Progresivamente para este lado del mundo, especialmente en
América Latina, la iglesia cristiana evangélica ha ido tomando un rol cada vez
más protagónico en relación a los
asuntos públicos o políticos de sus respectivas naciones, dejando atrás lo que parecía ser una característica pasividad. Es así que, por acción o reacción, se han generado organizaciones e instituciones cristianas, y e han levantado líderes e incluso partidos políticos de inspiración cristiana.
En efecto, algunos casos de esta incursión en el ámbito público se explican porque se ha ido generando un entendimiento acerca de que el rol de la iglesia excede a las actividades cotidianas que se realizan al interior de los templos, y consecuentemente, se ha sumado la comprensión de que la gran comisión definida en mateo 24 no solo trata de evangelizar y discipular personas o grupos, sino que verdaderamente naciones, incluyendo sus sistemas culturales, políticos, económicos, educacionales, entre otros[1].
En los otros casos, que parecen ser los de mayor presencia, deben su explicación a una reacción de la iglesia frente a las trasformaciones culturales y políticas que se han venido gestando en las naciones latinoamericanas. Muchos líderes y pastores han reaccionado con una mezcla de preocupación y fuerza ante la denominada agenda anti-valórica de muchos gobiernos y ONG`S de la región, expresada en leyes de aborto, de matrimonio homosexual, de legalización de la marihuana, entre otros. En este último grupo de casos, la iglesia se ha entendido a sí misma como baluarte de la verdad moral. En cambio, en el primer grupo de casos, la iglesia se ha visto como depositaria de una verdad activa que puede transformar naciones y culturas trayendo bendición y prosperidad[2].
Ante el mencionado impulso anti-valórico, que proviene desde el espectro político de izquierda, la iglesia pareciera mostrarse ante el resto de la sociedad como un actor político de derecha, puesto que han sido los políticos de dicho sector quienes se han mostrado en contra de estas leyes, y a su vez, muchos líderes de la iglesia se han mostrado a favor de candidatos de ese lado de la política, y junto con ello, han ingresado a sus movimientos o partidos políticos por esta afinidad mencionada. Pero, ¿debiera ser efectivamente la iglesia de derecha? Y si no es así, ¿debiera articular un proyecto publico desde la izquierda?
Para responder aquello, es necesario señalar sucinta y genéricamente, las ideas y creencias básicas que guían la acción política de la derecha y la izquierda. Básicamente, la derecha política cree en la libertad individual, particularmente en el plano económico y comercial, pues postula que esto permite el progreso económico, de tal forma que se le otorga amplio espacio al mercado, junto con reducir y/o mejorar la acción del Estado. Incluso, en algunos planteamientos de derecha, el Estado debe ser restringido solo a la promoción de la estabilidad, el orden público y la seguridad en general. Además, en relación al plano moral, la derecha tiende a ser generalmente más conservadora que liberal, sin desconocer por cierto que también existe un ala que no solo es liberal en lo económico sino también en lo moral.
En efecto, algunos casos de esta incursión en el ámbito público se explican porque se ha ido generando un entendimiento acerca de que el rol de la iglesia excede a las actividades cotidianas que se realizan al interior de los templos, y consecuentemente, se ha sumado la comprensión de que la gran comisión definida en mateo 24 no solo trata de evangelizar y discipular personas o grupos, sino que verdaderamente naciones, incluyendo sus sistemas culturales, políticos, económicos, educacionales, entre otros[1].
En los otros casos, que parecen ser los de mayor presencia, deben su explicación a una reacción de la iglesia frente a las trasformaciones culturales y políticas que se han venido gestando en las naciones latinoamericanas. Muchos líderes y pastores han reaccionado con una mezcla de preocupación y fuerza ante la denominada agenda anti-valórica de muchos gobiernos y ONG`S de la región, expresada en leyes de aborto, de matrimonio homosexual, de legalización de la marihuana, entre otros. En este último grupo de casos, la iglesia se ha entendido a sí misma como baluarte de la verdad moral. En cambio, en el primer grupo de casos, la iglesia se ha visto como depositaria de una verdad activa que puede transformar naciones y culturas trayendo bendición y prosperidad[2].
Ante el mencionado impulso anti-valórico, que proviene desde el espectro político de izquierda, la iglesia pareciera mostrarse ante el resto de la sociedad como un actor político de derecha, puesto que han sido los políticos de dicho sector quienes se han mostrado en contra de estas leyes, y a su vez, muchos líderes de la iglesia se han mostrado a favor de candidatos de ese lado de la política, y junto con ello, han ingresado a sus movimientos o partidos políticos por esta afinidad mencionada. Pero, ¿debiera ser efectivamente la iglesia de derecha? Y si no es así, ¿debiera articular un proyecto publico desde la izquierda?
Para responder aquello, es necesario señalar sucinta y genéricamente, las ideas y creencias básicas que guían la acción política de la derecha y la izquierda. Básicamente, la derecha política cree en la libertad individual, particularmente en el plano económico y comercial, pues postula que esto permite el progreso económico, de tal forma que se le otorga amplio espacio al mercado, junto con reducir y/o mejorar la acción del Estado. Incluso, en algunos planteamientos de derecha, el Estado debe ser restringido solo a la promoción de la estabilidad, el orden público y la seguridad en general. Además, en relación al plano moral, la derecha tiende a ser generalmente más conservadora que liberal, sin desconocer por cierto que también existe un ala que no solo es liberal en lo económico sino también en lo moral.
En cambio, básicamente, la izquierda política cree en la necesidad de establecer relaciones sociales de igualdad, para lo cual se plantea un Estado que debiera ser de mayor tamaño con el fin de proveer bienes públicos que, incluyendo el orden, considere también una marcada acentuación en las políticas sociales para superar las desigualdades socioeconómicas. Además, junto con ello, la izquierda ha tendido a ser más bien crítica y progresista en lo moral.
Como puede desprenderse de lo anterior, tanto la derecha como la izquierda han generado un entramado de ideas y creencias (o ideologías) contrapuestas acerca de cómo son, cómo deben funcionar y como debiera ser una sociedad ideal. Hay una intención de buscar y alcanzar el bien común, pero con ideas y creencias distintas, y por lo tanto, también con metodologías o caminos diferentes.
Frente a tales planteamientos e ideologías políticas, habría que reconocer que hoy, la participación política de la iglesia, pareciera estar más cercana a la derecha, puesto que en buena medida ha sido este sector del espectro político el que ha estado en contra del progresismo moral expresado actualmente en la denominada agenda anti-valórica. Creo que eso se debe a que las actividades vinculadas a la acción social de la iglesia han funcionado casi indistintamente de los gobiernos de turno y de las leyes que se promulguen. No ocurre así con la acción moral de la iglesia, que se siente vulnerada por las leyes progresistas en moral. En ese sentido, el incentivo a la participación en política desde la iglesia, no ha estado puesto en los cambios sociales sino que en lo cambios morales, pues es en estos últimos donde en general la iglesia se ha visto atentada. A mi juicio, es por esta razón que comunicacional o públicamente, la iglesia pareciera estar en mayor sintonía con la derecha. Pero es solo algo "visual". En efecto, mirando desde un prisma más amplio, desde la cosmovisión y cultura cristiana, la iglesia no es de derecha, pero tampoco de izquierda.
La iglesia cristiana, que es el cuerpo de Cristo en la tierra, tiene una cosmovisión y una cultura que, si bien tiene ciertas afinidades circunstanciales con la derecha y la izquierda en algunos aspectos, ella misma posee una visión de gobierno absolutamente distinta y lejana a las ideologías políticas mencionadas.
En efecto, la iglesia tiene una cultura de la vida, y por lo tanto está en contra del aborto y la eutanasia como lo está, en general, la derecha. La iglesia comprende el papel de la decisión, elección (o libre albedrío) que tiene el ser humano[3], como de cierta forma lo está la derecha en relación con el concepto (limitado) de libertad. Hay también una cultura de progreso, que genere prosperidad material, entendiendo por cierto, que aquello es más bien de carácter accesorio y como consecuencia de una vida de justicia[4].
Pero también la cosmovisión cristiana está en contra de las desigualdades sociales. Cree en la importancia de la justicia y la equidad[5]. Se preocupa del prójimo considerando su necesidad, ya sea este huérfano, viuda, inmigrante o pobre[6]. Todo esto se ha expresado en la labor social de la iglesia, su visita a los hospitales, su obra en las cárceles, su trabajo de asistencia ante catástrofes, y en general su constante ayuda a los que están en necesidad.
En consecuencia, la cosmovisión y cultura cristiana se entronca con aspectos tanto de la derecha como de la izquierda. Sin embargo no es ni lo uno ni lo otro. La iglesia no es de derecha, como tampoco es de izquierda. Su sabiduría es de lo alto, es una sabiduría que destruye la sabiduría o ideología de los sabios[7]. Esa sabiduría del cielo es profundamente diferente a las ideologías políticas en la tierra, que establecen dualismos en el corazón humano, y generan una mente partidaria. Como iglesia debemos reconocer que él no es partidista, tal y como lo descubrió Josué[8].
Jesús llamó a discípulos tan disimiles como Simón el Zelote y como Mateo el recaudador de impuestos. Él discipuló a un Zelote revolucionario que estaba en contra del "sistema" al punto de querer destruirlo por la fuerza, pero también discipuló a aquel que trabajaba a favor del sistema de su época. Ese discipulado cambió sus mentalidades partidistas, tanto como hoy en día nuestros discipulados deben producir un cuerpo de ideas que mude nuestras ideologías, por las ideas que vienen de la cosmovisión bíblica.
Debemos ser una iglesia que se entiende a sí misma como luz, como sal, como ciudad. Una iglesia que influye en los asuntos públicos de las naciones de la tierra, trayendo respuestas y soluciones del cielo a las interrogantes y problemas de esta tierra. Pero no desde las ideologías políticas, sino desde la sabiduría de Dios que concibe una cosmovisión distinta, pero que necesita ser trabajada por esta generación para proponer un cuerpo de ideas y políticas que siembren un modelo de transformación social bíblico.
Notas:
[1] Véase: Miller, Darrow. Discipulando Naciones. 2002.
[2] Véase: Mangalwadi, Vishal. Verdad y Transformación. 2010.
[3] Deuteronomio 30:19; Josué 24:14-15.
[4] Deuteronomio 28; Salmo 1:1-3.
[5] Salmos 9:8-9.
[6] Salmo 68:5-6; Deuteronomio 10:18-19; proverbios 22: 22-23.
[7] Santiago 3:17; 1 Corintios 1:18-19.
[8] Josué 5:13-14.
[4] Deuteronomio 28; Salmo 1:1-3.
[5] Salmos 9:8-9.
[6] Salmo 68:5-6; Deuteronomio 10:18-19; proverbios 22: 22-23.
[7] Santiago 3:17; 1 Corintios 1:18-19.
[8] Josué 5:13-14.
Ángelo Palomino
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