viernes, 29 de julio de 2016

El funcionamiento del alma y la sanidad interior


Dios creó al ser humano como un espíritu dentro de un cuerpo, pero también dotándolo con un alma en su interior. Cada persona es responsable por esa alma, pero no solo cuando se trata de la salvación. Es decir, debemos ser responsables por el estado integral en que se encuentran nuestras almas. Puede usted ser salvo, pero ¿qué habita dentro de su corazón?, ¿Qué sentimientos o emociones circulan habitualmente en él? ¿Sus pensamientos se corresponden a los pensamientos de Dios acerca de usted?
Por esta razón resulta en extremo valioso aprender acerca de cómo funciona nuestro ser interior, especialmente nuestra alma, pues de esa forma tendremos herramientas para trabajar en ella y restaurarla. Es por ello que a continuación, a la luz de la palabra, revisaremos la función del alma, y luego la sanidad interior.

El alma de todo ser humano, está compuesta por tres órganos básicos (cada cual con una función en particular). Estos órganos son; el corazón, que funciona como el centro de las creencias y emociones; la mente, que funciona como el centro de los pensamientos y el intelecto; y la voluntad, que funciona como el centro de las decisiones y determinaciones. En su conjunto, evidentemente esto funciona como un todo que se denomina alma.

El alma, como el sistema que agrupa e interrelaciona al corazón, la mente y la voluntad, funciona como un sistema de interpretación de la realidad[1]. El alma está encargada de darle forma a las cosas que percibimos. Nuestro cuerpo, que es la parte de nuestro ser que nos permite relacionarnos con el mundo físico o material, recibe determinada información a través de los sentidos naturales, tales como la visión, la audición, el gusto, el olfato y el tacto, pero luego es el alma quién interpreta y genera determinadas percepciones de lo que captamos a través de dichos sentidos del cuerpo. Es por lo tanto, el alma quien genera una determinada comprensión o entendimiento de lo que vive y rodea al ser humano. Es ahí por tanto donde Dios opera para generar un entendimiento celestial respecto de las escrituras y también de las circunstancias que vive una persona.

Lucas 24:45 “Entonces les abrió la mente para que comprendieran las Escrituras”.

Deuteronomio 29:4 “Pero hasta el día de hoy el SEÑOR no os ha dado corazón para entender, ni ojos para ver, ni oídos para oír”.

Un ejemplo muy claro que nos muestra esta facultad del alma es el caso de los 12 espías que Dios envió a la tierra de Canaán (en el capítulo 13 del libro de Números). De estas 12 personas que recorrieron la tierra durante 40 días, hubo 10 que dieron un mal reporte, mientras que 2 diferían de los anteriores y entregaban una opinión absolutamente positiva. Es destacable que los 12 recorrieron la misma tierra, vieron exactamente lo mismo, sin embargo mantenían percepciones absolutamente opuestas. Los primeros reconocían que la tierra era fértil, una tierra donde fluía leche y miel, pero vivían gigantes que no podrían ser derrotados. En cambio, los segundos también destacaban el buen estado de la tierra pero indicando que sí podrían vencer a sus moradores, e incluso fácilmente.

¿Qué determinó estas percepciones tan opuestas? El alma, específicamente el corazón. Caleb fue el principal espía que tuvo una interpretación o percepción positiva de lo que observó. Es el quien explica luego (en el libro de Josué) que su apreciación de la situación estaba en función de lo que “sentía en su corazón”, esto es porque el corazón de Caleb, a diferencia de los demás espías, estaba lleno de fe a causa de que Dios ya había hablado y dicho que esa tierra sería de su pueblo.

Josué 14:7-8  “Yo era de edad de cuarenta años cuando Moisés siervo de Jehová me envió de Cades-barnea a reconocer la tierra; y yo le traje noticias como lo sentía en mi corazón. Y mis hermanos, los que habían subido conmigo, hicieron desfallecer el corazón del pueblo; pero yo cumplí siguiendo a Jehová mi Dios”.

Por lo tanto, las percepciones, interpretaciones, ideas o apreciaciones que tengas de las situaciones que vivas, de lo que Dios te mande, e incluso de lo que leas en la escritura, en realidad siempre estará en función de lo que hay en tu corazón porque el alma es un sistema de interpretación de las cosas a nuestro alrededor.  Es decir, el estado de tu corazón determinará lo que puedas ver. Incluso, tu nivel de visión espiritual estará en directa relación al nivel de pureza de tu corazón

Mateo 5:8 “Bienaventurados los de limpio corazón, pues ellos verán a Dios”.

En definitivas cuentas, la interpretación de las personas acerca de sus situaciones en realidad no es más de que una proyección de lo que está dentro de ellos. No es “lo de afuera”,  lo que determina a una persona, sino que es “lo de adentro” lo que determinará como una persona percibe un determinado asunto. Es por esta razón que la palabra señala que si en tu corazón hay pureza, verás pureza en las cosas. En cambio, si tu corazón está corrompido verás corrupción por todos lados.

Tito 1:15: “Todas las cosas son puras para los puros, más para los corrompidos e incrédulos nada es puro, sino que tanto su mente como su conciencia están corrompidas”.

En realidad esto lo ves de continuo en tu vida. Por ejemplo, dos novios que viven o ven la misma situación en igualdad de condiciones, y frente a ello, uno de ello puede opinar A, mientras que el otro puede opinar B acerca de esa misma circunstancia. Uno podría pensar que al conocerse tanto deberían pensar o interpretar las cosas de forma similar. Sin embargo, cada uno de ellos tiene un alma diferente, un alma con contenidos distintos y por lo tanto con percepciones distintas.

Cuando el Señor rescata a la iglesia, el espera que la iglesia pueda adoptar su voluntad como propia, pero para eso también debe aprender a “ver como Dios ve”, a interpretar las cosas como Dios lo haría. Es por ello, que Dios nos quiere transformar cambiando nuestro corazón y nuestra mente para entender lo que él hace, para entender su voluntad.

Marcos 6:52: “Porque aún no entendían el milagro de los panes; porque sus corazones estaban endurecidos”.

Romanos 12:2 “Y no os adaptéis a este mundo, sino transformaos mediante la renovación de vuestra mente, para que verifiquéis cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, aceptable y perfecto”.

Esto nos lleva a preguntarnos: ¿Cómo estamos interpretando las cosas que nos rodean? ¿Cómo vemos nuestra vida? ¿Estamos realmente viendo como Dios ve, o viendo sesgadamente desde lo corrupto que aún queda en nuestro corazón? Si estás viendo con pesimismo algún aspecto de tu vida es porque hay algo que cambiar, no fuera, sino que primero dentro de tu corazón y mente. Porque es tu alma la que te permite interpretar lo que vives. Cada vez que atravieses por una circunstancia difícil no consideres primero tu forma de ver el asunto haciéndote sabio en tu propia opinión. Es mejor buscar el corazón del padre para que puedas ver el asunto como él lo está viendo, porque siempre será la forma correcta de percibir las cosas.

Dios desea que nos vaya bien y prosperemos en el propósito que él, desde antes de la fundación del mundo, ya había puesto en nosotros. Y para eso, es absolutamente imperioso que nuestra alma sea prosperada y transformada por su luz y entendimiento

3 Juan 1:2 “Amado, mi oración es que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma”.

Es en este punto en que la sanidad interior se transforma en algo vital. La sanidad interior es un proceso mediante el cual nuestro ser interior es limpiado y purificado para ser restaurado de las heridas emocionales y las falsedades establecidas previamente en nosotros. La sanidad interior entonces, actúa en el alma para limpiarla de interpretaciones erróneas surgidas muchas veces de evento trágicos que en ocasiones se denominan como traumas, las cuales son heridas emocionales profundas. Estas pueden ser situaciones tan adversas como una violación, o la muerte prematura de un ser querido, un accidente de auto, una caída de una escalera o de desde mucha altura, el casi ahogo en una piscina o en el mar, la vivencia de una catástrofe natural como un terremoto, entre otras.
Esto es porque así como existe la sanidad física que se aplica al cuerpo, la sanidad interior aplica a nuestra alma y espíritu. Es decir, así como nuestro cuerpo físico sufre accidentes y se generan heridas, contusiones u otros, igualmente el alma puede ser dañada, y sufrir cosas tales como desgarros, destrozos, golpes y caídas, entre otros. En efecto, los traumas son grietas que se generan en las paredes del alma de las personas, y muchas veces estas grietas o agujeros son utilizadas por satanás como entrada para demonios, es como un lugar ideal para que las serpientes puedan entrar[2] en una persona.

De este modo, la sanidad interior es crucial en la vida de todo hijo de Dios, pues todos debemos purificar nuestra alma de interpretaciones erróneas surgidas muchas veces de eventos traumáticos.
Por ejemplo, una niña que fue mordida por un perro a los 5 años de edad, es probable que aun a los 45 años les tendrá miedo a los perros. Esto, a pesar de que los perros que luego ella vea no sean peligrosos ni atemorizantes, pero solo por el hecho de haber vivido esa situación, esa persona percibirá que los perros son un peligro para ella, sin que efectivamente lo sean.

Una niña q ha vivido el trauma de una violación, probablemente cuando crezca tenga problemas para relacionarse con los varones, o quizás tenga problemas al tratar de vivir su vida sexual en el marco del matrimonio, porque su ser interior interpretará las relaciones sexuales (o incluso al hombre) como algo negativo y probablemente repulsivo, todo ello, a causa del trauma que vivió.

U otro caso más cercano para la iglesia. Una persona que vivió una decepción dentro de una congregación, es muy probable que le cueste aplicar los principios de sujeción o de respeto y obediencia a las autoridades que Dios ha puesto (pastores y líderes).

Por lo tanto, es importantísimo tener un alma sana y prospera. De hecho cuando Dios quiere usar a alguien debe meter a esa persona en un proceso de sanidad interior para purificarla de percepciones erróneas, para que pueda ver como él ve, para que pueda actuar como el actuaría.





Ángelo Palomino

[1] Le debo la maduración de esta idea a Hernán Donoso, profesor y Director de la Escuela Caminando en el Espíritu.
[2] Sides, Dale, Reparemos las grietas del alma. En: Cómo ministrar liberación, Peniel, 2005. p. 157-160.

miércoles, 27 de julio de 2016

El rechazo y su árbol



Uno de los principales y de las primeras temáticas que deben ser abordadas en un proceso de sanidad interior lo constituye el tema del rechazo.  El rechazo ha sido definido como “el acto de arrojar, desechar o descartar  a alguien o algo”[1], lo que implica una falta de valoración con respecto a aquella que sufre y recibe el rechazo.

Este nivel de importancia se debe a que, a pesar de lo que en general se pueda creer, el rechazo es un problema transversal a toda la raza humana,  pues ha sido traspasado a todas las personas desde el pecado de Adán y Eva en el Edén.  En efecto, es justamente la expulsión del Edén el primer evento de rechazo que vivió la humanidad. Imagínese por un momento como se sentiría usted si luego de vivir en un hogar y lugar perfecto donde no carece de nada y se encuentra en absoluta plenitud, de pronto es expulsado de ahí, encontrándose desnudo, con vergüenza y temor. Sin duda un evento así sería un poderoso suceso de rechazo.  Es desde ese entonces que todas las personas portan este problema, aunque sea en márgenes muy acotados. Porque todos nacemos inmersos en esa realidad: fuera del Edén, y con la genética caída de Adán.

De este modo, todos debemos estar siempre dispuestos a examinar nuestro corazón a la luz del entendimiento de este problema, puesto que “el rechazo justamente genera rechazo respecto a la idea de que uno tiene rechazo”, porque quien tiene ese problema, consciente o inconscientemente, busca alejarse de la posibilidad de exponerse, pues el rechazo no es solo un problema del alma, el rechazo es también un espíritu.

Frente a este trascendente tema de sanidad interior, lo primero que debe comprenderse es que, por cuanto Dios (que es amor) formó al ser humano desde su propio aliento, toda persona necesita de tres elementos fundamentales para su crecimiento y formación: el amor, la aceptación y la aprobación. Sin duda el amor es lo más importante, pues de hecho los otros dos elementos proceden del amor, sin embargo de igual manera es importante mencionarlas. Dios, desde su propia naturaleza, creó al ser humano en un ambiente de amor, y desde su carácter de padre, le dio aceptación y aprobación. Por lo tanto, el ser humano requiere de estos tres elementos para crecer con su espíritu y su alma sanos.
Muchas personas pueden colaborar en la provisión de esto. No obstante, son los padres los principales responsables de brindar aquello. Si esto no es provisto, se genera el problema del rechazo. Es decir, la carencia del amor, la aceptación y la aprobación producen rechazo. Y a su vez, una persona con rechazo, generalmente concibe como consecuencia una cierta incapacidad para dar y recibir amor, aprobación y aceptación.

Lo mencionado anteriormente constituye el principal origen y la consecuencia más básica del rechazo. Sin embargo, este problema trasciende lo señalado hacia otros aspectos, pues puede producirse por diversas circunstancias (relacionadas por supuesto con el origen principal), y manifestarse también en muy diversas formas. Es por ello que una de las formas más didácticas de comprender más a fondo este problema es, como se verá a continuación, a través del denominado “árbol del rechazo”.

Dicho árbol[2], permite visualizar el sistema completo del rechazo. Éste está compuesto primero por sus raíces, referidas a aquellas causas que produjeron el rechazo en una persona, habitualmente por traumas; en segundo lugar por el tronco, como aquella parte vinculada a las manifestaciones generales del rechazo, vistas en la personalidad y el comportamiento habitual de una persona; y en tercer lugar por las ramas y frutos del rechazo, como aquellas manifestaciones externas y más explicitas del rechazo vistas en sus actitudes y conductas. Esto último constituye los síntomas del rechazo, es decir las consecuencias más evidentes de que se tiene este problema de sanidad interior.

Raíces
El rechazo puede originarse en las personas de las más diversas maneras posibles en que una persona pueda experimentar falta de amor, aceptación u aprobación. A continuación se ofrece un conjunto de sucesos (que en ocasiones pueden ser traumas) clasificados en las distintas etapas de vida de una persona[3]:

        I.            Raíces antes de nacer: el rechazo puede producirse aun cuando el niño está en gestación dentro de su madre, pues aunque no hay tenido la oportunidad aun de vivir directamente una experiencia de rechazo, si puede recibirlo porque el ser humano no solo es cuerpo, también es alma y espíritu, y por lo tanto puede percibir el rechazo en situaciones tales como: 
                          -    El deseo de los padres de que él bebe tuviese otro sexo, por ejemplo si querían que       fuese niño y es niña, o viceversa.
    -                                       -         Puede ser también por un rechazo de su madre frente a un embarazo complicado y un parto riesgoso o en extremo doloroso.
                            -    El deseo de abortar al bebe, el que sin duda constituye el peor escenario de rechazo para un persona durante la etapa prenatal.

      II.            Raíces en la niñez: la etapa de la niñez es crucial porque se va conformando la identidad de la persona, es donde se está conociendo y absorbiendo todo lo que le entrega su entorno. De modo que el comportamiento y al presencia de los padres para con los hijos en fundamental en dicha etapa. De no producirse esto se genera el rechazo en situaciones como:
-          La falta de atención de los padres y familiares más cercanos.
-          El abandono directo y la falta de interés
-          Las adopciones
-          Las comparaciones entre los hermanos
-          La sobreprotección o exceso de control
-          Palabras hirientes y crítica constante
-          Falta de caricias, de juegos y de conversación o de relación
-          Separación o destrucción de la familia y divorcios
-          Abuso sexual, físico o emocional

    III.            Raíces en la juventud:
-          Exceso de disciplina o padres controladores
-          Avergonzarle delante de otros
-          Exceso de presiones, por ejemplo en su rendimiento escolar.
-          Sobrecarga de trabajos o responsabilidades en su hogar o fuera
-          Pobreza en la familia
-          Abuso sexual, físico o emocional

    IV.            Raíces en la adultez
-          Culpabilidad por un embarazo no deseado
-          Un aborto planificado o no planificado
-          Desastres financieros
-          Complejo físico
-          Ser aislado o separado de la familia
-          Divorcio
-          Infidelidad por parte del otro cónyuge
-          Incapacidad para tener hijos

Tronco
Ésta parte del árbol está referida a aquellas manifestaciones generales del rechazo en una persona, como las características de su personalidad. Esto se muestra en dos formas básicas. Por un lado, el rechazo produce una personalidad aislada, tímida, retraída o distante al resto de las personas, y que le cuesta expresar sus emociones frente a los demás, o con frecuencia prefiere evitar hacerlo. Es alguien que tiende a estar alejado de los grupos humanos o de las personas en general, especialmente si no las conoce, y para poder conocerlas y abrir su corazón o confiar en ellos, se toma más tiempo, de modo que es más lento en su sociabilización con los demás. Esto se debe a que la persona rechazada, consciente o inconscientemente, busca estar lejos de la posibilidad de ser rechaza, porque tiene temor al rechazo del resto. Por esa razón se aísla. Por ejemplo, evitando hablar en público, o atreverse a hacer algo riesgoso, por miedo al ridículo, porque tiene mucho temor a equivocarse y ser avergonzado frente a otros. Es decir, no quiere volver a sentir rechazo de nuevo.

Y por otro lado, está el punto contrario. Aquella persona que también tiene rechazo, pero manifiesta generalmente un tipo de personalidad extrovertida, muy comunicativo y quizás hasta histriónico. Es aquella persona que le gusta llamar la atención del resto, que busca ser el centro de atención y a veces ser el hazmerreír de los demás. De este modo puede ser una persona muy sociable, que le gusta generalmente conocer y rodearse de gente. Esto se debe a que la persona rechazada, al carecer de amor, aprobación y aceptación, intenta suplir aquellos elementos buscándolos en otras personas. Es decir, genera una personalidad y comportamiento habitual que manifiesta una búsqueda de amor, aceptación y aprobación en el resto de las personas. Por esta razón le gusta llamar la atención del resto y se preocupan de proyectar una imagen atrayente. Por ejemplo, jóvenes o adultos que son excesivamente enamoradizos o que les atraen muchas personas en poco tiempo, que se involucran en relaciones y buscan tenerlas, puesto que desde ahí obtienen el amor que no recibieron de un padre o de una madre. O por ejemplo jóvenes que utilizan sus redes sociales, subiendo fotografías suyas o publicaciones para obtener los mayores “me gusta” que se puedan, al punto de ser de suma interés lograr varios, porque de esa forma reciben la aprobación y aceptación que no tuvieron.

Entonces, el rechazo genera dos tipos de personas. Uno tipo de persona que ha sido rechaza y que se aísla del resto para no volver a vivir aquello, rindiéndose a la posibilidad de recibir amor, aceptación y aprobación.  Y el segundo tipo de persona que también ha sido rechazada, pero que justamente por la carencia busca equivocadamente el amor, la aprobación y aceptación del resto, e incluso puede llegar a hacerse adicto de algunos de estos elementos haciendo lo que sea para obtenerlos. En ambos casos, este asunto es problemático, porque como puede desprenderse de las líneas anteriores, el rechazo tiene como consecuencia directa la afectación de la identidad de las personas  y de las percepciones de amor que estas puedan tener. Otra consecuencia compleja, es que, como ya se señaló anteriormente, cuando a la persona se le da amor, ella no sabe cómo reaccionar correctamente, porque no está habituado a ello. Por ejemplo, pueden ser fríos ante las demostraciones de cariño y afecto de los demás (incluso pueden no saber recibir o sentir el amor de Dios), o por el contrario, pueden ser posesivos con la atención y amor que les brinda alguien (como una pareja o amigo).

Ramas y frutos
Puesto que una persona con rechazo puede asumir dos formas de comportamiento básico, o incluso dos tipos de personalidades, las consecuencias o síntomas del rechazo pueden ser, como se ve a continuación, aún más variada[4]:
-          Rechazo a ser confrontado o disciplinado
-          Orgullo y testarudez
-          Incredulidad a Dios y las personas
-          Agresividad
-          Vengativo
-          Contestatario
-          Necedad y rebeldía
-          Baja autoestima
-          Inseguridad y temor
-          Auto condenación
-          Inhabilidad para comunicarse
-          Ansiedad y preocupación
-          Negatividad y pesimismo
-          Falta de identidad
-          Tendencia a la independencia y el aislamiento
-          Egocentrismo
-          Competitividad
-          Perfeccionismo
-          Personas posesivas y manipuladoras

Por medio de este árbol, que nos presenta un panorama general del sistema de rechazo, una persona puede identificar que tiene rechazo y el nivel de este en su vida. Especialmente observando si ha vivido algunas de las causas descritas en las raíces, o si su personalidad se asemeja a lo visto en el tronco, o si quizás presenta actitudes o comportamientos asociados a las ramas y frutos del rechazo.
En vista a lo anterior, ¿consideras que hay algún aspecto que hayas vivido o que te identifique? Piensa tanto en los elementos mencionados en las raíces, como aquellos del tronco, y los síntomas presentados en las ramas y frutos. En todos los seres humanos está este problema de sanidad interior. No obstante, de acuerdo a lo que cada persona ha vivido, puede presentar distintos grados de rechazo. Los elementos señalados pueden servir de guía para ayudarte a descubrir el nivel de rechazo que hay en ti.

¿Cómo ser libre del rechazo?
Para ser libres de este problema que aqueja a la humanidad debemos comprender aún más la obra de Jesucristo en la Cruz. Tanto como el Padre en Edén se compadeció del error del hombre y lo vistió, así también Cristo se compadece de nuestros errores y del rechazo que habita en nuestro corazón. Él también vivió el rechazo para darnos poder para vencer sobre este problema. Es así como Jesús fue rechazado por su propio pueblo, que incluso aceptó salvar a Barrabás por encima de él, y por si fuera poco el mismo pueblo pidió la crucifixión. Él también vivió el rechazo de aquellos que sin ser su pueblo de igual forma vino a salvar, pues fue golpeado y escupido por los romanos. Incluso fue desnudado por ellos antes de subir a la cruz,  mostrándonos un panorama profético del estado del hombre desde su caída en génesis. Y aún más, el mismo llevó la lejanía de Dios cuando expresó “Dios mío, Dios mío, porque me has desamparado”.

“A los suyos vino, y los suyos no le recibieron”. Juan 1.11

“Fue despreciado y desechado de los hombres, varón de dolores y experimentado en aflicción; y como uno de quien los hombres esconden el rostro, fue despreciado, y no le estimamos. Ciertamente El llevó nuestras enfermedades, y cargó con nuestros dolores; con todo, nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y afligido. Más Él fue herido por nuestras transgresiones, molido por nuestras iniquidades.  El castigo, por nuestra paz, cayó sobre El, y por sus heridas hemos sido sanados”. Isaías 53:3-5

Por lo tanto Jesús sufrió el rechazo, todo ello con la finalidad de vencer en la cruz el poder de este problema y hacernos libres a nosotros por medio de su sangre, tanto del pecado, como de las cadenas del rechazo arraigadas en nuestra alma, en nuestra personalidad, actitudes y comportamientos. Él fue rechazado para hacernos libres de aquello.

Finalmente nuestra alma debe ser expuesta a la luz del amor de Dios. Como el rechazo es básicamente la carencia del amor, la aceptación y aprobación, es la presencia del amor de Dios lo que puede destruir el rechazo en nuestra vida. Debemos aprender a vivir sumergidos en su amor que es pleno y que todo lo llena en nosotros, siendo libres de la necesidad de tener que buscar el amor, la aprobación y aceptación en otras personas o situaciones, pero también libres del miedo a ser rechazados, porque ya hemos sido aceptados y aprobados por él. Por lo tanto, la verdad es que ya no tenemos la necesidad de buscar otra cosa aparte de él, ni miedo a arriesgarnos y vivir en fe, porque teniéndolo a él tenemos lo todo. Debemos entender que estamos completos y plenos en su amor. Esa es una verdad que debe arraigarse y cimentarse en nuestro corazón.

“Porque toda la plenitud de la Deidad reside corporalmente en El, y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad”. Colosenses 2:9-10 (RVR1960).




[1] Hayward, Chris. “Venciendo el rechazo”, En: Cómo ministrar liberación, Peniel, 2005. p. 124.
[2] Propuesto por Noel y Phyl Gibson en su libro “envicting demonic intruders” de 1998. Aquí se plantea de forma diferente, pero sobre la base de criterios similares.
[3] Tomado de: Maldonado, Guillermo. “Sanidad interior y liberación”. ERJ Publicaciones, 2010. p. 74-76.
[4] Tomado de: Maldonado, Guillermo. “Sanidad interior y liberación”. ERJ Publicaciones, 2010. p. 77-81.

domingo, 8 de mayo de 2016

Identidad, propósito y diseño



Gedeón era miedoso, se escondía de sus enemigos en vez de enfrentarlos, en cambio para Dios él era valiente, de manera que pueden haber dos visiones distintas acerca de quiénes somos. Resulta ser que podemos ser una cosa en la tierra, y desde la visión de los cielos podemos tener otra opuesta a la anterior.

Esta discrepancia extrema, entre lo que Dios dice que somos y lo que realmente hemos sido en la tierra, se produce justamente porque hemos permitido que nuestra identidad tome exclusivamente insumos de lo terrenal para constituirse.

Esto significa que la identidad que hemos tenido se ha conformado de acuerdo a las situaciones que hemos vivido en la tierra. Por ejemplo, un joven puede llegar a sentirse y verse a sí mismo como alguien de poco valor a causa de un trauma como una violación. O quizás no por causa de un evento traumático específico, pero sí por situaciones continuas reiteradas y constantes en el tiempo, como la falta de amor de sus padres y de las personas más cercanas, manifestado en la desatención, la escasa demostración de cariño o aliento, u otros.

Todo lo anterior, lleva a preguntarnos como nos vemos a nosotros mismos, como estamos viviendo, y aquello contrastarlo con lo que el cielo dice que somos. Cuándo el ángel enviado por Dios desciende del cielo le dice a Gedeón “varón esforzado y valiente”, Gedeón, en la tierra, era un varón, también era esforzado pues de hecho estaba trabajando, pero no era valiente, era miedoso. De modo que un tercio de la identidad de Gedeón era absolutamente contraria a la identidad que el cielo quería otorgarle. ¿cuánto de nuestra identidad está alineada al cielo? ¿Cuánto de los que somos en la tierra se corresponde con lo que el cielo dice que somos?

En consecuencia, nuestra identidad debe formarse acorde a lo que la voz del Padre dice sobre nosotros. Nuestro ser debe transformarse acorde a lo que Dios nos muestra. Debemos construir nuestra identidad sobre el cimiento de su voz, sobre el verbo que es Cristo, la roca. El Abba Padre es la fuente de la cual debemos tomar los insumos para ser.

- 1 Corintios 13:12 Biblia de las Américas: Porque ahora vemos por un espejo, veladamente, pero entonces veremos cara a cara; ahora conozco en parte, pero entonces conoceré plenamente, como he sido conocido.

La idea central es que tenemos una identidad celestial. Nuestra identidad terrenal debe ser transformada para adoptar dicha identidad celestial. El Apóstol Pablo decía que en algún momento de su vida conocería como él fue conocido, porque entendía que él era conocido de una forma distinta a como era conocido en la tierra. En efecto, antes de ser Pablo él fue Saulo. Pero aun siendo apóstol de Jesucristo el seguía entendiendo que su identidad tenía que ser mudada y cambiada constantemente para ser aquel que el cielo decía que él era.

- Efesios 1:3-5 Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en El antes de la fundación del mundo, para que fuéramos santos y sin mancha delante de El. En amor nos predestinó para adopción como hijos para sí mediante Jesucristo, conforme al beneplácito de su voluntad

En la tierra, en el transcurso de nuestra vida, y especialmente de nuestra niñez, se ha formado una “identidad caída”. Aquella identidad se ha formado en la mentalidad de lo que el cuerpo físico ha pasado a través de los años de vida. Pero Dios nos escogió antes de que viviéramos la vida física, incluso antes de la fundación del mundo, es decir, antes de que existiera el planeta tierra, y por lo tanto, antes de que incluso existieran nuestros padres que nos engendraron, antes que nuestros abuelos, antes que nuestros tatarabuelos.

Nuestro cuerpo físico no existía. Sin embargó Dios ya nos conocía, ya nos había escogido, porque nuestro espíritu existía con él, existíamos dentro de Dios, antes de ser soplados por él a la tierra, hacia el cuerpo que se estaba formando en el vientre de nuestra madre. Al unirse nuestro espíritu con el cuerpo físico, apareció nuestra alma.

- Jeremías 1:5 Antes que te formase en el vientre, te conocí; y antes que nacieses, te santifiqué; te di por profeta a las naciones.
Propósito

Antes de nacer ya existíamos, ya teníamos una identidad, Pues Dios ya nos conocía. Y él ya había determinado el propósito por el cual nos enviaría a la tierra. Su propósito en nosotros es eterno.

- Efesios 3:11 conforme al propósito eterno, que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor.

¿Qué es el propósito? Es una finalidad, es algo que se quiere lograr, es un objetivo por alcanzar. El propósito de Dios con nosotros es aquello que Dios quiere hacer por medio de nosotros con la intención de generar algo específico que él desea.

Diseño, ministerios y dones:

El diseño, en cambio, es la forma, es la manera, es un modelo por medio del cual se alcanza el propósito.

Por ejemplo, si mi intención o propósito es llevar agua y beberla cuando tenga sed, una botella me servirá perfectamente debido a su forma, debido a su diseño. En cambio, si intento lo mismo pero con un libro no servirá para cumplir el propósito, pues por más que lo intente, un libro no tiene la forma adecuada ni está hecho del material que se necesita para portar el agua.

Lo mismo ocurre con nosotros en el ámbito espiritual, tenemos un propósito por el cual nuestro espíritu ha sido soplado por Dios a la tierra, y para cumplir con ese propósito venimos con un diseño que nos permite ejecutar ese propósito. De este modo, el diseño personal responde al propósito que cada uno tiene. Es decir, el diseño o forma va acorde a la finalidad que se pretende alcanzar.

- Jeremías 1:4-10 Vino, pues, la palabra de Jehová a mí, diciendo: Antes que te formase en el vientre, te conocí; y antes que nacieses, te santifiqué; te di por profeta a las naciones. Y yo dije: ¡Ah, ah, Señor Jehová! He aquí, no sé hablar, porque soy niño. Y me dijo Jehová: No digas: Soy niño, porque a todo lo que te envíe irás tú, y dirás todo lo que te mande. No temas delante de ellos, porque contigo estoy para librarte, dice Jehová. Y extendió Jehová su mano y tocó mi boca, y me dijo Jehová: He aquí, he puesto mis palabras en tu boca. Mira que te he puesto en este día sobre naciones y sobre reinos, para arrancar y para destruir, y para arruinar y para derribar, para edificar y para plantar.

- Jeremías 51:20-21 Martillo sois para mí, y armas de guerra; y por medio de ti destrozaré naciones, y por medio de ti destruiré reinos, y por medio de ti destrozaré caballos y a sus jinetes, y por medio de ti destrozaré carros y a los que suben en ellos.

En el caso de Jeremías es posible detectar rápidamente su propósito, Dios le dijo que él estaría “sobre naciones y sobre reinos, para arrancar y para destruir, y para arruinar y para derribar, para edificar y para plantar” Ese era su propósito, para esa finalidad nació Jeremías. No nació para otra cosa.

Por su parte, el diseño de Jeremías, o al menos parte del diseño, se encuentra en el capítulo 51, donde se aprecia que para cumplir con el propósito de destruir, arruinar y derribar el sería un martillo, el sería un arma de guerra.

Además, Jeremías era un profeta, ese era su ministerio. Pero al igual que lo anterior, así como el diseño responde al propósito, el ministerio responde al diseño.

Además de este diseño de martillo, hay otros diseños más en la palabra. Por ejemplo, hay diseño de anillos de sellar que eran anillo usados por autoridades de alto nivel para sellar un decreto o edicto real que era irrevocable. Otro ejemplo, hay personas que tienen el diseño de espada, otros con diseño de arco, y otros con diseños de flecha. Todos claramente con un propósito ofensivo, una finalidad vinculada a la guerra.

- Hageo 2:23 En aquel día declara el SEÑOR de los ejércitos ``te tomaré a ti, Zorobabel, hijo de Salatiel, siervo mío declara el SEÑOR ``y te pondré como anillo de sello, porque yo te he escogido--declara el SEÑOR de los ejércitos.

- Zac 9:13 Porque he tensado para mí a Judá como arco, e hice de Efraín como su flecha; e incitaré a tus hijos, oh Sión, contra tus hijos, oh Grecia, y te pondré como espada de valiente.

Distinguir nuestra identidad, nuestro propósito y nuestro diseño es fundamental. Si eso no ocurre corremos el riesgo de vivir vidas falsas alejadas de lo que realmente Dios quiere para nuestras vidas. ¿qué podría hacer un hijo de Dios con un diseño de anillo en medio de un guerra? Quizás antes tendría mucho que hacer, pero después no. De modo que es fundamental que podamos distinguir nuestros dones y ministerios, pero más aún cual es nuestra identidad en Cristo, cual es nuestro propósito y cuál es nuestro diseño.

Por mucho tiempo la iglesia solo ha puesto atención a los ministerios y dones, pero detrás de ellos hay mucho más por descubrir.



Ángelo Palomino

sábado, 16 de abril de 2016

¿Es la iglesia de derecha, o de izquierda?




Progresivamente para este lado del mundo, especialmente en América Latina, la iglesia cristiana evangélica ha ido tomando un rol cada vez más protagónico en relación a los asuntos públicos o políticos de sus respectivas naciones, dejando atrás lo que parecía ser una característica pasividad. Es así que, por acción o reacción, se han generado organizaciones e instituciones cristianas, y e han levantado líderes e incluso partidos políticos de inspiración cristiana.

En efecto, algunos casos de esta incursión en el ámbito público se explican porque se ha ido generando un entendimiento acerca de que el rol de la iglesia excede a las actividades cotidianas que se realizan al interior de los templos, y consecuentemente, se ha sumado la comprensión de que la gran comisión definida en mateo 24 no solo trata de evangelizar y discipular personas o grupos, sino que verdaderamente naciones, incluyendo sus sistemas culturales, políticos, económicos, educacionales, entre otros[1].

En los otros casos, que parecen ser los de mayor presencia, deben su explicación a una reacción de la iglesia frente a las trasformaciones culturales y políticas que se han venido gestando en las naciones latinoamericanas. Muchos líderes y pastores han reaccionado con una mezcla de preocupación y fuerza ante la denominada agenda anti-valórica de muchos gobiernos y ONG`S de la región, expresada en leyes de aborto, de matrimonio homosexual, de legalización de la marihuana, entre otros. En este último grupo de casos, la iglesia se ha entendido a sí misma como baluarte de la verdad moral. En cambio, en el primer grupo de casos, la iglesia se ha visto como depositaria de una verdad activa que puede transformar naciones y culturas trayendo bendición y prosperidad[2]. 

Ante el mencionado impulso anti-valórico, que proviene desde el espectro político de izquierda, la iglesia pareciera mostrarse ante el resto de la sociedad como un actor político de derecha, puesto que han sido los políticos de dicho sector quienes se han mostrado en contra de estas leyes, y a su vez, muchos líderes de la iglesia se han mostrado a favor de candidatos de ese lado de la política, y junto con ello, han ingresado a sus movimientos o partidos políticos por esta afinidad mencionada. Pero, ¿debiera ser efectivamente la iglesia de derecha? Y si no es así, ¿debiera articular un proyecto publico desde la izquierda? 

Para responder aquello, es necesario señalar sucinta y genéricamente, las ideas y creencias básicas que guían la acción política de la derecha y la izquierda. Básicamente, la derecha política cree en la libertad individual, particularmente en el plano económico y comercial, pues postula que esto permite el progreso económico, de tal forma que se le otorga amplio espacio al mercado, junto con reducir y/o mejorar la acción del Estado. Incluso, en algunos planteamientos de derecha, el Estado debe ser restringido solo a la promoción de la estabilidad, el orden público y la seguridad en general. Además, en relación al plano moral, la derecha tiende a ser generalmente más conservadora que liberal, sin desconocer por cierto que también existe un ala que no solo es liberal en lo económico sino también en lo moral.

En cambio, básicamente, la izquierda política cree en la necesidad de establecer relaciones sociales de igualdad, para lo cual se plantea un Estado que debiera ser de mayor tamaño con el fin de proveer bienes públicos que, incluyendo el orden, considere también una marcada acentuación en las políticas sociales para superar las desigualdades socioeconómicas. Además, junto con ello, la izquierda ha tendido a ser más bien crítica y progresista en lo moral.

Como puede desprenderse de lo anterior, tanto la derecha como la izquierda han generado un entramado de ideas y creencias (o ideologías) contrapuestas acerca de cómo son, cómo deben funcionar y como debiera ser una sociedad ideal. Hay una intención de buscar y alcanzar el bien común, pero con ideas y creencias distintas, y por lo tanto, también con metodologías o caminos diferentes. 

Frente a tales planteamientos e ideologías políticas, habría que reconocer que hoy, la participación política de la iglesia, pareciera estar más cercana a la derecha, puesto que en buena medida ha sido este sector del espectro político el que ha estado en contra del progresismo moral expresado actualmente en la denominada agenda anti-valórica. Creo que eso se debe a que las actividades vinculadas a la acción social de la iglesia han funcionado casi indistintamente de los gobiernos de turno y de las leyes que se promulguen. No ocurre así con la acción moral de la iglesia, que se siente vulnerada por las leyes progresistas en moral. En ese sentido, el incentivo a la participación en política desde la iglesia, no ha estado puesto en los cambios sociales sino que en lo cambios morales, pues es en estos últimos donde en general la iglesia se ha visto atentada. A mi juicio, es por esta razón que comunicacional o públicamente, la iglesia pareciera estar en mayor sintonía con la derecha. Pero es solo algo "visual". En efecto, mirando desde un prisma más amplio, desde la cosmovisión y cultura cristiana, la iglesia no es de derecha, pero tampoco de izquierda.

La iglesia cristiana, que es el cuerpo de Cristo en la tierra, tiene una cosmovisión y una cultura que, si bien tiene ciertas afinidades circunstanciales con la derecha y la izquierda en algunos aspectos, ella misma posee una visión de gobierno absolutamente distinta y lejana a las ideologías políticas mencionadas. 

En efecto, la iglesia tiene una cultura de la vida, y por lo tanto está en contra del aborto y la eutanasia como lo está, en general, la derecha. La iglesia comprende el papel de la decisión, elección (o libre albedrío) que tiene el ser humano[3], como de cierta forma lo está la derecha en relación con el concepto (limitado) de libertad. Hay también una cultura de progreso, que genere prosperidad material, entendiendo por cierto, que aquello es más bien de carácter accesorio y como consecuencia de una vida de justicia[4].

Pero también la cosmovisión cristiana está en contra de las desigualdades sociales. Cree en la importancia de la justicia y la equidad[5]. Se preocupa del prójimo considerando su necesidad, ya sea este huérfano, viuda, inmigrante o pobre[6]. Todo esto se ha expresado en la labor social de la iglesia, su visita a los hospitales, su obra en las cárceles, su trabajo de asistencia ante catástrofes, y en general su constante ayuda a los que están en necesidad.

En consecuencia, la cosmovisión y cultura cristiana se entronca con aspectos tanto de la derecha como de la izquierda. Sin embargo no es ni lo uno ni lo otro. La iglesia no es de derecha, como tampoco es de izquierda. Su sabiduría es de lo alto, es una sabiduría que destruye la sabiduría o ideología de los sabios[7]Esa sabiduría del cielo es profundamente diferente a las ideologías políticas en la tierra, que establecen dualismos en el corazón humano, y generan una mente partidaria. Como iglesia  debemos reconocer que él no es partidista, tal y como lo descubrió Josué[8]

Jesús llamó a discípulos tan disimiles como Simón el Zelote y como Mateo el recaudador de impuestos. Él discipuló a un Zelote revolucionario que estaba en contra del "sistema" al punto de querer destruirlo por la fuerza, pero también discipuló a aquel que trabajaba a favor del sistema de su época. Ese discipulado cambió sus mentalidades partidistas, tanto como hoy en día nuestros discipulados deben producir un cuerpo de ideas que mude nuestras ideologías, por las ideas que vienen de la cosmovisión bíblica. 

Debemos ser una iglesia que se entiende a sí misma como luz, como sal, como ciudad. Una iglesia que influye en los asuntos públicos de las naciones de la tierra, trayendo respuestas y soluciones del cielo a las interrogantes y problemas de esta tierra. Pero no desde las ideologías políticas, sino desde la  sabiduría de Dios que concibe una cosmovisión distinta, pero que necesita ser trabajada por esta generación para proponer un cuerpo de ideas y políticas que siembren un modelo de transformación social bíblico. 





Notas:


[1] Véase: Miller, Darrow. Discipulando Naciones. 2002.

[2] Véase: Mangalwadi, Vishal. Verdad y Transformación. 2010.

[3] Deuteronomio 30:19; Josué 24:14-15.

[4] Deuteronomio 28; Salmo 1:1-3.

[5] Salmos 9:8-9.

[6] Salmo 68:5-6; Deuteronomio 10:18-19; proverbios 22: 22-23.

[7] Santiago 3:17; 1 Corintios 1:18-19.

[8] Josué 5:13-14.





Ángelo Palomino