Parte I: El alma y la
mente
Lo entendamos o no, lo
reconozcamos o no, nuestra alma es un lugar de lucha espiritual. Nuestra alma
es un lugar para ser conquistado y esclavizado por las tinieblas, o ser
conquistado y libertado por el Reino de la Luz. Las líneas que siguen a
continuación intentan dar luz sobre la importancia de nuestra alma y de los
desafíos que debemos tener en cuenta para tener una mente y un corazón puro.
Un primer elemento a tener en
cuenta es que, cualquiera sea la razón, el alma del ser humano es importante
tanto para Dios como para satanás. En el caso de éste último, la palabra nos
enseña que satanás busca nuestra alma, intentando alcanzarla y derribarla,
intentando hacer que nuestra alma habite en tinieblas, porque él es como león
rugiente buscando a quien devorar, buscando almas para desgarrar. Su estrategia
es derribar para luego poner en tinieblas cada parte desgarrada del alma.
Salmos 143:3 Porque ha
perseguido el enemigo mi alma; Ha postrado en tierra mi vida; Me ha hecho
habitar en tinieblas como los ya muertos.
Salmos 7:2 No sea que desgarren mi alma cual león, y me
destrocen sin que haya quien me libre.
Salmos 35:17 Señor, ¿hasta cuándo verás esto? Rescata mi
alma de sus destrucciones, mi vida de los leones.
Por otro lado, Dios quiere librar
nuestra alma, sacarla de toda tiniebla y trasladarnos a su luz admirable. De
hecho, Para él nuestra alma es mucho más es importante, como en efecto lo
expresa el mandamiento más importante, Dios quiere que le amemos, no solo con
una o algunas partes de nuestra alma, sino que con toda ella, Dios se da el
trabajo de examinarla para ver los caminos que están en ella, los caminos de
nuestra mente y de nuestro corazón, lo que está en ellos influye enormemente
sobre las bendiciones que recibimos del cielo.
Mateo 22:37-38 Jesús le dijo: —Amarás al Señor tu Dios con
todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el grande y el
primer mandamiento.
Jeremías 17:10 Yo Jehová, que
escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino,
según el fruto de sus obras.
Un segundo elemento a considerar,
es precisamente lo que nos muestran los versos anteriores: ellos nos muestran
que el Señor está nombrando por separado el corazón, luego el alma, y luego la
mente.
Comúnmente hemos entendido que el alma es aquella parte de nuestro ser
que está entre nuestro espíritu y nuestro cuerpo, siendo la conexión entre
estos dos, y está constituida por nuestra mente (intelecto y pensamiento),
nuestra voluntad, y nuestro corazón (sentimientos y emociones).
Sin embargo, además de ese
entendimiento, es preciso añadir que dentro de ella también la mente y el
corazón cumplen una función de conexión (porque el alma y su función es por sí
misma un conector, por ende sus partes también lo serán). La mente es el
conector entre el cuerpo y el alma, y el corazón es el conector entre el alma y
el espíritu. Estos dos elementos son puertas que unen nuestro ser.
Dicho esto, ¿Cuáles son los principales
desafíos que las tinieblas establecen en nuestra mente? Además de la estrategia
de desgarrar nuestra alma, el reino de las tinieblas establece fortalezas,
sobre todo porque lamentablemente las tinieblas conocen más que nosotros acerca
de cómo opera nuestra alma.
2 Corintios 10:4-5
porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios
para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se
levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a
la obediencia a Cristo,
Las tinieblas han sabido cómo
crear y formar esas estructuras de falsedad en la mente de las personas que la
palabra llama fortalezas mentales. Son argumentos que crecen dentro del alma y
se arraigan hasta hacernos creer que lo que pensamos es lo correcto, aunque
muchas veces la palabra de Dios nos diga lo contrario. Por esta razón, una
estructura de falsedad producirá ceguera espiritual.
2 Corintios 4:3-4 Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre
los que se pierden está encubierto; en los cuales el dios de este siglo cegó el
entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del
evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios.
Por ejemplo, es sencillo creer
que, una persona que dice cosas prepotentes o que se muestra como capaz de
hacerlo todo en el ministerio, es una persona altiva. Pero resulta más complejo
distinguir la propia altives de nuestros argumentos y pensamientos respecto a
los de Dios. Ocurrentemente, (como segundo ejemplo) muchos cristianos dicen que
son tímidos o de personalidad más introvertida, y que por esta razón no
evangelizan hablándoles a otras personas de Cristo, y eso a los argumentos de
tales es simplemente ser de “bajo perfil” (no como la persona altiva del primer
ejemplo). Sin embargo, Dios manda a todos a evangelizar. Por lo tanto cuando
alguien presenta tales pensamientos o argumentos, en realidad (y aunque no lo
parece) su mentalidad es altiva delante de Dios, porque que ha puesto su
argumento por encima del argumento de Dios. Ha puesto más en alto su actitud
que el mandato de Dios.
Lamentablemente algo similar
ocurre con muchos profetas, a los cuales Dios manda a hablar, pero responden
como Jeremías, diciendo que no pueden por ser “niños” (por creer que no están a
la altura).
Jeremías 1:6 - 10 Y yo dije:
¡Ah! ¡ah, Señor Jehová! He aquí, no sé hablar, porque soy niño. Y me dijo
Jehová: No digas: Soy un niño; porque a todo lo que te envíe irás tú, y dirás
todo lo que te mande. No temas delante de ellos, porque contigo estoy para
librarte, dice Jehová. Y extendió Jehová su mano y tocó mi boca, y me dijo
Jehová: He aquí he puesto mis palabras en tu boca. Mira que te he puesto en
este día sobre naciones y sobre reinos, para arrancar y para destruir, para
arruinar y para derribar, para edificar y para plantar.
Nótese que Jeremías fue enviado
para destruir, arruinar y derribar, pero el mismo necesitó que Dios derribara
sus fortalezas. Dios primero le dijo “no digas…” porque primero él derribó sus
falsos argumentos para no hablar, y luego Dios dijo que tendría que decir todo
lo que él le mandase, porque él había puesto su palabra en él. Es decir. Dios
derribó y destruyó las estructuras de falsedad de Jeremías, y luego edificó en
él una estructura de verdad por medio de sus palabras. En esta charla con
Jeremías Él Señor le mostró la dinámica que él como profeta tendría que
replicar.
Sin duda, el príncipe de éste
mundo ha forjado fortalezas mentales fundadas en mentiras, que lamentablemente,
muchas veces hemos decidido creer y no cuestionar, las hemos asumido como algo
natural, y justamente allí está el mayor peligro. Como se han asentado en
nuestra mente, pensamos erróneamente que esa es la verdad para nosotros (porque
es parte de nuestra cotidianeidad y lo asumimos como normal). Necesitamos
revelación para reformar nuestra mente porque ésta se ha con-formado de acuerdo
a éste siglo, nuestro entendimiento se ha formado acorde a lo que el mundo le
entrega. Necesitamos su visión de eternidad, necesitamos ser reformados por su
voz, una voz que traiga juicio sobre las mentiras que hemos creído consciente e
inconscientemente.
Romanos12:2 Y no os
conforméis a este siglo; mas reformaos por la renovación de vuestro
entendimiento, para que experimentéis cuál sea la buena voluntad de Dios,
agradable y perfecta.
Hijo del Altísimo
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