Dios tiene un trato diferente con cada persona. Él puede
bendecir a alguien, mientras que puede maldecir a otro, Dios puede darle larga
vida a un individuo, como también puede darle muerte rápida a otro individuo. Él
puede coronar de favor, de honor y riquezas a alguien, mientras que puede no
hacerlo con alguien más. Por ejemplo, Dios levantó a David como rey de Israel
habiendo sido un pastor de ovejas. Pero también provocó que la tierra se
abriera y se tragará a Coré, quien murió rápidamente en ese incidente.
Ahora bien, este trato diferenciado no significa que tengamos
un Dios parcial e injusto. Muy por el contrario, la escritura es clara en que
Dios no hace acepción de personas, el da a cada cual según sus acciones u
obras. Siguiendo el mismo ejemplo anterior, vemos que Dios bendice a David,
pero porque él se agrada de su corazón, mientras que el final de Coré se debe
al desagrado de Dios respecto de su profunda rebeldía.
Romanos 2:6;11 "Porque Dios le dará a cada uno lo que se merece... Porque en Dios no hay acepción de personas".
Romanos 2:6;11 "Porque Dios le dará a cada uno lo que se merece... Porque en Dios no hay acepción de personas".
2 Samuel 7:8-17 “Ahora,
pues, dirás así a mi siervo David: Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Yo te
tomé del redil, de detrás de las ovejas, para que fueses príncipe sobre mi
pueblo, sobre Israel; y he estado contigo en todo cuanto has andado, y delante
de ti he destruido a todos tus enemigos, y te he dado nombre grande, como el
nombre de los grandes que hay en la tierra. Además, yo fijaré lugar a mi pueblo
Israel y lo plantaré, para que habite en su lugar y nunca más sea removido, ni
los inicuos le aflijan más, como al principio, desde el día en que puse jueces
sobre mi pueblo Israel; y a ti te daré descanso de todos tus enemigos. Asimismo
Jehová te hace saber que él te hará casa. Y cuando tus días sean cumplidos, y
duermas con tus padres, yo levantaré después de ti a uno de tu linaje, el cual
procederá de tus entrañas, y afirmaré su reino. El edificará casa a mi nombre,
y yo afirmaré para siempre el trono de su reino. Yo le seré a él padre, y él me
será a mí hijo. Y si él hiciere mal, yo le castigaré con vara de hombres, y con
azotes de hijos de hombres; pero mi misericordia no se apartará de él como la
aparté de Saúl, al cual quité de delante de ti. Y será afirmada tu casa y tu
reino para siempre delante de tu rostro, y tu trono será estable eternamente.
Conforme a todas estas palabras, y conforme a toda esta visión, así habló Natán
a David.
Números 16: 30-35 “Mas
si Jehová hiciere algo nuevo, y la tierra abriere su boca y los tragare con
todas sus cosas, y descendieren vivos al Seol, entonces conoceréis que estos
hombres irritaron a Jehová. Y aconteció que cuando cesó él de hablar todas estas
palabras, se abrió la tierra que estaba debajo de ellos. Abrió la tierra su
boca, y los tragó a ellos, a sus casas, a todos los hombres de Coré, y a todos
sus bienes. Y ellos, con todo lo que tenían, descendieron vivos al Seol, y los
cubrió la tierra, y perecieron de en medio de la congregación. Y todo Israel,
los que estaban en derredor de ellos, huyeron al grito de ellos; porque decían:
No nos trague también la tierra. También salió fuego de delante de Jehová, y
consumió a los doscientos cincuenta hombres que ofrecían el incienso”.
Entonces, ese distinto relacionamiento está en función de
nuestro corazón y comportamiento hacia Dios, y no de una imparcialidad de Dios
sobre nosotros. De modo que si quisiéramos saber qué es lo que Dios nos dará,
deberíamos preguntarnos cómo ha sido nuestro corazón y nuestro caminar. En
definitiva, Dios no se relaciona de la misma forma con todas las personas. El
antiguo testamento da cuenta de ello, pues a pesar de las múltiples personas
con las que Dios se relacionó, hay pocas personas que son distinguidas
explícitamente como amigos de Dios. Estas personas fueron Abraham y Moisés.
Éxodo 33:11 “Y hablaba
el SEÑOR con Moisés cara a cara, como quien habla con un amigo”.
Santiago 2:23 “Así se
cumplió la Escritura que dice: «Le creyó Abraham a Dios, y esto se le tomó en
cuenta como justicia», y fue llamado amigo de Dios”.
En el caso del Nuevo Testamento, vemos que también Jesús se
relacionó de manera diferente con las personas. Él trató con personas que eran
parte de la multitud, otros que eran sus discípulos, e incluso con quienes
consideró sus amigos. Revisemos a continuación las características centrales de
un discípulo versus las de aquellos que son multitud, pero antes veamos
brevemente a quienes Jesús consideró amigos.
Juan 15:13-16 “Nadie
tiene amor más grande que el dar la vida por sus amigos. Ustedes son mis amigos
si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo siervos, porque el siervo no está
al tanto de lo que hace su amo; los he llamado amigos, porque todo lo que a Mi
Padre le oí decir se lo he dado a conocer a ustedes. No me escogieron ustedes a
Mí, sino que Yo los escogí a ustedes y los comisioné para que vayan y den
fruto, un fruto que perdure. Así el Padre les dará todo lo que le pidan en Mi
nombre”.
En estos pasajes de la escritura vemos que Jesús considera
amigos, a quienes habían sido sus discípulos, lo que nos enseña que quien
quiera ser amigo de Dios necesita ser primero discípulo de Dios, para aprender
a ser comandados por él. El no llama amigo a alguien de la multitud, sino que
primero toma discípulos, que luego de pasar el proceso de ser discipulados,
llegan a tener el honor de ser amigos de Jesús. Y quien es amigo de Jesús tiene
el tremendo privilegio de ver manifiesto su amor de amigo, que se expresa en
que él es capaz de dar su vida por ese amigo. Y si es capaz de eso por amistad,
¿cuánto más podría hacer Jesús por quienes considera sus amigos? Por otra
parte, quién es parte de la multitud es amigo del mundo y eso necesariamente le
impide llegar a ser amigo de Dios.
Ahora bien, ¿cuáles son las características distintivas de
alguien que es un discípulo? ¿Qué aspectos diferencian a un discípulo de entre
la multitud?
Mateo 15: 32-39 “Entonces
Jesús, llamando junto a sí a sus discípulos, les dijo: Tengo compasión de la
multitud, porque hace ya tres días que están conmigo y no tienen qué comer; y
no quiero despedirlos sin comer, no sea que desfallezcan en el camino. Y los
discípulos le dijeron: ¿Dónde conseguiríamos nosotros en el desierto tantos
panes para saciar a una multitud tan grande? Jesús entonces les dijo: ¿Cuántos
panes tenéis? Y ellos respondieron: Siete, y unos pocos pececillos. Y Él mandó
a la multitud que se recostara en el suelo; y tomó los siete panes y los peces;
y después de dar gracias, los partió y empezó a darlos a los discípulos, y los discípulos
a las multitudes. Y comieron todos y se saciaron; y recogieron de lo que sobró
de los pedazos, siete canastas llenas. Los que comieron fueron cuatro mil
hombres, sin contar las mujeres y los niños. Y después de despedir a la
muchedumbre, subió a la barca y fue a la región de Magadán”.
Una primera característica de un discípulo es que este es una
persona que tiene una actitud y mentalidad de dar. En cambio, la multitud tiene
una mentalidad enfocada en recibir. Así vemos en los versículos anteriores que
los discípulos eran quienes recibían el pan y los peces de parte de Jesús, y
luego ellos siendo solo 12 debían repartirlo a las miles de personas que
estaban en ese lugar. En ese sentido, la multitud son personas que van a
recibir algo, una palabra, quizás un milagro de Jesús, e incluso ser
alimentados por él. Mientras que los discípulos son aquellas personas que van a
dar y entregar aquello que Dios les da, lo que implica una actitud de servicio
y humildad. En cambio, las personas que son multitud generan compasión en el
resto, a veces podrían incluso victimizarse.
Entonces, hay quienes son sujetos de las instrucciones de
Dios, y otros sujetos más bien de su compasión. Hay quienes simplemente van a
la congregación buscando una palabra, que les profeticen, que les oren, que los
unjan, que los abracen y contengan, esperan que les manifiesten y les den amor,
porque generan compasión. Esto no está mal en primera instancia, puesto que
muchas veces llegamos así a una iglesia, pero al crecer espiritualmente vamos
adoptando una mentalidad y actitud diferente, nos debiéramos convertir no solo
en creyentes sino también en discípulos que tienen una actitud de dar. De lo
contrario, seguiremos siendo niños espirituales, como los bebés que solo
sobreviven si alguien les alimenta y les da lo necesario, cuando vamos
creciendo eso va cambiando paulatinamente.
Es relevante entender aquello porque en no pocos casos
satanás engaña a muchos haciéndoles pensar, por ejemplo, que deberían cambiarse
a otra congregación donde perciben que podrían seguir creciendo en Dios porque
les darán más, más unción, más profecía, más milagros, especialmente cuando
tienen la idea de que en su actual congregación ya no hay algo más que puedan
recibir o tomar. Esa forma de pensar es a todas luces propia de la mentalidad
de multitud que busca recibir, y no de la mentalidad de discípulos que buscar
entregar. Esto resulta un grave error, porque mientras la persona piensa hacer
esto cree que va a crecer espiritualmente, pero en realidad al hacer esto
paradójicamente lo que hace es perderse la oportunidad de crecer al continuar
viviendo con una mentalidad de multitud que espera que le den algo en la
congregación, en vez de ser el que empieza a servir y entregar.
Una segunda característica de un discípulo es la férrea
obediencia. Un discípulo de Jesús es alguien que es profundamente obediente,
que recibe una instrucción y la lleva a cabo aun cuando pareciera difícil o
extraño cumplirla. En efecto, los primeros discípulos de Jesús oyeron que él
les dijo "ven y sígueme", e inmediatamente ellos obedecieron yendo
tras Jesús. Esto pareciera ser un aspecto tan básico, pero en realidad seguir a
Dios oyendo y haciendo lo que él dice es central en el evangelio y
especialmente en el proceso del discipulado.
Mateo 4: 19- 20 “Y
andando junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y
Andrés su hermano, echando una red al mar, porque eran pescadores. Y les dijo:
Seguidme, y yo os haré pescadores de hombres. Entonces ellos, dejando al
instante las redes, le siguieron”.
Lucas 7: 3-10 “Cuando
el centurión oyó hablar de Jesús, le envió unos ancianos de los judíos,
rogándole que viniera y sanara a su siervo. Ellos se acercaron a Jesús y le
rogaron con solicitud, diciéndole: —Es digno de que le concedas esto, porque
ama a nuestra nación y nos edificó una sinagoga. Jesús fue con ellos. Pero
cuando ya no estaban lejos de la casa, el centurión envió a él unos amigos,
diciéndole: —Señor, no te molestes, pues no soy digno de que entres bajo mi
techo, por lo que ni aun me tuve por digno de ir a ti; pero di la palabra y mi
siervo será sanado, pues también yo soy hombre puesto bajo autoridad, y tengo
soldados bajo mis órdenes, y digo a este: “Ve”, y va; y al otro: “Ven”, y
viene; y a mi siervo: “Haz esto”, y lo hace. Al oír esto, Jesús se maravilló de
él y, volviéndose, dijo a la gente que lo seguía: —Os digo que ni aun en Israel
he hallado tanta fe. Y al regresar a casa los que habían sido enviados,
hallaron sano al siervo que había estado enfermo”.
Tan importante es la obediencia que esta genera el asombro de
Dios. Actualmente vivimos en sociedades que tienen un fuerte arraigo en una
cultura del espectáculo donde las luces, el buen sonido y la parafernalia en
general asombran y captura la atención de la gente. En las iglesias, aunque no
opera de la misma forma, a veces esta cultura del espectáculo está en las
personas que se impresionan en demasía por la manifestación de los dones, de la
liberación o en general de lo sobrenatural, por ejemplo al ver una sanidad o un
milagro. Sin embargo, Jesús no se impresiona de eso. Más bien él se maravilla
de la obediencia de las personas. Porque ¿cómo podríamos sorprender a Dios con
nuestros dones o talentos si es él quien nos ha dado eso? Es como si
recibiéramos un regalo de nuestro padre en navidad, lo abriéramos y se lo
mostrásemos para tratar de impresionarlo. Sería absurdo.
Aunque lo sobrenatural pueda evidentemente llamar nuestra
atención y sorprendernos, eso solo ocurrirá con las personas que vean eso. Pero
si queremos asombrar a Dios necesitamos ser obedientes. Entonces, ¿qué tan
obedientes somos a él? ¿Qué tan obedientes somos con respecto a nuestros
pastores y líderes? No vamos a sorprender a Dios con una linda técnica al
danzar, ni una linda voz al cantar, ni una buena dicción al predicar, ni con un
gran conocimiento de la Biblia, tampoco si sanas un enfermo, o le das vista a
un ciego. Por supuesto que hacer todo eso está bien, y efectivamente vas a
impresionar a la gente, pero no a Dios. El Señor se agrada de la aplicación de
tus dones y talentos, pero se agrada y además se asombra de aquellas personas
que son obedientes. ¿Quieres sorprender o asombrar a Dios? Si es así, se
extremadamente obediente.
Una tercera característica de un discípulo es que es alguien
que soporta la disciplina. De hecho la cercanía de estas palabras dan cuenta de
su estrecha relación (discípulo- disciplina). Tal así que un discípulo es
alguien que está bajo el rigor de una determinada disciplina, es alguien que ya
no es ultrasensible, es decir, sabe recibir correctamente la crítica si lo
retan, amonestan, o le hacen ver sus errores. No se molesta fácilmente, ni se
va de una congregación por un trato brusco. Un discípulo entiende que debe ser
procesado por Dios, como un alfarero que rompe un odre y debe rehacerlo, o un
herrero que golpea para formar un arma o herramienta. Así vemos por ejemplo a
Pedro, que recibe un fuerte reto por parte de Jesús. Él hijo de Dios, que es la
manifestación misma del amor de Dios, halaga y honra a su discípulo, pero
versículos siguientes lo amonesta fuertemente diciéndole "apártate de mí
satanás". ¿Cómo reaccionarías tú si tú pastor o líder te dice algo así?
Frente a la disciplina, ¿reaccionas como multitud o como discípulo? Lamentablemente
hay quienes se van de congregaciones por menos que eso (porque son multitud).
Mat 16: 17-32 “Entonces
le respondió Jesús: —Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo
reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo también te
digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia, y las puertas
del Hades no la dominarán. Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos:
todo lo que ates en la tierra será atado en los cielos, y todo lo que desates
en la tierra será desatado en los cielos. Entonces mandó a sus discípulos que a
nadie dijeran que él era Jesús, el Cristo. Desde entonces comenzó Jesús a
declarar a sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho a
manos de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas, y ser
muerto, y resucitar al tercer día. Entonces Pedro, tomándolo aparte, comenzó a
reconvenirlo, diciendo: —Señor, ten compasión de ti mismo. ¡En ninguna manera
esto te acontezca! Pero él, volviéndose, dijo a Pedro: ¡Quítate de delante de
mí, Satanás! Me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios,
sino en las de los hombres”.
Las reacciones negativas a la disciplina en las
congregaciones surgen en general por un mal entendimiento del amor de Dios. Las
personas piensan que el amor de Dios es que les traten con cariño y afecto
demostrable a través de llamadas, de mensajes, de que los saluden y se
preocupen de ellos. En definitiva, se piensa que el amor de Dios es solo
"nanai", de modo que quienes son pastores o líderes deben darles eso
a las personas. Sin embargo, es un profundo error pensar de esa forma, porque
el verdadero amor de Dios no es solo eso. El amor de Dios si es afecto, pero
también contiene mucha disciplina, tal y como lo expresa el capítulo 12 del
hebreos.
Hebreos 12: 5-11 “y
habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo: hijo
mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres
reprendido por él; porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el
que recibe por hijo. Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos;
porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? Pero si se os deja
sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois
bastardos, y no hijos. Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que
nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al
Padre de los espíritus, y viviremos? Y aquéllos, ciertamente por pocos días nos
disciplinaban como a ellos les parecía, pero éste para lo que nos es
provechoso, para que participemos de su santidad. Es verdad que ninguna
disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después
da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados”.
Entonces, hay una idea falsa y muy errónea del amor de Dios,
lo que lleva a las personas a exigir algo que no corresponde. Dios da abrazos a
sus hijos, pero también azotes, y eso también proviene de su amor. De modo que
debemos cambiar la forma en que concebimos el amor, porque este es bello, pero
bíblicamente también es sufrido, y todo lo soporta.
1 Corintios 13:4-8 “El
amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es
jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se
irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, más se goza de la
verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”.
¿Qué tipo de amor buscas tú en una congregación? ¿Buscas el
amor al estilo multitud que se expresa en la generación de compasión y en la
búsqueda de que te den atención y "nanai"?, o ¿buscas el amor estilo
discípulo que quiere ser procesado por la disciplina de Dios?
Una cuarta característica de un discípulo se refiere a que es
una persona que carece de excusas. Quienes presentan motivos o justificaciones
para no seguir y servir a Dios simplemente no pueden ser sus discípulos. Los verdaderos
discípulos, como Pedro y Andrés escuchan la instrucción de Jesús y obedecen al
instante. Vemos en cambio que otras personas escuchan la misma instrucción de
Jesús (“sígueme”), pero se excusan o presentan argumentos y pretextos para
tratar de no obedecer, o quizás obedecer, pero tardíamente de acuerdo a su propia
voluntad o mentalidad.
Mateo 4: 19- 20 “Y
andando junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y
Andrés su hermano, echando una red al mar, porque eran pescadores. Y les dijo:
Seguidme, y yo os haré pescadores de hombres. Entonces ellos, dejando al
instante las redes, le siguieron”.
Lucas 9: 59-62 “Y dijo
a otro: Sígueme. Él le dijo: Señor, déjame que primero vaya y entierre a mi
padre. Jesús le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú ve, y
anuncia el reino de Dios. Entonces también dijo otro: Te seguiré, Señor; pero
déjame que me despida primero de los que están en mi casa. Y Jesús le dijo:
Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el
reino de Dios”.
En general, las personas en las congregaciones están llenas
de excusas para no servir a Dios. Si se les pide hacer una tarea surgen muchísimas
razones para no cumplir, o a veces está la disposición de colaborar, pero de la
forma en como ellos estiman conveniente, tal y como el caso de la persona que
le dice a Jesús: “te seguiré, pero primero déjame hacer tal cosa”. Es un: “serviré,
pero déjame en este puesto o en esta área, porque las demás no me gustan”. Entonces,
hay quienes no son discípulos porque se excusan para derechamente no obedecer,
y hay quienes no lo son porque queriendo obedecer y ser partícipes del
servicio, quieren hacerlo según su voluntad. Cuándo recibimos una instrucción o
petición, ¿nos excusamos o somos como los discípulos que al instante accionan
obedeciendo?
Como podemos apreciar, hay al menos 4 características que nos
permiten identificar a un discípulo o ayudarnos a convertirnos en uno. Primero,
una mentalidad servicial de dar y entregar. Segundo, una férrea obediencia. Tercero,
el soportar la disciplina. Y cuarto, la carencia de excusas. Ahora bien, sin
duda que hay muchas características más, como por ejemplo ser un adorador, ser
agradecido, ser apasionado, amar su palabra, tener carácter, entre otras cosas.
Pero no cabe duda en que el aspecto central de un discípulo de Jesús es su
corazón. Para ser su discípulo necesitamos tener un corazón enseñable, pues
quien tiene un corazón así será dadivoso, obediente, disciplinable y esquivo a
las excusas. Necesitamos desarrollar ese corazón, porque el hacer realidad
estas características solo por poseer un comportamiento correcto nos llevará a
ser religiosos, pero no sus discípulos. Es solo cuando surgen estas características
desde un corazón correcto que ama a Dios y busca ser guiado por él en que
verdaderamente nos transformamos en sus discípulos. Pensemos en los fariseos
por ejemplo, que cumplían con todas las normas bíblicas al pie de la letra,
pero su corazón estaba muy alejado de Dios. Es por eso que estas características
deben nacer de un corazón correcto y alineado a Dios, que busca agradarle a él haciendo
su voluntad, y no tratando de agradarnos a nosotros mismos haciendo nuestra
voluntad.
No podemos engañarnos, ser discípulos conlleva un costo
enorme. El costo de ser discípulos es morir a nosotros mismos, a los deseos de nuestro
corazón, a nuestros anhelos, a nuestra forma de pensar, y a todo lo que somos. El
proceso del discipulado es tomar una cruz, porque sabemos que mientras
caminamos vamos generando una muerte de lo que somos, pero para que la
verdadera vida de Dios se manifieste en nosotros.
Ahora bien, ser discípulo no solo tiene costos, también tiene
beneficios. Primero, quien ha vivido el proceso de discipulado puede ser un
amigo de Dios, y por lo tanto ser bendecido por él. Sin duda Abraham y Moisés
fueron cuidados y defendidos por Dios, además de tener la posibilidad de tener
una íntima y estrecha comunión con Dios. Segundo, quienes son discípulos tiene
la posibilidad de ser protagonistas en la historia de Dios y no meros espectadores.
Quienes son discípulos están siempre en el centro de los que Dios va haciendo y
son actores centrales de lo que él va provocando. La multitud solo recibió pan
y pescado, pero los discípulos que lo repartieron vieron como se les
multiplicaba en las manos y en las canastas. Tercero, quienes son discípulos están
en el proceso de cumplir con el propósito de Dios para su vida. Fueron los discípulos
quienes después se transformaron en los apóstoles que fueron los grandes
hombres de Dios que llevaron el evangelio y establecieron el reino de Dios por
distintas partes del mundo, claramente no fue la multitud. Cuarto, son los discípulos
quienes reciben poder y autoridad de parte de Dios, pues son obedientes, en
cambio quienes son multitud no reciben aquello. Y quinto, ser discípulo no
implica ser perfecto. Es evidente que siempre nos equivocamos, sin embargo un discípulo
siempre se vuelve a levantar, es resiliente.
Ángelo Palomino
Hijo de Dios
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