martes, 17 de septiembre de 2013

Dejando huella en lo eterno




Muy a menudo ponemos toda nuestra atención, todos nuestros esfuerzos y ministerios en pensar aquello que Dios puede hacer con nosotros, lo cual por cierto es muy bueno, creer lo que El dice de nosotros y actuar en fe, sabiendo que nuestro postrer estado será mejor que el de hoy por que el nos lleva de gloria en gloria.

No obstante lo anterior, continuamente dejamos de lado aquello que nosotros podemos hacer por él, creer lo que él dice que hará con nosotros es también agradar a Dios, pero en nuestra mente y corazón  pueden estar muy lejos de querer y anhelar agradarlo como primer objetivo. Creo profundamente que ante todo lo que el corazón de Dios busca son hombres que anhelen agradarle a él, que busquen cumplir con los sueños y deseos de Dios.

Quizás, y he aquí el centro de esta entrada, falta conocer que nosotros aún siendo finitos y limitados podemos y somos capaces de marcar a un Dios y su corazón que es infinito y eterno. Después de todo, nada es imposible para el que cree, nada ni siquiera que un hombre común y corriente sea capaz de dejar huella en el corazón de Dios.

De hecho es posible y también ha ocurrido en el pasado. Quienes tienen y viven con ese deseo en su corazón puede ir y ver más allá de lo que dice la acostumbrada interpretación de la palabra, ver la esencia de lo que realmente lograron los grandes hombres de Dios, cuyas hazañas solo fueron un reflejo de las victorias que tuvieron en el secreto, en lo escondido dentro del corazón del Padre, porque lo público solo muestra lo logrado en lo secreto.

David fue un hombre conforme al corazón de Dios, David dejó huella en el corazón del Padre. El siendo hombre logró aquello, el murió y su nombre fue recordado por Dios hasta muchas generaciones después de él, de hecho solo por causa de él, Jehová juró tener a alguien de su descendencia en el trono de Israel. Es más incluso Jesús mismo, el hijo de Dios es llamado como el hijo de David, como la raíz de David, David marcó el corazón de Dios de una forma como quizás pocos lo han hecho, al punto que Dios dijo de él que era un hombre conforme a su corazón.

Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham”

Mateo 1:1

Abraham fue el Padre de la fe, y aun como tal murió, pero dejó su huella en la mente del Señor, yo creo que incluso marcó la identidad de Dios, porque Dios se hacía llamar a sí mismo como el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, en un periodo donde el nombre de Dios era tan respetado por su santidad que los Israelitas no lo mencionaban. Dios tomó los nombres de personas finitas, de gente que cuyas vidas pasarían, y los unió a su nombre, se identificó a sí mismo con nombres de hombres, y los nombres en la biblia siempre nos hablan de identidad.

Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob. Y Moisés, temblando, no se atrevía a mirar”.

Hechos 7:32

Solo un último ejemplo, Daniel fue un joven que marcó presencia, que dejó una huella a todas las generaciones por venir, pero sobre todo en el cielo y para con Dios. Daniel fue un profeta que gobernó desde lo espiritual, que gobernó en medio de distintos imperios, gobiernos pasaron pero él se mantuvo. Lo interesante de él es que la biblia contiene un libro con su nombre y su contenido es su vida, es su historia, es un legado para todos, por medio de su libro Daniel pasó a la posteridad. Y así como el cada uno de nosotros tiene esa posibilidad, cada uno de nosotros tiene un libro que escribir, un libro que Dios tiene para sí, de cada uno depende que sea un libro agradable, que sea una historia que llene de alegría el corazón del Padre.

Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras”.

Apocalipsis 20:12

Es el libro de la vida, y claro, como es común se le sigue tomando bajo el énfasis de aquellos que son o no son salvos, pero ese libro también contiene las obras que nosotros hemos hecho y las que nos quedan por hacer.

Que este escrito sea un impulso para que nuestras obras de aquí en adelante sean  obras que dejen huella en el corazón de Dios, que marquen su memoria y el nos recuerde aun pasen mil generaciones, que pasen siglos y su corazón siga anhelando tener un hijo así en la tierra que sepa buscarle y agradarlo a él, que sepa tocar su corazón, porque aunque seamos finitos, aunque seamos polvo, el nos ama, y nuestra fe nos permite lograr lo que parece imposible, que lo perecedero de nuestro ser marque lo eterno de su corazón e identidad.


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