viernes, 29 de julio de 2016

El funcionamiento del alma y la sanidad interior


Dios creó al ser humano como un espíritu dentro de un cuerpo, pero también dotándolo con un alma en su interior. Cada persona es responsable por esa alma, pero no solo cuando se trata de la salvación. Es decir, debemos ser responsables por el estado integral en que se encuentran nuestras almas. Puede usted ser salvo, pero ¿qué habita dentro de su corazón?, ¿Qué sentimientos o emociones circulan habitualmente en él? ¿Sus pensamientos se corresponden a los pensamientos de Dios acerca de usted?
Por esta razón resulta en extremo valioso aprender acerca de cómo funciona nuestro ser interior, especialmente nuestra alma, pues de esa forma tendremos herramientas para trabajar en ella y restaurarla. Es por ello que a continuación, a la luz de la palabra, revisaremos la función del alma, y luego la sanidad interior.

El alma de todo ser humano, está compuesta por tres órganos básicos (cada cual con una función en particular). Estos órganos son; el corazón, que funciona como el centro de las creencias y emociones; la mente, que funciona como el centro de los pensamientos y el intelecto; y la voluntad, que funciona como el centro de las decisiones y determinaciones. En su conjunto, evidentemente esto funciona como un todo que se denomina alma.

El alma, como el sistema que agrupa e interrelaciona al corazón, la mente y la voluntad, funciona como un sistema de interpretación de la realidad[1]. El alma está encargada de darle forma a las cosas que percibimos. Nuestro cuerpo, que es la parte de nuestro ser que nos permite relacionarnos con el mundo físico o material, recibe determinada información a través de los sentidos naturales, tales como la visión, la audición, el gusto, el olfato y el tacto, pero luego es el alma quién interpreta y genera determinadas percepciones de lo que captamos a través de dichos sentidos del cuerpo. Es por lo tanto, el alma quien genera una determinada comprensión o entendimiento de lo que vive y rodea al ser humano. Es ahí por tanto donde Dios opera para generar un entendimiento celestial respecto de las escrituras y también de las circunstancias que vive una persona.

Lucas 24:45 “Entonces les abrió la mente para que comprendieran las Escrituras”.

Deuteronomio 29:4 “Pero hasta el día de hoy el SEÑOR no os ha dado corazón para entender, ni ojos para ver, ni oídos para oír”.

Un ejemplo muy claro que nos muestra esta facultad del alma es el caso de los 12 espías que Dios envió a la tierra de Canaán (en el capítulo 13 del libro de Números). De estas 12 personas que recorrieron la tierra durante 40 días, hubo 10 que dieron un mal reporte, mientras que 2 diferían de los anteriores y entregaban una opinión absolutamente positiva. Es destacable que los 12 recorrieron la misma tierra, vieron exactamente lo mismo, sin embargo mantenían percepciones absolutamente opuestas. Los primeros reconocían que la tierra era fértil, una tierra donde fluía leche y miel, pero vivían gigantes que no podrían ser derrotados. En cambio, los segundos también destacaban el buen estado de la tierra pero indicando que sí podrían vencer a sus moradores, e incluso fácilmente.

¿Qué determinó estas percepciones tan opuestas? El alma, específicamente el corazón. Caleb fue el principal espía que tuvo una interpretación o percepción positiva de lo que observó. Es el quien explica luego (en el libro de Josué) que su apreciación de la situación estaba en función de lo que “sentía en su corazón”, esto es porque el corazón de Caleb, a diferencia de los demás espías, estaba lleno de fe a causa de que Dios ya había hablado y dicho que esa tierra sería de su pueblo.

Josué 14:7-8  “Yo era de edad de cuarenta años cuando Moisés siervo de Jehová me envió de Cades-barnea a reconocer la tierra; y yo le traje noticias como lo sentía en mi corazón. Y mis hermanos, los que habían subido conmigo, hicieron desfallecer el corazón del pueblo; pero yo cumplí siguiendo a Jehová mi Dios”.

Por lo tanto, las percepciones, interpretaciones, ideas o apreciaciones que tengas de las situaciones que vivas, de lo que Dios te mande, e incluso de lo que leas en la escritura, en realidad siempre estará en función de lo que hay en tu corazón porque el alma es un sistema de interpretación de las cosas a nuestro alrededor.  Es decir, el estado de tu corazón determinará lo que puedas ver. Incluso, tu nivel de visión espiritual estará en directa relación al nivel de pureza de tu corazón

Mateo 5:8 “Bienaventurados los de limpio corazón, pues ellos verán a Dios”.

En definitivas cuentas, la interpretación de las personas acerca de sus situaciones en realidad no es más de que una proyección de lo que está dentro de ellos. No es “lo de afuera”,  lo que determina a una persona, sino que es “lo de adentro” lo que determinará como una persona percibe un determinado asunto. Es por esta razón que la palabra señala que si en tu corazón hay pureza, verás pureza en las cosas. En cambio, si tu corazón está corrompido verás corrupción por todos lados.

Tito 1:15: “Todas las cosas son puras para los puros, más para los corrompidos e incrédulos nada es puro, sino que tanto su mente como su conciencia están corrompidas”.

En realidad esto lo ves de continuo en tu vida. Por ejemplo, dos novios que viven o ven la misma situación en igualdad de condiciones, y frente a ello, uno de ello puede opinar A, mientras que el otro puede opinar B acerca de esa misma circunstancia. Uno podría pensar que al conocerse tanto deberían pensar o interpretar las cosas de forma similar. Sin embargo, cada uno de ellos tiene un alma diferente, un alma con contenidos distintos y por lo tanto con percepciones distintas.

Cuando el Señor rescata a la iglesia, el espera que la iglesia pueda adoptar su voluntad como propia, pero para eso también debe aprender a “ver como Dios ve”, a interpretar las cosas como Dios lo haría. Es por ello, que Dios nos quiere transformar cambiando nuestro corazón y nuestra mente para entender lo que él hace, para entender su voluntad.

Marcos 6:52: “Porque aún no entendían el milagro de los panes; porque sus corazones estaban endurecidos”.

Romanos 12:2 “Y no os adaptéis a este mundo, sino transformaos mediante la renovación de vuestra mente, para que verifiquéis cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, aceptable y perfecto”.

Esto nos lleva a preguntarnos: ¿Cómo estamos interpretando las cosas que nos rodean? ¿Cómo vemos nuestra vida? ¿Estamos realmente viendo como Dios ve, o viendo sesgadamente desde lo corrupto que aún queda en nuestro corazón? Si estás viendo con pesimismo algún aspecto de tu vida es porque hay algo que cambiar, no fuera, sino que primero dentro de tu corazón y mente. Porque es tu alma la que te permite interpretar lo que vives. Cada vez que atravieses por una circunstancia difícil no consideres primero tu forma de ver el asunto haciéndote sabio en tu propia opinión. Es mejor buscar el corazón del padre para que puedas ver el asunto como él lo está viendo, porque siempre será la forma correcta de percibir las cosas.

Dios desea que nos vaya bien y prosperemos en el propósito que él, desde antes de la fundación del mundo, ya había puesto en nosotros. Y para eso, es absolutamente imperioso que nuestra alma sea prosperada y transformada por su luz y entendimiento

3 Juan 1:2 “Amado, mi oración es que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma”.

Es en este punto en que la sanidad interior se transforma en algo vital. La sanidad interior es un proceso mediante el cual nuestro ser interior es limpiado y purificado para ser restaurado de las heridas emocionales y las falsedades establecidas previamente en nosotros. La sanidad interior entonces, actúa en el alma para limpiarla de interpretaciones erróneas surgidas muchas veces de evento trágicos que en ocasiones se denominan como traumas, las cuales son heridas emocionales profundas. Estas pueden ser situaciones tan adversas como una violación, o la muerte prematura de un ser querido, un accidente de auto, una caída de una escalera o de desde mucha altura, el casi ahogo en una piscina o en el mar, la vivencia de una catástrofe natural como un terremoto, entre otras.
Esto es porque así como existe la sanidad física que se aplica al cuerpo, la sanidad interior aplica a nuestra alma y espíritu. Es decir, así como nuestro cuerpo físico sufre accidentes y se generan heridas, contusiones u otros, igualmente el alma puede ser dañada, y sufrir cosas tales como desgarros, destrozos, golpes y caídas, entre otros. En efecto, los traumas son grietas que se generan en las paredes del alma de las personas, y muchas veces estas grietas o agujeros son utilizadas por satanás como entrada para demonios, es como un lugar ideal para que las serpientes puedan entrar[2] en una persona.

De este modo, la sanidad interior es crucial en la vida de todo hijo de Dios, pues todos debemos purificar nuestra alma de interpretaciones erróneas surgidas muchas veces de eventos traumáticos.
Por ejemplo, una niña que fue mordida por un perro a los 5 años de edad, es probable que aun a los 45 años les tendrá miedo a los perros. Esto, a pesar de que los perros que luego ella vea no sean peligrosos ni atemorizantes, pero solo por el hecho de haber vivido esa situación, esa persona percibirá que los perros son un peligro para ella, sin que efectivamente lo sean.

Una niña q ha vivido el trauma de una violación, probablemente cuando crezca tenga problemas para relacionarse con los varones, o quizás tenga problemas al tratar de vivir su vida sexual en el marco del matrimonio, porque su ser interior interpretará las relaciones sexuales (o incluso al hombre) como algo negativo y probablemente repulsivo, todo ello, a causa del trauma que vivió.

U otro caso más cercano para la iglesia. Una persona que vivió una decepción dentro de una congregación, es muy probable que le cueste aplicar los principios de sujeción o de respeto y obediencia a las autoridades que Dios ha puesto (pastores y líderes).

Por lo tanto, es importantísimo tener un alma sana y prospera. De hecho cuando Dios quiere usar a alguien debe meter a esa persona en un proceso de sanidad interior para purificarla de percepciones erróneas, para que pueda ver como él ve, para que pueda actuar como el actuaría.





Ángelo Palomino

[1] Le debo la maduración de esta idea a Hernán Donoso, profesor y Director de la Escuela Caminando en el Espíritu.
[2] Sides, Dale, Reparemos las grietas del alma. En: Cómo ministrar liberación, Peniel, 2005. p. 157-160.

miércoles, 27 de julio de 2016

El rechazo y su árbol



Uno de los principales y de las primeras temáticas que deben ser abordadas en un proceso de sanidad interior lo constituye el tema del rechazo.  El rechazo ha sido definido como “el acto de arrojar, desechar o descartar  a alguien o algo”[1], lo que implica una falta de valoración con respecto a aquella que sufre y recibe el rechazo.

Este nivel de importancia se debe a que, a pesar de lo que en general se pueda creer, el rechazo es un problema transversal a toda la raza humana,  pues ha sido traspasado a todas las personas desde el pecado de Adán y Eva en el Edén.  En efecto, es justamente la expulsión del Edén el primer evento de rechazo que vivió la humanidad. Imagínese por un momento como se sentiría usted si luego de vivir en un hogar y lugar perfecto donde no carece de nada y se encuentra en absoluta plenitud, de pronto es expulsado de ahí, encontrándose desnudo, con vergüenza y temor. Sin duda un evento así sería un poderoso suceso de rechazo.  Es desde ese entonces que todas las personas portan este problema, aunque sea en márgenes muy acotados. Porque todos nacemos inmersos en esa realidad: fuera del Edén, y con la genética caída de Adán.

De este modo, todos debemos estar siempre dispuestos a examinar nuestro corazón a la luz del entendimiento de este problema, puesto que “el rechazo justamente genera rechazo respecto a la idea de que uno tiene rechazo”, porque quien tiene ese problema, consciente o inconscientemente, busca alejarse de la posibilidad de exponerse, pues el rechazo no es solo un problema del alma, el rechazo es también un espíritu.

Frente a este trascendente tema de sanidad interior, lo primero que debe comprenderse es que, por cuanto Dios (que es amor) formó al ser humano desde su propio aliento, toda persona necesita de tres elementos fundamentales para su crecimiento y formación: el amor, la aceptación y la aprobación. Sin duda el amor es lo más importante, pues de hecho los otros dos elementos proceden del amor, sin embargo de igual manera es importante mencionarlas. Dios, desde su propia naturaleza, creó al ser humano en un ambiente de amor, y desde su carácter de padre, le dio aceptación y aprobación. Por lo tanto, el ser humano requiere de estos tres elementos para crecer con su espíritu y su alma sanos.
Muchas personas pueden colaborar en la provisión de esto. No obstante, son los padres los principales responsables de brindar aquello. Si esto no es provisto, se genera el problema del rechazo. Es decir, la carencia del amor, la aceptación y la aprobación producen rechazo. Y a su vez, una persona con rechazo, generalmente concibe como consecuencia una cierta incapacidad para dar y recibir amor, aprobación y aceptación.

Lo mencionado anteriormente constituye el principal origen y la consecuencia más básica del rechazo. Sin embargo, este problema trasciende lo señalado hacia otros aspectos, pues puede producirse por diversas circunstancias (relacionadas por supuesto con el origen principal), y manifestarse también en muy diversas formas. Es por ello que una de las formas más didácticas de comprender más a fondo este problema es, como se verá a continuación, a través del denominado “árbol del rechazo”.

Dicho árbol[2], permite visualizar el sistema completo del rechazo. Éste está compuesto primero por sus raíces, referidas a aquellas causas que produjeron el rechazo en una persona, habitualmente por traumas; en segundo lugar por el tronco, como aquella parte vinculada a las manifestaciones generales del rechazo, vistas en la personalidad y el comportamiento habitual de una persona; y en tercer lugar por las ramas y frutos del rechazo, como aquellas manifestaciones externas y más explicitas del rechazo vistas en sus actitudes y conductas. Esto último constituye los síntomas del rechazo, es decir las consecuencias más evidentes de que se tiene este problema de sanidad interior.

Raíces
El rechazo puede originarse en las personas de las más diversas maneras posibles en que una persona pueda experimentar falta de amor, aceptación u aprobación. A continuación se ofrece un conjunto de sucesos (que en ocasiones pueden ser traumas) clasificados en las distintas etapas de vida de una persona[3]:

        I.            Raíces antes de nacer: el rechazo puede producirse aun cuando el niño está en gestación dentro de su madre, pues aunque no hay tenido la oportunidad aun de vivir directamente una experiencia de rechazo, si puede recibirlo porque el ser humano no solo es cuerpo, también es alma y espíritu, y por lo tanto puede percibir el rechazo en situaciones tales como: 
                          -    El deseo de los padres de que él bebe tuviese otro sexo, por ejemplo si querían que       fuese niño y es niña, o viceversa.
    -                                       -         Puede ser también por un rechazo de su madre frente a un embarazo complicado y un parto riesgoso o en extremo doloroso.
                            -    El deseo de abortar al bebe, el que sin duda constituye el peor escenario de rechazo para un persona durante la etapa prenatal.

      II.            Raíces en la niñez: la etapa de la niñez es crucial porque se va conformando la identidad de la persona, es donde se está conociendo y absorbiendo todo lo que le entrega su entorno. De modo que el comportamiento y al presencia de los padres para con los hijos en fundamental en dicha etapa. De no producirse esto se genera el rechazo en situaciones como:
-          La falta de atención de los padres y familiares más cercanos.
-          El abandono directo y la falta de interés
-          Las adopciones
-          Las comparaciones entre los hermanos
-          La sobreprotección o exceso de control
-          Palabras hirientes y crítica constante
-          Falta de caricias, de juegos y de conversación o de relación
-          Separación o destrucción de la familia y divorcios
-          Abuso sexual, físico o emocional

    III.            Raíces en la juventud:
-          Exceso de disciplina o padres controladores
-          Avergonzarle delante de otros
-          Exceso de presiones, por ejemplo en su rendimiento escolar.
-          Sobrecarga de trabajos o responsabilidades en su hogar o fuera
-          Pobreza en la familia
-          Abuso sexual, físico o emocional

    IV.            Raíces en la adultez
-          Culpabilidad por un embarazo no deseado
-          Un aborto planificado o no planificado
-          Desastres financieros
-          Complejo físico
-          Ser aislado o separado de la familia
-          Divorcio
-          Infidelidad por parte del otro cónyuge
-          Incapacidad para tener hijos

Tronco
Ésta parte del árbol está referida a aquellas manifestaciones generales del rechazo en una persona, como las características de su personalidad. Esto se muestra en dos formas básicas. Por un lado, el rechazo produce una personalidad aislada, tímida, retraída o distante al resto de las personas, y que le cuesta expresar sus emociones frente a los demás, o con frecuencia prefiere evitar hacerlo. Es alguien que tiende a estar alejado de los grupos humanos o de las personas en general, especialmente si no las conoce, y para poder conocerlas y abrir su corazón o confiar en ellos, se toma más tiempo, de modo que es más lento en su sociabilización con los demás. Esto se debe a que la persona rechazada, consciente o inconscientemente, busca estar lejos de la posibilidad de ser rechaza, porque tiene temor al rechazo del resto. Por esa razón se aísla. Por ejemplo, evitando hablar en público, o atreverse a hacer algo riesgoso, por miedo al ridículo, porque tiene mucho temor a equivocarse y ser avergonzado frente a otros. Es decir, no quiere volver a sentir rechazo de nuevo.

Y por otro lado, está el punto contrario. Aquella persona que también tiene rechazo, pero manifiesta generalmente un tipo de personalidad extrovertida, muy comunicativo y quizás hasta histriónico. Es aquella persona que le gusta llamar la atención del resto, que busca ser el centro de atención y a veces ser el hazmerreír de los demás. De este modo puede ser una persona muy sociable, que le gusta generalmente conocer y rodearse de gente. Esto se debe a que la persona rechazada, al carecer de amor, aprobación y aceptación, intenta suplir aquellos elementos buscándolos en otras personas. Es decir, genera una personalidad y comportamiento habitual que manifiesta una búsqueda de amor, aceptación y aprobación en el resto de las personas. Por esta razón le gusta llamar la atención del resto y se preocupan de proyectar una imagen atrayente. Por ejemplo, jóvenes o adultos que son excesivamente enamoradizos o que les atraen muchas personas en poco tiempo, que se involucran en relaciones y buscan tenerlas, puesto que desde ahí obtienen el amor que no recibieron de un padre o de una madre. O por ejemplo jóvenes que utilizan sus redes sociales, subiendo fotografías suyas o publicaciones para obtener los mayores “me gusta” que se puedan, al punto de ser de suma interés lograr varios, porque de esa forma reciben la aprobación y aceptación que no tuvieron.

Entonces, el rechazo genera dos tipos de personas. Uno tipo de persona que ha sido rechaza y que se aísla del resto para no volver a vivir aquello, rindiéndose a la posibilidad de recibir amor, aceptación y aprobación.  Y el segundo tipo de persona que también ha sido rechazada, pero que justamente por la carencia busca equivocadamente el amor, la aprobación y aceptación del resto, e incluso puede llegar a hacerse adicto de algunos de estos elementos haciendo lo que sea para obtenerlos. En ambos casos, este asunto es problemático, porque como puede desprenderse de las líneas anteriores, el rechazo tiene como consecuencia directa la afectación de la identidad de las personas  y de las percepciones de amor que estas puedan tener. Otra consecuencia compleja, es que, como ya se señaló anteriormente, cuando a la persona se le da amor, ella no sabe cómo reaccionar correctamente, porque no está habituado a ello. Por ejemplo, pueden ser fríos ante las demostraciones de cariño y afecto de los demás (incluso pueden no saber recibir o sentir el amor de Dios), o por el contrario, pueden ser posesivos con la atención y amor que les brinda alguien (como una pareja o amigo).

Ramas y frutos
Puesto que una persona con rechazo puede asumir dos formas de comportamiento básico, o incluso dos tipos de personalidades, las consecuencias o síntomas del rechazo pueden ser, como se ve a continuación, aún más variada[4]:
-          Rechazo a ser confrontado o disciplinado
-          Orgullo y testarudez
-          Incredulidad a Dios y las personas
-          Agresividad
-          Vengativo
-          Contestatario
-          Necedad y rebeldía
-          Baja autoestima
-          Inseguridad y temor
-          Auto condenación
-          Inhabilidad para comunicarse
-          Ansiedad y preocupación
-          Negatividad y pesimismo
-          Falta de identidad
-          Tendencia a la independencia y el aislamiento
-          Egocentrismo
-          Competitividad
-          Perfeccionismo
-          Personas posesivas y manipuladoras

Por medio de este árbol, que nos presenta un panorama general del sistema de rechazo, una persona puede identificar que tiene rechazo y el nivel de este en su vida. Especialmente observando si ha vivido algunas de las causas descritas en las raíces, o si su personalidad se asemeja a lo visto en el tronco, o si quizás presenta actitudes o comportamientos asociados a las ramas y frutos del rechazo.
En vista a lo anterior, ¿consideras que hay algún aspecto que hayas vivido o que te identifique? Piensa tanto en los elementos mencionados en las raíces, como aquellos del tronco, y los síntomas presentados en las ramas y frutos. En todos los seres humanos está este problema de sanidad interior. No obstante, de acuerdo a lo que cada persona ha vivido, puede presentar distintos grados de rechazo. Los elementos señalados pueden servir de guía para ayudarte a descubrir el nivel de rechazo que hay en ti.

¿Cómo ser libre del rechazo?
Para ser libres de este problema que aqueja a la humanidad debemos comprender aún más la obra de Jesucristo en la Cruz. Tanto como el Padre en Edén se compadeció del error del hombre y lo vistió, así también Cristo se compadece de nuestros errores y del rechazo que habita en nuestro corazón. Él también vivió el rechazo para darnos poder para vencer sobre este problema. Es así como Jesús fue rechazado por su propio pueblo, que incluso aceptó salvar a Barrabás por encima de él, y por si fuera poco el mismo pueblo pidió la crucifixión. Él también vivió el rechazo de aquellos que sin ser su pueblo de igual forma vino a salvar, pues fue golpeado y escupido por los romanos. Incluso fue desnudado por ellos antes de subir a la cruz,  mostrándonos un panorama profético del estado del hombre desde su caída en génesis. Y aún más, el mismo llevó la lejanía de Dios cuando expresó “Dios mío, Dios mío, porque me has desamparado”.

“A los suyos vino, y los suyos no le recibieron”. Juan 1.11

“Fue despreciado y desechado de los hombres, varón de dolores y experimentado en aflicción; y como uno de quien los hombres esconden el rostro, fue despreciado, y no le estimamos. Ciertamente El llevó nuestras enfermedades, y cargó con nuestros dolores; con todo, nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y afligido. Más Él fue herido por nuestras transgresiones, molido por nuestras iniquidades.  El castigo, por nuestra paz, cayó sobre El, y por sus heridas hemos sido sanados”. Isaías 53:3-5

Por lo tanto Jesús sufrió el rechazo, todo ello con la finalidad de vencer en la cruz el poder de este problema y hacernos libres a nosotros por medio de su sangre, tanto del pecado, como de las cadenas del rechazo arraigadas en nuestra alma, en nuestra personalidad, actitudes y comportamientos. Él fue rechazado para hacernos libres de aquello.

Finalmente nuestra alma debe ser expuesta a la luz del amor de Dios. Como el rechazo es básicamente la carencia del amor, la aceptación y aprobación, es la presencia del amor de Dios lo que puede destruir el rechazo en nuestra vida. Debemos aprender a vivir sumergidos en su amor que es pleno y que todo lo llena en nosotros, siendo libres de la necesidad de tener que buscar el amor, la aprobación y aceptación en otras personas o situaciones, pero también libres del miedo a ser rechazados, porque ya hemos sido aceptados y aprobados por él. Por lo tanto, la verdad es que ya no tenemos la necesidad de buscar otra cosa aparte de él, ni miedo a arriesgarnos y vivir en fe, porque teniéndolo a él tenemos lo todo. Debemos entender que estamos completos y plenos en su amor. Esa es una verdad que debe arraigarse y cimentarse en nuestro corazón.

“Porque toda la plenitud de la Deidad reside corporalmente en El, y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad”. Colosenses 2:9-10 (RVR1960).




[1] Hayward, Chris. “Venciendo el rechazo”, En: Cómo ministrar liberación, Peniel, 2005. p. 124.
[2] Propuesto por Noel y Phyl Gibson en su libro “envicting demonic intruders” de 1998. Aquí se plantea de forma diferente, pero sobre la base de criterios similares.
[3] Tomado de: Maldonado, Guillermo. “Sanidad interior y liberación”. ERJ Publicaciones, 2010. p. 74-76.
[4] Tomado de: Maldonado, Guillermo. “Sanidad interior y liberación”. ERJ Publicaciones, 2010. p. 77-81.