea al ser humano. Es ahí por tanto donde Dios opera para
generar un entendimiento celestial respecto de las escrituras y también de las
circunstancias que vive una persona.
Lucas 24:45 “Entonces les abrió la mente para que comprendieran las
Escrituras”.
Deuteronomio 29:4 “Pero hasta el
día de hoy el SEÑOR no os ha dado corazón
para entender, ni ojos para ver, ni oídos para oír”.
Un ejemplo muy claro que nos
muestra esta facultad del alma es el caso de los 12 espías que Dios envió a la
tierra de Canaán (en el capítulo 13 del libro de Números). De estas 12 personas
que recorrieron la tierra durante 40 días, hubo 10 que dieron un mal reporte,
mientras que 2 diferían de los anteriores y entregaban una opinión
absolutamente positiva. Es destacable que los 12 recorrieron la misma tierra,
vieron exactamente lo mismo, sin embargo mantenían percepciones absolutamente
opuestas. Los primeros reconocían que la tierra era fértil, una tierra donde
fluía leche y miel, pero vivían gigantes que no podrían ser derrotados. En
cambio, los segundos también destacaban el buen estado de la tierra pero
indicando que sí podrían vencer a sus moradores, e incluso fácilmente.
¿Qué determinó estas percepciones
tan opuestas? El alma, específicamente el corazón. Caleb fue el principal espía
que tuvo una interpretación o percepción positiva de lo que observó. Es el
quien explica luego (en el libro de Josué) que su apreciación de la situación
estaba en función de lo que “sentía en su corazón”, esto es porque el corazón
de Caleb, a diferencia de los demás espías, estaba lleno de fe a causa de que
Dios ya había hablado y dicho que esa tierra sería de su pueblo.
Josué 14:7-8 “Yo era de edad de cuarenta años cuando Moisés
siervo de Jehová me envió de Cades-barnea a reconocer la tierra; y yo le traje noticias como lo sentía en mi corazón.
Y mis hermanos, los que habían subido conmigo, hicieron desfallecer el corazón
del pueblo; pero yo cumplí siguiendo a Jehová mi Dios”.
Por lo tanto, las percepciones,
interpretaciones, ideas o apreciaciones que tengas de las situaciones que
vivas, de lo que Dios te mande, e incluso de lo que leas en la escritura, en
realidad siempre estará en función de lo que hay en tu corazón porque el alma
es un sistema de interpretación de las cosas a nuestro alrededor. Es decir, el estado de tu corazón determinará
lo que puedas ver. Incluso, tu nivel de visión espiritual estará en directa
relación al nivel de pureza de tu corazón
Mateo 5:8 “Bienaventurados los de limpio corazón, pues ellos verán a Dios”.
En definitivas cuentas, la
interpretación de las personas acerca de sus situaciones en realidad no es más
de que una proyección de lo que está dentro de ellos. No es “lo de
afuera”, lo que determina a una persona,
sino que es “lo de adentro” lo que determinará como una persona percibe un
determinado asunto. Es por esta razón que la palabra señala que si en tu
corazón hay pureza, verás pureza en las cosas. En cambio, si tu corazón está
corrompido verás corrupción por todos lados.
Tito 1:15: “Todas las cosas son puras para los puros, más para los corrompidos e incrédulos nada es puro, sino que tanto su mente como su conciencia están
corrompidas”.
En realidad esto lo ves de
continuo en tu vida. Por ejemplo, dos novios que viven o ven la misma situación
en igualdad de condiciones, y frente a ello, uno de ello puede opinar A,
mientras que el otro puede opinar B acerca de esa misma circunstancia. Uno
podría pensar que al conocerse tanto deberían pensar o interpretar las cosas de
forma similar. Sin embargo, cada uno de ellos tiene un alma diferente, un alma
con contenidos distintos y por lo tanto con percepciones distintas.
Cuando el Señor rescata a la
iglesia, el espera que la iglesia pueda adoptar su voluntad como propia, pero
para eso también debe aprender a “ver como Dios ve”, a interpretar las cosas
como Dios lo haría. Es por ello, que Dios nos quiere transformar cambiando
nuestro corazón y nuestra mente para entender lo que él hace, para entender su
voluntad.
Marcos 6:52: “Porque aún no entendían el milagro de los panes; porque sus corazones estaban endurecidos”.
Romanos 12:2 “Y no os adaptéis a
este mundo, sino transformaos mediante
la renovación de vuestra mente, para
que verifiquéis cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, aceptable y
perfecto”.
Esto nos lleva a preguntarnos:
¿Cómo estamos interpretando las cosas que nos rodean? ¿Cómo vemos nuestra vida?
¿Estamos realmente viendo como Dios ve, o viendo sesgadamente desde lo corrupto
que aún queda en nuestro corazón? Si estás viendo con pesimismo algún aspecto
de tu vida es porque hay algo que cambiar, no fuera, sino que primero dentro de
tu corazón y mente. Porque es tu alma la que te permite interpretar lo que
vives. Cada vez que atravieses por una circunstancia difícil no consideres
primero tu forma de ver el asunto haciéndote sabio en tu propia opinión. Es
mejor buscar el corazón del padre para que puedas ver el asunto como él lo está
viendo, porque siempre será la forma correcta de percibir las cosas.
Dios desea que nos vaya bien y
prosperemos en el propósito que él, desde antes de la fundación del mundo, ya
había puesto en nosotros. Y para eso, es absolutamente imperioso que nuestra
alma sea prosperada y transformada por su luz y entendimiento
3 Juan 1:2 “Amado, mi oración es que tú seas prosperado en todas las cosas,
y que tengas salud, así como prospera tu
alma”.
Es en este punto en que la
sanidad interior se transforma en algo vital. La sanidad interior es un proceso
mediante el cual nuestro ser interior es limpiado y purificado para ser
restaurado de las heridas emocionales y las falsedades establecidas previamente
en nosotros. La sanidad interior entonces, actúa en el alma para limpiarla de
interpretaciones erróneas surgidas muchas veces de evento trágicos que en
ocasiones se denominan como traumas, las cuales son heridas emocionales
profundas. Estas pueden ser situaciones tan adversas como una violación, o la
muerte prematura de un ser querido, un accidente de auto, una caída de una
escalera o de desde mucha altura, el casi ahogo en una piscina o en el mar, la
vivencia de una catástrofe natural como un terremoto, entre otras.
Esto es porque así como existe la
sanidad física que se aplica al cuerpo, la sanidad interior aplica a nuestra
alma y espíritu. Es decir, así como nuestro cuerpo físico sufre accidentes y se
generan heridas, contusiones u otros, igualmente el alma puede ser dañada, y
sufrir cosas tales como desgarros, destrozos, golpes y caídas, entre otros. En
efecto, los traumas son grietas que se generan en las paredes del alma de las
personas, y muchas veces estas grietas o agujeros son utilizadas por satanás
como entrada para demonios, es como un lugar ideal para que las serpientes
puedan entrar[2] en
una persona.
De este modo, la sanidad interior
es crucial en la vida de todo hijo de Dios, pues todos debemos purificar
nuestra alma de interpretaciones erróneas surgidas muchas veces de eventos
traumáticos.
Por ejemplo, una niña que fue
mordida por un perro a los 5 años de edad, es probable que aun a los 45 años les
tendrá miedo a los perros. Esto, a pesar de que los perros que luego ella vea
no sean peligrosos ni atemorizantes, pero solo por el hecho de haber vivido esa
situación, esa persona percibirá que los perros son un peligro para ella, sin
que efectivamente lo sean.
Una niña q ha vivido el trauma de
una violación, probablemente cuando crezca tenga problemas para relacionarse
con los varones, o quizás tenga problemas al tratar de vivir su vida sexual en
el marco del matrimonio, porque su ser interior interpretará las relaciones
sexuales (o incluso al hombre) como algo negativo y probablemente repulsivo,
todo ello, a causa del trauma que vivió.
U otro caso más cercano para la
iglesia. Una persona que vivió una decepción dentro de una congregación, es muy
probable que le cueste aplicar los principios de sujeción o de respeto y
obediencia a las autoridades que Dios ha puesto (pastores y líderes).
Por lo tanto, es importantísimo
tener un alma sana y prospera. De hecho cuando Dios quiere usar a alguien debe
meter a esa persona en un proceso de sanidad interior para purificarla de
percepciones erróneas, para que pueda ver como él ve, para que pueda actuar
como el actuaría.