Parte II: El Corazón
Si la mente es la puerta de conexión entre el alma y el cuerpo, el corazón
es la puerta de conexión entre el alma y el espíritu. Y para Dios también es
importante, de hecho, es interesante notar que para Dios pareciera que el
corazón es más importante que la mente. Él pone su mirada sobre el corazón por
sobre la mente, sus ojos eligen mirar el corazón de un hombre, más que su
mente. ¿Por qué?
1 Samuel 16:7 Y Jehová respondió a Samuel: No mires a su
parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no
mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus
ojos, pero Jehová mira el corazón.
Como se señaló anteriormente, a
Dios también le importa la mente, pero entre mente y corazón prefiere centrar
su mirada en éste último. La respuesta está en que la mente es la habitación
del intelecto y los pensamientos, pero el corazón es la habitación de la fe y
las creencias.
Romanos 10:10 Porque con el corazón se cree para justicia, pero
con la boca se confiesa para salvación.
En primer lugar, el corazón
termina siendo más relevante porque una creencia firmemente arraigada en el
corazón genera pensamientos acorde a esa fe del corazón. Es decir, aunque la
morada definitiva de los pensamientos está en la mente, el corazón es el
encargado de generarlos.
Proverbios 23:7 Porque cuál es su pensamiento en su corazón,
tal es él. Come y bebe, te dirá; Mas su corazón no está contigo.
La palabra nos muestra entonces
que el corazón “también piensa”, éste es el responsable de originarlos, porque
los pensamientos nacen como argumentos de la fe, o de una creencia. Por
ejemplo, las personas ateas, no son no creyentes porque su elevado nivel de
conocimiento mental les diga que Dios no existe, sino que primero es la postura
de su corazón la que determina que crean o no en Dios, y luego de establecerse
dicha creencia, se establecen los razonamientos y argumentos para decir que
Dios no existe, porque es en el corazón donde el hombre se posiciona delante de
Dios.
Proverbios 14: 1 Dice el necio en su corazón: No hay Dios.
Por esta misma razón Jesús les
decía a sus discipulados que hicieran todo lo que decían los Fariseos, pero que
no imitaran su conducta, porque los fariseos sabían y conocían el antiguo
testamento (toda la ley y los profetas), de hecho prácticamente se lo sabían de
memoria, es decir, lo conocían en su mente, sin embargo no tenían esa ley en
sus corazones.
Mateo 23:2-3 En la cátedra de
Moisés se sientan los escribas y los fariseos. Así que, todo lo que os digan
que guardéis, guardadlo y hacedlo; más no hagáis conforme a sus obras, porque
dicen, y no hacen.
Por esta razón no había que
imitar su conducta, porque sus corazones estaban lejos de las leyes y los
profetas. De ahí que Jesús dijese que del corazón salen los pecados del hombre.
En definitiva, allí está el origen de los pensamientos, y de los malos
pensamientos, y una serie de otras conductas que Dios reprueba. Aunque sabían
la ley, esta nunca creó fe en sus corazones, era tan solo memoria dentro de su
mente.
Mateo 15:19 Porque del corazón
salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las
fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias.
En segundo lugar, el corazón
también es relevante (y como tal un campo de lucha) porque es la tierra que el
hombre posee, donde las semillas son las palabras. Jesús explica esto con la
parábola del sembrador. El Señor indica que la semilla es la palabra, y la
tierra es el corazón de quienes oyen la palabra.
Lucas 8:11; 15 Esta es, pues, la
parábola: La semilla es la palabra de Dios. […] Más la que cayó en buena
tierra, éstos son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y
dan fruto con perseverancia.
Nuevamente Jeremías nos sirve
para dar luz sobre éste tema: el propósito de Jeremías era también plantar. Y
para esto Dios colocó su palabra en la boca del profeta, para que el sembrara
las palabras del cielo sobre una tierra amplia, un pueblo entero (probablemente
una tierra que no fue la mejor). Dios al poner sus palabras en él puso semilla
en el plantador, cuando la palabra-semilla crece, produce fe, y la fe produce
frutos, porque la fe viene por el oír la palabra de Dios.
Así como debemos cuidar nuestra
mente de las estructuras de mentiras, y si las hay debemos derribarlas, en
nuestro corazón debemos cuidar ser buena tierra para las palabras de Dios, tierra
que no tenga piedras, ni espinos, ni estemos junto al camino incorrecto. Y si
los hay, Dios también enviará su palabra que es martillo que golpea la piedra,
fuego que quema todo espino, y que nos abre caminos correctos de rectitud donde
pasen sus aguas a nutrir su semilla.
Jeremías 23:29 ¿No es mi palabra como fuego, dice Jehová, y
como martillo que quebranta la piedra?
En tercer lugar, el corazón
también es importante porque es un lugar del alma donde Dios puede escribir. De
hecho, el corazón opera como un libro que contiene palabras, y esas palabras
son las que luego se transforman en pensamientos, y en acciones. Por esta razón
Dios no solo les da su ley en tablas de piedra al pueblo de Israel, sino que
también las quiere escribir en las tablas de sus corazones.
Proverbios 7:3 Lígalos a tus dedos; Escríbelos en la tabla
de tu corazón.
Jeremías 31:33 Porque éste será el pacto que haré con la
casa de Israel después de aquellos días, dice Jehovah: Pondré mi ley en su
interior y la escribiré en su corazón. Yo seré su Dios, y ellos serán mi
pueblo.
Deuteronomio 11:18 Grabad, pues, estas mis palabras en vuestro corazón
y en vuestra alma; atadlas como una señal a vuestra mano, y serán por insignias
entre vuestros ojos.
Nuestra vida, tarde o temprano,
manifiesta aquello que está escrito en nuestro corazón, a veces primero con
pensamientos, a veces directamente con pecados, porque tanto lo que pensamos
como lo que pecamos tiene su raíz en el corazón. Los pecados que más nos cuesta
dejar son aquellos que se han escrito con cincel de hierro sobre nosotros.
Si nos cuesta ser humildes, nos
es necesario orar y pedir: ¡Señor escribe humildad en mi corazón! ¡Borra de mi
toda soberbia y orgullo!, si nos cuesta alabar y adorar: ¡Señor escribe en mi
tus canciones que vienen de lo alto! (sobre todo si somos ministros de
alabanza), si estamos llenos de dudas y cuestionamientos ¡Señor escribe en mi
tu fe y tu certidumbre! Y mucho más aún, pidamos que el Espíritu Santo escriba
en nuestros corazones el amor a Dios por sobre todo, que Él Señor talle su
primer mandamiento en las tablas de nuestro corazón.
Jeremías 17:1 El pecado de Judá escrito está con cincel de hierro y con
punta de diamante; esculpido está en la tabla de su corazón, y en los cuernos
de sus altares,
2 Corintios 3:3 siendo manifiesto que sois carta de Cristo
expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios
vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón.
En cuarto lugar, el corazón es
relevante también porque su estado determina enormemente nuestro nivel de
acceso y de visión del mundo espiritual. Como mencionábamos en un versículo
anterior, si una persona no cree en Dios, y por ende no puede convertirse, es
por el estado de su corazón, el estado de su corazón determina que no pueda
acceder al Padre (“dice el necio en su corazón, no hay Dios”).
Hechos 26:18 para que abras sus ojos, para que se
conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para
que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los
santificados.
Así mismo, aunque ya seamos
creyentes, convertidos o hijos, el estado de nuestro corazón sigue siendo
importante, porque de acuerdo al estado de limpieza y pureza de nuestro
corazón, dependerá nuestra capacidad de ver a Dios.
Mateo 5:8 Bienaventurados los de limpio corazón: porque
ellos verán a Dios.
Si no hemos visto a Dios obrar en
nuestras vivas (aunque él si lo haga, pero no seamos capaces de verlo o
reconocerlo), es porque nuestro corazón ha sido incrédulo o no ha estado limpio
(que en realidad es lo mismo).
Hechos 15:8-9 Y Dios,
que conoce lo que hay en los corazones, ha testificado de ellos y les ha dado
el espíritu santo al igual que a nosotros, no haciendo ninguna diferencia entre
nosotros y ellos, porque limpió sus corazones mediante la fe.
Ver a Dios es posible, por medio
de la fe hemos visto a Dios, porque la fe no es “ciega”, Dios ciertamente dice
que hay que “vivir por fe y no por vista”, pero en ese versículo la vista se
refiere a ver lo natural, y lo que hace la fe es negarse a creer en lo que se
ve en lo natural, y poner los ojos del entendimiento en lo espiritual, porque
la fe viene de la palabra, y su palabra es espíritu. Entonces, la verdadera fe
es ver lo invisible, es ver la verdad de Dios, es ver aquello que no es como si
fuese, porque lo que “fuese” vendrá a ser. Por eso tener fe es tener acceso
a lo que aún no es pero será. Es por medio de la fe
Hebreos 11:1-4 (Biblia Peshitta) Ahora bien, la fe es la convicción de
las cosas que se esperan como si ya fueran realidad, y es la revelación de las
cosas que no se ven. Por ésta recibieron testimonio los antepasados, porque por
fe comprendemos que los mundos fueron hechos por la palabra de Dios, de modo
que lo que se ve fue hecho de lo que no se ve. Por fe Abel ofreció a Dios un
sacrificio superior al de Caín, por la cual hubo testimonio de que él era
justo, y Dios testificó respecto a su ofrenda, y por esto, aunque está muerto,
él habla.
Abel ofreció un mejor sacrificio
por la fe, es decir que el vio (en lo espiritual) lo que aún no se veía (en lo
natural). Abel vio por medio del espíritu que en el futuro Israel ofrecería
ofrendas de corderos, y también vio a Jesús como el cordero, el sacrificio y
ofrenda definitiva que más agradó al Padre. Abel se adelantó a su tiempo, no
tenía como saber que centenares de años después los sacerdotes ofrecerían de
acuerdo a lo que Dios demandaba, tampoco tenía como saber que el cordero era el
diseño de sacrificio que Dios anhelaba, fue solo por la fe que el vio lo que en
ese momento aún “no era”. La fe es ver lo espiritual, por la fe Abel ofreció
mejor ofrenda, porque prefirió ver el cielo, y no ver la tierra como su hermano
Caín, que terminó ofreciendo los frutos de la tierra.
Efesios 1:18 (Biblia
Peshitta) para que los ojos de sus corazones sean iluminados, y puedan así
comprender cuál es la esperanza de su llamado, y cuál es la riqueza de la
gloria de la herencia de Él para los santos,
Que nuestros corazones puedan
abrirse a la realidad del cielo, pero también puedan cerrarse a la realidad del
mundo y de lo natural, que nuestros ojos, las lámparas de nuestro cuerpo se
llenen de luz para que todo nuestro ser ande en luz. Porque poder ver el mundo
espiritual depende del estado de nuestro corazón, poder ver como los profetas
vieron es cuestión de tener un corazón limpio. Daniel uno de los profetas que
más vio visiones fue un joven que no vio el peligro de los castigos de
babilonia, más bien se determinó en su corazón no contaminarse (en su caso con
la comida del rey), Daniel vio más que otros porque su corazón no se corrompió
y se mantuvo limpio, la limpieza de su corazón determinó que viera y tuviera
acceso al mundo espiritual.
Y por último, que en nuestro corazón
se quiebre (o se borre) toda incredulidad, para que no vivamos en el error del
pueblo de Israel, de no ver, ni oír, ni entender lo que Dios quiere hacer o lo
que él hará, que nuestro corazón lea limpio, y sobre todo que el velo que ha
sido puesto sobre nuestro corazón sea rasgado, así como el cuerpo de Jesús fue
rasgado para que nosotros vivamos en la libertad de ver y contemplar al Padre
de las luces, de ver y contemplar a un Dios que es espíritu.
2 Corintios 3:14-18 Pero sus mentes fueron cegadas, porque hasta
el día de hoy, durante la lectura del antiguo pacto, permanece el mismo velo
sobre ellos, y no les es revelado que por el Cristo es quitado; y hasta el día
de hoy, cuando se lee a Moisés, el velo sigue colocado sobre su corazón, pero
al volverse alguno de ellos al Señor, el velo le será quitado. Porque el Señor
mismo es el espíritu, y donde está el espíritu del Señor, hay libertad. Así
que, todos nosotros, confiadamente, contemplamos la gloria del Señor como en un
espejo, y somos transformados a esa misma imagen de gloria, para gloria, como
por el Señor, el Espíritu.
Hebreos 10:19-20 Así que,
hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de
Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto
es, de su carne.
Señor, que el velo que ha estado
en nuestros corazones sea rasgado y quitado por ti, para poder verte, oírte, y
entender mucho más abundantemente de lo que hasta ahora hemos visto oído y entendido,
que como Job podamos declarar, de oídas te había oído, más ahora mis ojos te
ven, que nuestro ser pueda entrar en libertad al lugar santísimo para verte, y
al verte seamos transformados a tu imagen y semejanza.
Angelo Palomino
Hijo del Altísimo
Hijo del Altísimo