miércoles, 21 de febrero de 2018

Creciendo en Dios: algunas señales de la niñez y la madurez espiritual




“Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, a la condición de un hombre maduro, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”.
Efesios 4:13

Cuando creemos en Cristo y nacemos de nuevo iniciamos una nueva vida. Y como es propio de toda vida, se inicia un proceso de desarrollo, crecimiento y madurez. De hecho Dios nos pide que iniciemos dicho proceso. No es opcional crecer o no crecer, Dios demanda hacerlo y la iglesia ha de colaborar y fomentar el crecimiento.

Cuando un hijo crece es común que sus padres y cercanos vayan notando y destacando algunos aspectos o hitos de ese proceso. Por ejemplo, muchos van marcando la estatura en el marco de una puerta para ver el crecimiento desde pequeños, algunos subrayan el cambio de voz, la aparición de bello haciendo necesario el afeitarse o depilarse, o quizás notar “el estirón” de los jóvenes, y cuando ya se es bastante más grande se van notando la aparición de arrugas y canas.

Ahora bien, ¿qué aspectos o señales podemos apreciar en nuestras vidas para notar que efectivamente vamos creciendo espiritualmente? O siguiendo efesios 4:13, ¿Cuál es la condición de un hombre o una mujer madura en Dios? ¿Cómo sabemos que vamos avanzando hacia la estatura de Cristo?

Ciertamente, la palabra nos da mucha luz acerca de algunos elementos, cuya presencia o carencia en nuestras vidas, nos permite ir distinguiendo si aún somos bebes o niños espirituales, si estamos en proceso de crecimiento, o si ya hemos avanzado hacia algún grado de madurez en Cristo. No resulta para nada infructuoso ver algunos de estos indicadores bíblicos, primero de aquellos que han madurado y luego de quienes son niños espirituales.

Un primer elemento de alguien que es maduro es que es una persona fuerte en Dios, cuya fuerza le permite servir y ayudar al resto, aun cuando eso signifique sacrificar su propia comodidad, bienestar, anhelos personales, gustos o el agradarse a sí mismo. ¿Consideras que eres alguien débil o fuerte en Dios? ¿Has evitado agradarte a ti mismo(a) con tal de servir a los más débiles o pequeños?

“Así que, nosotros los que somos fuertes, debemos sobrellevar las flaquezas de los débiles y no agradarnos a nosotros mismos”.
Romanos 15:1

Un segundo elemento que caracteriza a alguien maduro en la fe es que es una persona espiritual que, con humildad, se preocupa de restaurar a otros cristianos que se han equivocado al cometer errores o pecados. ¿Te has comprometido consistentemente en la restauración espiritual de otros cristianos?  ¿A cuántas personas y de qué forma has restaurado?

“Hermanos, aun si alguno es sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradlo en un espíritu de mansedumbre, mirándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado”.
Gálatas 6:1-2

Un tercer elemento presente en quienes son maduros es que son personas que se les puede enseñar, pues tienen un corazón receptivo que valora la enseñanza y además son personas a quienes se les pueden hablar la verdad directamente, no solo de sus logros y frutos, sino que también de sus equivocaciones y errores. Son personas capaces de recibir correctamente e incluso apreciar la disciplina o la amonestación para crecer y ser perfeccionados. Incluso pueden ayudar a otros de la misma forma, enseñando y amonestando a otros. ¿Qué tanto valoras la enseñanza de la palabra de Dios? ¿Aprecias y percibes correctamente la disciplina y amonestación para ser perfeccionado?

“Sino que hablando la verdad en amor, crezcamos en todos los aspectos en aquel que es la cabeza, es decir, Cristo”.
Efesios 4:15

“A El nosotros proclamamos, amonestando a todos los hombres, y enseñando a todos los hombres con toda sabiduría, a fin de poder presentar a todo hombre perfecto en Cristo”.
Colosenses 1:28

Un cuarto aspecto es que quienes han alcanzado madurez son personas que han cambiado su sabiduría por la sabiduría de Dios, y por lo tanto también han cambiado su forma de hablar, hablan de forma distinta que cuando llegaron por primera vez a Cristo. Por ejemplo, sus temas de conversación (e interés) son distintos a los temas de sus primeros años de cristiano. Tienen una mentalidad y un lenguaje diferente. Además esa sabiduría, que proviene del Espíritu de Dios, les permite entender las profundidades de Dios. Los maduros tienen acceso a la revelación y a los pensamientos de Dios, de modo que no ignoran lo que Dios les ha otorgado. ¿Has cambiado tu forma de pensar con respecto a tus inicios en Cristo? ¿Tienes acceso a la sabiduría y la revelación de Dios? ¿Sabes los propósitos que Dios tiene con tu vida y lo que él te ha concedido?

"Sin embargo, hablamos sabiduría entre los que han alcanzado madurez; pero una sabiduría no de este siglo, ni de los gobernantes de este siglo, que van desapareciendo, sino que hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta que, desde antes de los siglos, Dios predestinó para nuestra gloria; la sabiduría que ninguno de los gobernantes de este siglo ha entendido, porque si la hubieran entendido no habrían crucificado al Señor de gloria;  sino como está escrito: cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han entrado al corazón del hombre, son las cosas que Dios ha preparado para los que le aman. Pero Dios nos las reveló por medio del Espíritu, porque el Espíritu todo lo escudriña, aun las profundidades de Dios. Porque entre los hombres, ¿quién conoce los pensamientos de un hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Asimismo, nadie conoce los pensamientos de Dios, sino el Espíritu de Dios. Y nosotros hemos recibido, no el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios, para que conozcamos lo que Dios nos ha dado gratuitamente”.
1 Corintios 2: 6-12

Un quinto aspecto presente en alguien que ha ido avanzando hacia la madurez espiritual es que está lejos de ser un neófito. Muy por el contrario, es alguien que tiene muy claro las enseñanzas básicas o elementales del cristianismo, pues conoce a Dios íntimamente. Como es normal en toda persona, un maduro puede llegar a tener preguntas sobre aspectos del cristianismo, pero acerca de grandes temáticas o cuestiones más complejas. Una persona espiritualmente madura no duda acerca de la existencia de Dios, ni de la obra de Cristo, ni la salvación, ni el arrepentimiento. Por lo que puede evangelizar a otros hablándoles del “plan de salvación”, que en realidad no es más que las enseñanzas elementales acerca de Dios. ¿Conoces las enseñanzas elementales acerca de Cristo de modo que puedes enseñarlas a otros, o aun tienes necesidad de que se te enseñe acerca de aquello?

“Por tanto, dejando las enseñanzas elementales acerca de Cristo, avancemos hacia la madurez, no echando otra vez el fundamento del arrepentimiento de obras muertas y de la fe hacia Dios”
Hebreos 6:1

Un sexto aspecto que no puede dejarse de lado es que los maduros no son personas absolutamente perfectas, están lejos de ser el sello de la perfección. No obstante, tienen claro que su meta es Cristo y que es él quien los sostiene por gracia. Ciertamente una persona madura en la fe cometerá errores pues todos los seres humanos somos pecadores, pero a su vez tiene claro cuál es su meta y hacia a donde está avanzando: corre para acercarse y parecerse más y más a Jesucristo. Entonces, no es perfecto pero está siendo perfeccionado, comente errores pero se deja moldear por Dios y la iglesia, puede caerse pero no se queda en el piso se levanta y sigue hacia la meta. Si llegases a pecar, ¿qué haces? ¿Sucumbes ante el error o te levantas sustentándote en la gracia de Dios y sigues mirando a Cristo como tu meta?

Hermanos, yo mismo no considero haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.
Filipenses 3:13-14

Por otro lado, de acuerdo a los que nos muestra la palabra, aquellos que no son maduros sino que son niños espirituales también tienen algunas características. En primer lugar, los niños espirituales son personas a las que no se les evita hablar de la misma forma en como se les habla a los que son maduros o espirituales. Es decir, si a los maduros se les puede hablar de forma directa y franca sobre sus errores o pecados, a los niños espirituales no. ¿Por qué no? Porque no tienen un carácter maduro, y si se les señalan sus equivocaciones o malas decisiones pueden tomárselo incorrectamente, molestándose o enojándose. Quienes son niños espiritualmente tienden a percibir estas palabras como un ataque y no como una oportunidad de crecer y edificarse. ¿Se te debe hablar de una forma especial o se te puede hablar francamente sobre tus errores? ¿Cómo reaccionas a una amonestación? ¿Te enojas y/o molestas y te dan deseos de salir de la iglesia?

Un segundo elemento que puede encontrarse entre los que aún no han madurado es que son cristianos que están bajo el control de la naturaleza pecaminosa. Es decir, aún siguen cometiendo los mismos pecados y con una frecuencia similar a la que tenían antes de conocer a Dios. Algunos de los pecados que más revelan esa naturaleza son los celos y las peleas con otros cristianos. Obviamente que al no ser santos por nuestros sacrificios cometeremos pecados, pero lo que define la inmadurez en estos casos es que el nivel de control que el pecado tiene sobre la vida de una persona. Un maduro pecará, pero el pecado no domina su vida al punto de cometer de forma constante y reiterada el mismo error o equivocación. ¿pecas al punto de que el pecado controle tu vida, o tú, por medio de la gracia y el poder de Dios, dominas el pecado?

“Amados hermanos, cuando estuve con ustedes, no pude hablarles como lo haría con personas espirituales. Tuve que hablarles como si pertenecieran a este mundo o como si fueran niños en Cristo. Tuve que alimentarlos con leche, no con alimento sólido, porque no estaban preparados para algo más sustancioso. Y aún no están preparados, porque todavía están bajo el control de su naturaleza pecaminosa. Tienen celos unos de otros y se pelean entre sí. ¿Acaso eso no demuestra que los controla su naturaleza pecaminosa? ¿No viven como la gente del mundo?”
1 Corintios 3:1-3 (NTV)

Un tercer aspecto que caracteriza a los niños espirituales es que son cristianos que tienen necesidad de que se les enseñe sobre las doctrinas básicas del cristianismo, pues es alguien inexperto en la palabra. A los niños se les da “leche” porque aún no pueden procesar correctamente el alimento sólido. La leche en este caso es la enseñanza elemental, básica o primaria que debe darse a una persona que es cristiana. Esto resulta importante porque muchas veces se pretende aprender mucho más (comer sólido) sin haber crecido realmente en carácter. El alimento solido es para los que han madurado espiritualmente. Entonces, ¿eres inexperto en la palabra de Dios? ¿Conoces las enseñanzas y doctrinas básicas del cristianismo? ¿Podrías explicárselas a alguien? Di la verdad ¿aun tomas leche, ya comes papilla o ya estas comiendo solido?

“Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido. Y todo aquel que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es niño; pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal”.
Hebreos 5:12-14

Un cuarto aspecto dice relación con la forma de pensar, hablar y actuar de las personas. Quienes han madurado tienen una forma responsable de pensar sobre la vida. Por ejemplo, ya no gastan excesivamente sus pensamientos en video juegos o en redes sociales. Proyectan su vida en base a la palabra y la guía de Dios. En cambio, un niño espiritual le cuesta sostener su vida sobre el consejo de Dios, es más bien guiado por los impulsos y deseos del momento. Es cierto que debemos ser como niños para entrar al Reino de los cielos, pero en relación a creer como lo hace un niño. No en la forma de pensar. Entonces ¿qué está guiando tu vida? ¿Proyectas tu vida en base al consejo de Dios o a tus sentimientos o deseos?

“Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; pero cuando llegué a ser hombre, dejé las cosas de niño”.
1 Corintios 13:11

“Hermanos, no seáis niños en la manera de pensar; más bien, sed niños en la malicia, pero en la manera de pensar sed maduros”.
1 Corintios 14:20

Estos elementos señalados nos pueden servir de indicadores bíblicos que nos ayuden a distinguir si somos niños espirituales o si ya estamos en una etapa de madurez. Sin embargo, no debe perderse de vista algunos aspectos adicionales. El primero es que no podemos pensar que “los años que llevamos en el evangelio” nos dan por si solo madurez espiritual. No porque una persona este 20 años congregándose significa que necesariamente es más madura que una persona que solo lleva 2 años. El crecimiento espiritual está mucho más definido por el nivel de entrega y humildad que pueda tener una persona, que por el tiempo que ésta pueda estar en una congregación. En efecto, puede haber alguien que conozca a Dios por 5 años y haya crecido espiritualmente mucho más que otra persona que haya conocido a Dios por 30 años. Sino pregúntele a Timoteo, que aun siendo Joven fue Pastor de personas que de seguro eran mayores que él en edad.

Otro aspecto adicional es que el crecimiento es algo deseado e impulsado por Dios. Es él quien da el crecimiento. Lo que no significa que no hagamos nada, por el contrario, recitamos esforzarnos para darle muerte a nuestra naturaleza pecaminosa y desarrollar la imagen y el carácter de Cristo en nuestra vida, ¡pero por medio de las fuerzas de Dios que provienen del Espíritu Santo! Porque después de todo, no son “nuestros frutos” son los frutos del Espíritu”.

“Y que el Señor os haga crecer y abundar en amor unos para con otros, y para con todos, como también nosotros lo hacemos para con vosotros”.
1 Tesalonicenses 3:12

Y por último, Dios, como padre, tiene herencia para nosotros. Pero esa herencia es puesta en nuestras manos en la medida en que vamos creciendo en él, en su conocimiento, en su gracia, en su autoridad. Por lo que si queremos ver el cumplimento de las promesas de Dios debemos crecer sí o sí.

“Para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, dando fruto en toda buena obra y creciendo en el conocimiento de Dios”.
Colosenses 1:10

“Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A Él sea la gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén”.
2 Pedro 3:18

“En otras palabras, mientras el heredero es menor de edad, en nada se diferencia de un esclavo, a pesar de ser dueño de todo. Al contrario, está bajo el cuidado de tutores y administradores hasta la fecha fijada por su padre”.
Gálatas 4:1-2



Ángelo Palomino