sábado, 25 de octubre de 2014

Buscando identidad en él


Una de los aspectos centrales que Dios quiere reformar en nosotros es “nuestra identidad”, o mejor dicho lo que creemos y pensamos que es nuestra identidad. Dios anhela quebrar y desarraigar estructuras y palabras que él no estableció ni habló sobre nosotros, y a pesar de lo cual están ahí por distintas causas, (principalmente a causa de la cultura y lo heredado).

La palabra nos da luz respecto a éste tema. De acuerdo a ella, la identidad está fuertemente arraigada en lo que pensamos. Proverbios nos muestra que “tal es la persona” (identidad) de acuerdo a lo que piensa en su corazón. Por lo tanto, nuestra identidad está en directa relación con los pensamientos que están sonando dentro de nosotros.

Proverbios 23:7  “Porque cuál es su pensamiento en su corazón, tal es él”.

Ahora bien, no hay problema en que la identidad sea algo, en cierto sentido, intangible, y por lo tanto, no directamente relacionado a lo material. El problema es que lo que pensamos acerca de nosotros mismos, no es idéntico a lo que El Padre pensó y piensa de nosotros. Los pensamientos que tenemos son muy distintos a los pensamientos que Dios tiene.

Isaías 55:8-9 “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos”.

Nuestros pensamientos están muy alejados de lo que Él Padre piensa, y por lo tanto nuestra identidad, que se compone de lo que pensamos, también está tremendamente alejada de lo que Dios piensa que somos, y quiere que seamos. La identidad que proviene de sus pensamientos es más alta de lo que imaginamos y concebimos con nuestro corazón y con nuestra mente, así como es tan alto el cielo de la tierra.

Nuestra identidad debe sacudirse de los pensamientos terrenales, porque como lo expresa Eclesiastés, nada nuevo hay bajo el sol. ¿Pero sobre él? (¡Selah!). Nuestro corazón y nuestros pensamientos deben experimentar sus alturas, para ser todo que él piensa que somos. Y para él somos mucho más de lo que la tierra y su cultura nos dice que somos.

Debemos desaprender lo que creemos que somos, debemos quebrar con nuestras propias percepciones acerca de lo que pensamos que somos, porque sin darnos cuenta podemos vivir literalmente con una identidad falsa si es que no somos expuestos a su sabiduría de lo alto.

Dios continuamente fue rompiendo con “lo conocido” en aquellos hombres que fueron llamados a vivir y caminar con él. Hay dos ejemplos notables de esto. Moisés conocía el fuego, y conocía las zarzas, sabía que el fuego quemaba, y que todo lo que fuera expuesto al fuego se consumiría. Sin embargo, Dios quebró sus límites de “lo conocido” y de lo aprendido. Dios le mostró que las cosas no siempre serían como el las concibió en su mente a causa de lo aprendido por su experiencia. Todo aquel que ha tocado el fuego se ha quemado, y cada vez que se acerque nuevamente ya sabe que el fuego puede quemarlo. Pero Dios empezó a reformar la mente de Moisés, a fin de que dentro de él se desprogramaran las limitantes de lo conocido y de lo posible, mostrando que una zarza podía arder sin consumirse, y que de ella podía salir una voz manifestando y dándole la experiencia de que lo imposible en Dios es en realidad solo un concepto de límite presente en nuestra mente, pero no en la mente de Dios, en la mente de Cristo. En Moisés tenía que arraigarse la fe de que el pueblo esclavo sería un pueblo de reyes y sacerdotes. Moisés, el príncipe criado en Egipto, tenía que tener la fe para conducir al Príncipe de Dios (Israel) por el desierto, sin morir en el intento. Sus pensamientos tenían que ser removidos, no a causa de él, sino a causa de Israel.

Un segundo ejemplo notable la constituye la historia de Gedeón, en cuyo caso, primero él tuvo que ser desprendido de sus pensamientos, por lo tanto cambiando su identidad en dicho proceso.

Jueces 6:11-12; 14-15  “Y vino el ángel de Jehová, y se sentó debajo de la encina que está en Ofra, la cual era de Joás abiezerita; y su hijo Gedeón estaba sacudiendo el trigo en el lagar, para esconderlo de los madianitas. Y el ángel de Jehová se le apareció, y le dijo: Jehová está contigo, varón esforzado y valiente. […] Y mirándole Jehová, le dijo: Vé con esta tu fuerza, y salvarás a Israel de la mano de los madianitas. ¿No te envío yo? Entonces le respondió: Ah, señor mío, ¿con qué salvaré yo a Israel? He aquí que mi familia es pobre en Manasés, y yo el menor en la casa de mi padre”.

Gedeón es el personaje por excelencia que vive una vida con una identidad que no le pertenece. Gedeón escondía el trigo de los enemigos, no se atrevía a hacerlo en público, toda persona que evidencia ese tipo de actitud podría ser evidentemente reconocida como un miedoso. ¡Pero el Angel que trae la verdad de Dios le dice varón esforzado y valiente! Podría ser esforzado porque estaba trabajando, pero de ser valiente estaba muy lejos. De hecho, a causa de su inseguridad, pide muchas confirmaciones para estar seguro de que tendría victoria en aquellas cosas que Dios estaba demandando que hiciera, a pesar de que estaba conversando directamente con un ángel.

Gedeón evidentemente no era un varón valiente. ¿Se equivocó acaso el ángel? ¿Le mintió? No, le dijo la verdad, sacó a luz la verdad sobre su identidad. Dios, que no miente, decía que él era valiente, aunque Gedeón viviera como un miedoso e inseguro. Porque Gedeón vivía en la realidad del mundo, pero no en la verdad de Dios, el no cambia sino hasta que la verdad de Dios abre sus ojos para ver y entender que su identidad era distinta a lo que él siempre fue, y pensó sobre cómo era.

Cuando el Señor nos muestra que sus pensamientos están muy lejos de los nuestros, nos muestra que nuestra identidad es falsa, porque la identidad proviene de nuestros pensamientos, y éstos están tan lejos de los pensamientos del Padre como lo la distancia entre el cielo y la tierra.

Necesitamos una reforma dentro nuestro, para que se quiebre esa máscara que nos engaña pensando que somos una cosa que en verdad no somos, puede ser realidad (como en el caso de Gedeón) pero sin duda no es verdadera y por lo tanto no proviene del Padre. Por ésta razón podemos ser transformados por medio de la renovación de nuestro entendimiento, nuestra identidad y todo lo que somos puede cambiar cuando a tomar lo nuevo que proviene del cielo.

Romanos 12:2 (LBLA) “Y no os adaptéis a este mundo, sino transformaos mediante la renovación de vuestra mente, para que verifiquéis cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, aceptable y perfecto”

Romanos 12:2 (NTV) “No imiten las conductas ni las costumbres de este mundo, más bien dejen que Dios los transforme en personas nuevas al cambiarles la manera de pensar. Entonces aprenderán a conocer la voluntad de Dios para ustedes, la cual es buena, agradable y perfecta.

Que nuestro entendimiento se expanda en las alturas del Padre, para ser lo que verdaderamente somos. Y en ese proceso de ver quiénes somos en él, desaprendamos lo que la cultura terrenal de éste mundo dice que somos. Nos despojemos del viejo hombre, de la vieja identidad, de la manera pasada de vivir, y vivamos en lo que la voz del  Él Padre dice que somos. El nos alza a sus alturas para disolver lo que somos en la tierra, y empezar a ser lo que somos en los cielos.

Colosenses 3:9-10  “No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno”.

Efesios 4:21-24  “si en verdad le habéis oído, y habéis sido por él enseñados, conforme a la verdad que está en Jesús. En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad”.

Job 30:22 "Me alzaste sobre el viento, y me hiciste cabalgar en el, y disolviste mi sustancia".



Angelo Palomino
Hijo del Altísmo

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