Una de los aspectos centrales que
Dios quiere reformar en nosotros es “nuestra identidad”, o mejor dicho lo que
creemos y pensamos que es nuestra identidad. Dios anhela quebrar y desarraigar
estructuras y palabras que él no estableció ni habló sobre nosotros, y a pesar
de lo cual están ahí por distintas causas, (principalmente a causa de la
cultura y lo heredado).
La palabra nos da luz respecto a
éste tema. De acuerdo a ella, la identidad está fuertemente arraigada en lo que
pensamos. Proverbios nos muestra que “tal es la persona” (identidad) de acuerdo
a lo que piensa en su corazón. Por lo tanto, nuestra identidad está en directa
relación con los pensamientos que están sonando dentro de nosotros.
Proverbios 23:7 “Porque cuál es
su pensamiento en su corazón, tal es él”.
Ahora bien, no hay problema en
que la identidad sea algo, en cierto sentido, intangible, y por lo tanto, no
directamente relacionado a lo material. El problema es que lo que pensamos
acerca de nosotros mismos, no es idéntico a lo que El Padre pensó y piensa de
nosotros. Los pensamientos que tenemos son muy distintos a los pensamientos que
Dios tiene.
Isaías 55:8-9 “Porque mis
pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos,
dijo Jehová. Como son más altos los
cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis
pensamientos más que vuestros pensamientos”.
Nuestros pensamientos están muy
alejados de lo que Él Padre piensa, y por lo tanto nuestra identidad, que se
compone de lo que pensamos, también está tremendamente alejada de lo que Dios
piensa que somos, y quiere que seamos. La identidad que proviene de sus
pensamientos es más alta de lo que imaginamos y concebimos con nuestro corazón
y con nuestra mente, así como es tan alto el cielo de la tierra.
Nuestra identidad debe sacudirse
de los pensamientos terrenales, porque como lo expresa Eclesiastés, nada nuevo
hay bajo el sol. ¿Pero sobre él? (¡Selah!). Nuestro corazón y nuestros
pensamientos deben experimentar sus alturas, para ser todo que él piensa que
somos. Y para él somos mucho más de lo que la tierra y su cultura nos dice que
somos.
Debemos desaprender lo que
creemos que somos, debemos quebrar con nuestras propias percepciones acerca de
lo que pensamos que somos, porque sin darnos cuenta podemos vivir literalmente
con una identidad falsa si es que no somos expuestos a su sabiduría de lo alto.
Dios continuamente fue rompiendo
con “lo conocido” en aquellos hombres que fueron llamados a vivir y caminar con
él. Hay dos ejemplos notables de esto. Moisés conocía el fuego, y conocía las
zarzas, sabía que el fuego quemaba, y que todo lo que fuera expuesto al fuego
se consumiría. Sin embargo, Dios quebró sus límites de “lo conocido” y de lo
aprendido. Dios le mostró que las cosas no siempre serían como el las concibió
en su mente a causa de lo aprendido por su experiencia. Todo aquel que ha
tocado el fuego se ha quemado, y cada vez que se acerque nuevamente ya sabe que
el fuego puede quemarlo. Pero Dios empezó a reformar la mente de Moisés, a fin
de que dentro de él se desprogramaran las limitantes de lo conocido y de lo posible,
mostrando que una zarza podía arder sin consumirse, y que de ella podía salir
una voz manifestando y dándole la experiencia de que lo imposible en Dios es en
realidad solo un concepto de límite presente en nuestra mente, pero no en la
mente de Dios, en la mente de Cristo. En Moisés tenía que arraigarse la fe de
que el pueblo esclavo sería un pueblo de reyes y sacerdotes. Moisés, el
príncipe criado en Egipto, tenía que tener la fe para conducir al Príncipe de
Dios (Israel) por el desierto, sin morir en el intento. Sus pensamientos tenían
que ser removidos, no a causa de él, sino a causa de Israel.
Un segundo ejemplo notable la
constituye la historia de Gedeón, en cuyo caso, primero él tuvo que ser
desprendido de sus pensamientos, por lo tanto cambiando su identidad en dicho
proceso.
Jueces 6:11-12; 14-15 “Y vino el
ángel de Jehová, y se sentó debajo de la encina que está en Ofra, la cual era
de Joás abiezerita; y su hijo Gedeón
estaba sacudiendo el trigo en el lagar, para esconderlo de los madianitas. Y el
ángel de Jehová se le apareció, y le dijo: Jehová está contigo, varón esforzado
y valiente. […] Y mirándole Jehová, le dijo: Vé con esta tu fuerza, y
salvarás a Israel de la mano de los madianitas. ¿No te envío yo? Entonces le
respondió: Ah, señor mío, ¿con qué salvaré yo a Israel? He aquí que mi familia es pobre en Manasés, y yo el menor en la casa de
mi padre”.
Gedeón es el personaje por
excelencia que vive una vida con una identidad que no le pertenece. Gedeón
escondía el trigo de los enemigos, no se atrevía a hacerlo en público, toda
persona que evidencia ese tipo de actitud podría ser evidentemente reconocida
como un miedoso. ¡Pero el Angel que trae la verdad de Dios le dice varón
esforzado y valiente! Podría ser esforzado porque estaba trabajando, pero de
ser valiente estaba muy lejos. De hecho, a causa de su inseguridad, pide muchas
confirmaciones para estar seguro de que tendría victoria en aquellas cosas que
Dios estaba demandando que hiciera, a pesar de que estaba conversando
directamente con un ángel.
Gedeón evidentemente no era un
varón valiente. ¿Se equivocó acaso el ángel? ¿Le mintió? No, le dijo la verdad,
sacó a luz la verdad sobre su identidad. Dios, que no miente, decía que él era
valiente, aunque Gedeón viviera como un miedoso e inseguro. Porque Gedeón vivía
en la realidad del mundo, pero no en la verdad de Dios, el no cambia sino hasta
que la verdad de Dios abre sus ojos para ver y entender que su identidad era
distinta a lo que él siempre fue, y pensó sobre cómo era.
Cuando el Señor nos muestra que
sus pensamientos están muy lejos de los nuestros, nos muestra que nuestra
identidad es falsa, porque la identidad proviene de nuestros pensamientos, y
éstos están tan lejos de los pensamientos del Padre como lo la distancia entre
el cielo y la tierra.
Necesitamos una reforma dentro
nuestro, para que se quiebre esa máscara que nos engaña pensando que somos una
cosa que en verdad no somos, puede ser realidad (como en el caso de Gedeón)
pero sin duda no es verdadera y por lo tanto no proviene del Padre. Por ésta
razón podemos ser transformados por medio de la renovación de nuestro
entendimiento, nuestra identidad y todo lo que somos puede cambiar cuando a
tomar lo nuevo que proviene del cielo.
Romanos 12:2 (LBLA) “Y no os adaptéis a este mundo, sino transformaos
mediante la renovación de vuestra mente, para que verifiquéis cuál es la
voluntad de Dios: lo que es bueno, aceptable y perfecto”
Romanos 12:2 (NTV) “No imiten las conductas ni las costumbres de este
mundo, más bien dejen que Dios los transforme en personas nuevas al cambiarles
la manera de pensar. Entonces aprenderán a conocer la voluntad de Dios para
ustedes, la cual es buena, agradable y perfecta.
Que nuestro entendimiento se
expanda en las alturas del Padre, para ser lo que verdaderamente somos. Y en
ese proceso de ver quiénes somos en él, desaprendamos lo que la cultura
terrenal de éste mundo dice que somos. Nos despojemos del viejo hombre, de la
vieja identidad, de la manera pasada de vivir, y vivamos en lo que la voz
del Él Padre dice que somos. El nos alza a sus alturas para disolver lo que somos en la tierra, y empezar a ser lo que somos en los cielos.
Colosenses 3:9-10 “No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con
sus hechos, y revestido del nuevo, el
cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento
pleno”.
Efesios 4:21-24 “si en verdad le habéis oído, y habéis
sido por él enseñados, conforme a la
verdad que está en Jesús. En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos
del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y
vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la
verdad”.
Job 30:22 "Me alzaste sobre el viento, y me hiciste cabalgar en el, y disolviste mi sustancia".
Job 30:22 "Me alzaste sobre el viento, y me hiciste cabalgar en el, y disolviste mi sustancia".
Angelo Palomino
Hijo del Altísmo
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