“Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento
pleno del Hijo de Dios, a la condición
de un hombre maduro, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”.
Efesios 4:13
Cuando creemos en Cristo y
nacemos de nuevo iniciamos una nueva vida. Y como es propio de toda vida, se
inicia un proceso de desarrollo, crecimiento y madurez. De hecho Dios nos pide
que iniciemos dicho proceso. No es opcional crecer o no crecer, Dios demanda
hacerlo y la iglesia ha de colaborar y fomentar el crecimiento.
Cuando un hijo crece es común que
sus padres y cercanos vayan notando y destacando algunos aspectos o hitos de
ese proceso. Por ejemplo, muchos van marcando la estatura en el marco de una puerta
para ver el crecimiento desde pequeños, algunos subrayan el cambio de voz, la
aparición de bello haciendo necesario el afeitarse o depilarse, o quizás notar “el
estirón” de los jóvenes, y cuando ya se es bastante más grande se van notando
la aparición de arrugas y canas.
Ahora bien, ¿qué aspectos o
señales podemos apreciar en nuestras vidas para notar que efectivamente vamos
creciendo espiritualmente? O siguiendo efesios 4:13, ¿Cuál es la condición de
un hombre o una mujer madura en Dios? ¿Cómo sabemos que vamos avanzando hacia
la estatura de Cristo?
Ciertamente, la palabra nos da
mucha luz acerca de algunos elementos, cuya presencia o carencia en nuestras
vidas, nos permite ir distinguiendo si aún somos bebes o niños espirituales, si
estamos en proceso de crecimiento, o si ya hemos avanzado hacia algún grado de
madurez en Cristo. No resulta para nada infructuoso ver algunos de estos
indicadores bíblicos, primero de aquellos que han madurado y luego de quienes
son niños espirituales.
Un primer elemento de alguien que
es maduro es que es una persona fuerte en Dios, cuya fuerza le permite servir y
ayudar al resto, aun cuando eso signifique sacrificar su propia comodidad, bienestar,
anhelos personales, gustos o el agradarse a sí mismo. ¿Consideras que eres
alguien débil o fuerte en Dios? ¿Has evitado agradarte a ti mismo(a) con tal de
servir a los más débiles o pequeños?
“Así que, nosotros los que somos
fuertes, debemos sobrellevar las
flaquezas de los débiles y no agradarnos a nosotros mismos”.
Romanos 15:1
Un segundo elemento que
caracteriza a alguien maduro en la fe es que es una persona espiritual que, con
humildad, se preocupa de restaurar a otros cristianos que se han equivocado al
cometer errores o pecados. ¿Te has comprometido consistentemente en la
restauración espiritual de otros cristianos? ¿A cuántas personas y de qué forma has
restaurado?
“Hermanos, aun si alguno es sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradlo
en un espíritu de mansedumbre, mirándote a ti mismo, no sea que tú también
seas tentado”.
Gálatas 6:1-2
Un tercer elemento presente en
quienes son maduros es que son personas que se les puede enseñar, pues tienen
un corazón receptivo que valora la enseñanza y además son personas a quienes se
les pueden hablar la verdad directamente, no solo de sus logros y frutos, sino
que también de sus equivocaciones y errores. Son personas capaces de recibir
correctamente e incluso apreciar la disciplina o la amonestación para crecer y
ser perfeccionados. Incluso pueden ayudar a otros de la misma forma, enseñando
y amonestando a otros. ¿Qué tanto valoras la enseñanza de la palabra de Dios? ¿Aprecias
y percibes correctamente la disciplina y amonestación para ser perfeccionado?
“Sino que hablando la verdad
en amor, crezcamos en todos los aspectos
en aquel que es la cabeza, es decir, Cristo”.
Efesios 4:15
“A El nosotros proclamamos, amonestando
a todos los hombres, y enseñando a todos los hombres con toda sabiduría, a fin de poder presentar a todo hombre
perfecto en Cristo”.
Colosenses 1:28
Un cuarto aspecto es que quienes
han alcanzado madurez son personas que han cambiado su sabiduría por la
sabiduría de Dios, y por lo tanto también han cambiado su forma de hablar,
hablan de forma distinta que cuando llegaron por primera vez a Cristo. Por
ejemplo, sus temas de conversación (e interés) son distintos a los temas de sus
primeros años de cristiano. Tienen una mentalidad y un lenguaje diferente.
Además esa sabiduría, que proviene del Espíritu de Dios, les permite entender
las profundidades de Dios. Los maduros tienen acceso a la revelación y a los
pensamientos de Dios, de modo que no ignoran lo que Dios les ha otorgado. ¿Has
cambiado tu forma de pensar con respecto a tus inicios en Cristo? ¿Tienes
acceso a la sabiduría y la revelación de Dios? ¿Sabes los propósitos que Dios
tiene con tu vida y lo que él te ha concedido?
"Sin embargo, hablamos sabiduría entre los que han
alcanzado madurez; pero una sabiduría no de este siglo, ni de los
gobernantes de este siglo, que van desapareciendo, sino que hablamos sabiduría de Dios en misterio,
la sabiduría oculta que, desde antes de los siglos, Dios predestinó para
nuestra gloria; la sabiduría que ninguno de los gobernantes de este siglo ha
entendido, porque si la hubieran entendido no habrían crucificado al Señor de
gloria; sino como está escrito: cosas
que ojo no vio, ni oído oyó, ni han entrado al corazón del hombre, son las
cosas que Dios ha preparado para los que le aman. Pero Dios nos las reveló por medio del Espíritu, porque el Espíritu
todo lo escudriña, aun las profundidades de Dios. Porque entre los hombres,
¿quién conoce los pensamientos de un hombre, sino el espíritu del hombre que
está en él? Asimismo, nadie conoce los
pensamientos de Dios, sino el Espíritu de Dios. Y nosotros hemos recibido,
no el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios, para que conozcamos lo que Dios nos ha dado
gratuitamente”.
1 Corintios 2: 6-12
Un quinto aspecto presente en alguien
que ha ido avanzando hacia la madurez espiritual es que está lejos de ser un
neófito. Muy por el contrario, es alguien que tiene muy claro las enseñanzas
básicas o elementales del cristianismo, pues conoce a Dios íntimamente. Como es
normal en toda persona, un maduro puede llegar a tener preguntas sobre aspectos
del cristianismo, pero acerca de grandes temáticas o cuestiones más complejas.
Una persona espiritualmente madura no duda acerca de la existencia de Dios, ni
de la obra de Cristo, ni la salvación, ni el arrepentimiento. Por lo que puede
evangelizar a otros hablándoles del “plan de salvación”, que en realidad no es
más que las enseñanzas elementales acerca de Dios. ¿Conoces las enseñanzas
elementales acerca de Cristo de modo que puedes enseñarlas a otros, o aun
tienes necesidad de que se te enseñe acerca de aquello?
“Por tanto, dejando las
enseñanzas elementales acerca de Cristo, avancemos hacia la madurez, no
echando otra vez el fundamento del arrepentimiento de obras muertas y de la fe
hacia Dios”
Hebreos 6:1
Un sexto aspecto que no puede
dejarse de lado es que los maduros no son personas absolutamente perfectas,
están lejos de ser el sello de la perfección. No obstante, tienen claro que su
meta es Cristo y que es él quien los sostiene por gracia. Ciertamente una
persona madura en la fe cometerá errores pues todos los seres humanos somos
pecadores, pero a su vez tiene claro cuál es su meta y hacia a donde está
avanzando: corre para acercarse y parecerse más y más a Jesucristo. Entonces, no
es perfecto pero está siendo perfeccionado, comente errores pero se deja
moldear por Dios y la iglesia, puede caerse pero no se queda en el piso se
levanta y sigue hacia la meta. Si llegases a pecar, ¿qué haces? ¿Sucumbes ante
el error o te levantas sustentándote en la gracia de Dios y sigues mirando a
Cristo como tu meta?
Hermanos, yo mismo no considero
haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y
extendiéndome a lo que está delante, prosigo
a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.
Filipenses 3:13-14
Por otro lado, de acuerdo a los
que nos muestra la palabra, aquellos que no son maduros sino que son niños
espirituales también tienen algunas características. En primer lugar, los niños
espirituales son personas a las que no se les evita hablar de la misma forma en
como se les habla a los que son maduros o espirituales. Es decir, si a los maduros
se les puede hablar de forma directa y franca sobre sus errores o pecados, a
los niños espirituales no. ¿Por qué no? Porque no tienen un carácter maduro, y
si se les señalan sus equivocaciones o malas decisiones pueden tomárselo
incorrectamente, molestándose o enojándose. Quienes son niños espiritualmente tienden
a percibir estas palabras como un ataque y no como una oportunidad de crecer y
edificarse. ¿Se te debe hablar de una forma especial o se te puede hablar
francamente sobre tus errores? ¿Cómo reaccionas a una amonestación? ¿Te enojas
y/o molestas y te dan deseos de salir de la iglesia?
Un segundo elemento que puede encontrarse
entre los que aún no han madurado es que son cristianos que están bajo el
control de la naturaleza pecaminosa. Es decir, aún siguen cometiendo los mismos
pecados y con una frecuencia similar a la que tenían antes de conocer a Dios. Algunos
de los pecados que más revelan esa naturaleza son los celos y las peleas con
otros cristianos. Obviamente que al no ser santos por nuestros sacrificios
cometeremos pecados, pero lo que define la inmadurez en estos casos es que el nivel
de control que el pecado tiene sobre la vida de una persona. Un maduro pecará,
pero el pecado no domina su vida al punto de cometer de forma constante y
reiterada el mismo error o equivocación. ¿pecas al punto de que el pecado
controle tu vida, o tú, por medio de la gracia y el poder de Dios, dominas el
pecado?
“Amados hermanos, cuando estuve con ustedes, no pude hablarles como lo haría con personas espirituales. Tuve que
hablarles como si pertenecieran a este mundo o como si fueran niños en Cristo.
Tuve que alimentarlos con leche, no con alimento sólido, porque no estaban
preparados para algo más sustancioso. Y aún no están preparados, porque todavía están bajo el control de su
naturaleza pecaminosa. Tienen celos
unos de otros y se pelean entre sí. ¿Acaso eso no demuestra que los
controla su naturaleza pecaminosa? ¿No viven como la gente del mundo?”
1 Corintios 3:1-3 (NTV)
Un tercer aspecto que caracteriza
a los niños espirituales es que son cristianos que tienen necesidad de que se
les enseñe sobre las doctrinas básicas del cristianismo, pues es alguien
inexperto en la palabra. A los niños se les da “leche” porque aún no pueden
procesar correctamente el alimento sólido. La leche en este caso es la enseñanza
elemental, básica o primaria que debe darse a una persona que es cristiana. Esto
resulta importante porque muchas veces se pretende aprender mucho más (comer
sólido) sin haber crecido realmente en carácter. El alimento solido es para los
que han madurado espiritualmente. Entonces, ¿eres inexperto en la palabra de
Dios? ¿Conoces las enseñanzas y doctrinas básicas del cristianismo? ¿Podrías explicárselas
a alguien? Di la verdad ¿aun tomas leche, ya comes papilla o ya estas comiendo
solido?
“Porque debiendo ser ya
maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a
enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y
habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad
de leche, y no de alimento sólido. Y todo aquel que participa de la leche es
inexperto en la palabra de justicia, porque es niño; pero el alimento sólido es
para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los
sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal”.
Hebreos 5:12-14
Un cuarto aspecto dice relación
con la forma de pensar, hablar y actuar de las personas. Quienes han madurado tienen
una forma responsable de pensar sobre la vida. Por ejemplo, ya no gastan excesivamente
sus pensamientos en video juegos o en redes sociales. Proyectan su vida en base
a la palabra y la guía de Dios. En cambio, un niño espiritual le cuesta
sostener su vida sobre el consejo de Dios, es más bien guiado por los impulsos
y deseos del momento. Es cierto que debemos ser como niños para entrar al Reino
de los cielos, pero en relación a creer como lo hace un niño. No en la forma de
pensar. Entonces ¿qué está guiando tu vida? ¿Proyectas tu vida en base al
consejo de Dios o a tus sentimientos o deseos?
“Cuando yo era niño, hablaba
como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; pero cuando llegué a ser
hombre, dejé las cosas de niño”.
1 Corintios 13:11
“Hermanos, no seáis niños en la
manera de pensar; más bien, sed niños en la malicia, pero en la manera de pensar sed maduros”.
1 Corintios 14:20
Estos elementos señalados nos pueden
servir de indicadores bíblicos que nos ayuden a distinguir si somos niños espirituales
o si ya estamos en una etapa de madurez. Sin embargo, no debe perderse de vista
algunos aspectos adicionales. El primero es que no podemos pensar que “los años
que llevamos en el evangelio” nos dan por si solo madurez espiritual. No porque
una persona este 20 años congregándose significa que necesariamente es más
madura que una persona que solo lleva 2 años. El crecimiento espiritual está
mucho más definido por el nivel de entrega y humildad que pueda tener una
persona, que por el tiempo que ésta pueda estar en una congregación. En efecto,
puede haber alguien que conozca a Dios por 5 años y haya crecido
espiritualmente mucho más que otra persona que haya conocido a Dios por 30
años. Sino pregúntele a Timoteo, que aun siendo Joven fue Pastor de personas
que de seguro eran mayores que él en edad.
Otro aspecto adicional es que el
crecimiento es algo deseado e impulsado por Dios. Es él quien da el
crecimiento. Lo que no significa que no hagamos nada, por el contrario, recitamos
esforzarnos para darle muerte a nuestra naturaleza pecaminosa y desarrollar la
imagen y el carácter de Cristo en nuestra vida, ¡pero por medio de las fuerzas
de Dios que provienen del Espíritu Santo! Porque después de todo, no son “nuestros
frutos” son los frutos del Espíritu”.
“Y que el Señor os haga crecer
y abundar en amor unos para con otros, y para con todos, como también nosotros
lo hacemos para con vosotros”.
1 Tesalonicenses 3:12
Y por último, Dios, como padre,
tiene herencia para nosotros. Pero esa herencia es puesta en nuestras manos en la
medida en que vamos creciendo en él, en su conocimiento, en su gracia, en su
autoridad. Por lo que si queremos ver el cumplimento de las promesas de Dios
debemos crecer sí o sí.
“Para que andéis como
es digno del Señor, agradándole en todo, dando fruto en toda buena obra y creciendo en el conocimiento de Dios”.
Colosenses 1:10
“Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de
nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A Él sea la gloria ahora y hasta el
día de la eternidad. Amén”.
2 Pedro 3:18
“En otras palabras, mientras el
heredero es menor de edad, en nada se diferencia de un esclavo, a pesar de ser dueño de todo. Al
contrario, está bajo el cuidado de tutores y administradores hasta la fecha
fijada por su padre”.
Gálatas 4:1-2
Ángelo Palomino